Aparte de la escasa, mala y monocultural educación del Estado, el hambre ha sido instrumento eficiente de dominación porque, debilitadas sus potencialidades sicobiológicas, la población apenas desarrolla el pensamiento crítico, posterga la acción liberadora y la construcción de una sociedad democrática. Esto beneficia a las elites que perpetúan el colonialismo, que comen bien, acaparan la producción y comercialización de alimentos, el capital y gozan de altos niveles educativos.
La noche colonial –de 500 años– cambia de forma, no de contenido. El hambre ha sido eje transversal de relaciones socioeconómicas, políticas y culturales, atravesando cuerpos, mentes y conciencias. En pleno siglo XXI, en América Latina, nuestro país presenta los más bajos indicadores en seguridad, soberanía alimentaria y alta desnutrición en niños.
Un vecino, vendedor informal, comerciando lo que puede, comentaba que un desayuno para su familia de 4 personas, que incluye 4 huevos, aceite, un sobre pequeño de frijoles, 4 salchichas, café, tortillas y pan, costaba hace un año 21 quetzales, hoy lo mismo vale 36 quetzales, un incremento del 70%. La mayoría de alimentos, producidos por empresas del gran capital.
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Además, pollo y carne de res se suman al incremento del valor del alimento diario. El vecino, no tiene empleo fijo, ni seguridad social, bonos, vacaciones, indemnización, etc., y no puede subir los precios de lo que vende. En cambio, la industria agroalimentaria tiene carta libre para la especulación en una oferta monopolizada, especialmente en tiempos de crisis política, aprovechando la confusión. La colonia les heredó el control absoluto del mercado –no la solidaridad–, además, el capital promueve un sistema comercial globalizado en el que los alimentos se reducen a mercancías.
Según la FAO, el pollo es el más popular de los alimentos, consumido en 70 países. Su producción en Guatemala opera como monopolio del gran capital, crudo o frito. Lo que comemos lo producen las grandes empresas y nos convierten en consumidores cautivos (¿esclavizados?); para eso están los grandes supermercados –extensiones comerciales de las elites– que perjudican a pequeños mercados y micro productores.
Mercado prehispánico. Facebook Descubriendo México.
Según el documento, Clasificación integrada de la seguridad alimentaria, presentado por el gobierno de Guatemala y el programa PROGRESAN-SICA, 4.3 millones de guatemaltecos se encuentran en situación de crisis o emergencia de inseguridad alimentaria aguda para el periodo junio-agosto 2023 y más de 6.3 millones en fase acentuada.
Ese diagnóstico utilizó un grupo de herramientas y procedimientos para clasificar la severidad y características de crisis de Inseguridad Alimentaria y Desnutrición Aguda, así como de Inseguridad Alimentaria Crónica, con base en normas internacionales.
Los hogares que están en la fase más crítica, son los que generan sus ingresos principalmente mediante el trabajo de comercio informal, pequeños agricultores, jornaleros y desempleados. Además, la población más vulnerable es la que generalmente gasta una mayor proporción de sus ingresos en alimentos, principalmente los que están en situación de extrema pobreza en el ámbito rural, y que tienen mayores porcentajes de necesidades básicas insatisfechas, concluye el diagnóstico.
Sin embargo, el hambre se está extendiendo a segmentos urbanos a consecuencia de la crisis del Estado y de las secuelas del Covid-19; clases medias que se van empobreciendo paulatinamente. El modelo colonial de desarrollo territorial anula capacidades productivas alimentarias a los pobladores urbanos. Se estima que los productores de alimentos en ciudades representan 20% y 80% solo son consumidores, mientras que en el campo, al revés, el 80% de la población produce alimentos a pesar de la penetración del gran capital en todas las ramas productivas alimentarias.
El Estado debería proteger la pequeña producción de alimentos y hacer eco, por ejemplo, a demandas como las de la Red de mujeres indígenas por la soberanía alimentaria, que solicitan asignación de recursos a las autoridades de Chisec, Alta Verapaz y al gobierno, para implementar e impulsar proyectos a favor de la producción alimentaria con pertinencia cultural.
Los consumidores urbanos deberían apoyar a los mercados locales y comunitarios, consumiendo sano para fortalecer economías locales redistributivas e implementando huertos en casa.
[1] Prado-Córdóva, José Pablo. EL SUSTRATO DE LA PERPETUACION DEL HAMBRE EN GUATEMALA
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