Mejía Godoy: «Posiblemente no voy a ver la libertad de Nicaragua, pero lucho por ella»
Mejía Godoy: «Posiblemente no voy a ver la libertad de Nicaragua, pero lucho por ella»
La prolongación del mandato de Daniel Ortega abrió una grieta en Nicaragua por donde han salido expulsados miles de quienes expresaron su inconformidad. El músico Luis Enrique Mejía Godoy habla en esta entrevista a Plaza Pública sobre el exilio y el punto de quiebre de un régimen señalado de atentar contra los Derechos Humanos.
La familia Mejía Godoy ha musicalizado Nicaragua y Centroamérica. Sus canciones relatan la realidad mágica de una región que en los últimos cien años ha ondulado entre dictaduras, caudillos y revoluciones.
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Luis Enrique Mejía Godoy tiene 76 años y vive su segundo exilio en Costa Rica. El primero fue hace más de cuarenta años, cuando el somocismo dominaba Nicaragua. El segundo es el más reciente, cuando escapó, en 2018, de la persecución del actual régimen orteguista.
Desde San José, Costa Rica, Mejía Godoy hace una lectura fina y lúcida de quien ve desde el otro lado de la frontera la actualidad nicaragüense que ocupa la atención mediática desde el pasado 7 de noviembre, cuando se consumó el plan de Ortega para extender su mandato por otros cinco años.
Mejía Godoy, nacido en Villa de Santiago de los Caballeros de Somoto Grande, cabecera del departamento de Madriz, Nicaragua, pertenece a una familia de músicos, poetas y pintores. Ante los eventos recientes, compuso la canción Mi patria me duele en abril dedicada a los jóvenes fallecidos en los movimientos sociales del 2018.
Valora el rol de la juventud en la «resistencia pacífica» como califica la organización que surgió en abril del 2018 y en quienes, asegura, está la esperanza de un giro social y político en Nicaragua.
Esta es la conversación sostenida vía videollamada con el artista.
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En los 70 escapó de la dictadura de Somoza, más de 40 años después ¿lo hace de algo parecido?
Primero, tengo que decir que la nuestra es una familia de artistas, de músicos, de poetas, de pintores, de trabajadores de la cultura. Siempre ha tenido, en toda su historia, un gran compromiso a través del arte y la cultura.
Aunque lo más conocido quizá sean las canciones —la música que hacemos mi hermano Carlos Arturo y yo—, pero ahora nuestros hijos, nuestros sobrinos y hasta nuestros nietos están haciendo, produciendo, creando arte y música en Nicaragua y fuera de ella también.
Estoy exiliado en Costa Rica desde agosto del 2018. En este país viví mi primer exilio hace cuarenta y tantos años, en la lucha contra otra dictadura, la dictadura familiar de los Somoza. Curiosamente, y casi como un déjà vu tantos años después vuelvo a Costa Rica a exiliarme precisamente por los problemas que produce otra dictadura familiar, como la de los Ortega Murillo que, aunque tiene su raíz en un hecho histórico tan importante como la revolución popular sandinista, no tiene absolutamente nada que ver con los ideales y los principios que forjaron los héroes de esa revolución. La que empezó con un puñado de hombres y mujeres en los años 60 y que fue capaz de vanguardizar al pueblo nicaragüense en su reacción contra la dictadura hasta el 78-79, para, finalmente, darle la liberación que creíamos definitiva a nuestro pueblo.
¿Puede la cultura influir en un cambio social en estos momentos en Nicaragua?
El arte, la cultura, la música, la literatura, la poesía no va a cambiar ningún régimen. Absolutamente. Quien lo diga, está equivocado.
Lo que sí, es que el arte, la cultura, en este caso en particular, el mío, el personal, que soy un militante en el campo social desde siempre —llamada Nueva canción, Nueva Trova, Nueva canción latinoamericana, canto testimonial, inclusive le decían canción o música de protesta de los 70—, estoy convencido en que lo que podemos hacer es abrir conciencias, despertar del letargo en que a veces se encuentran nuestros pueblos, como sucedió en el 78, cuando un grupo de jóvenes se rebeló y nos quitó la venda.
Porque siempre son los jóvenes los que están adelante, haciendo los grandes cambios nada fáciles, porque al final terminan siendo un cambio, se llame rebelión, revolución, insurrección o como quieran llamarle.
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¿Cree que se está formando una revolución en Nicaragua?
En la actualidad, se trata de una insurrección cívica, totalmente desarmada, contra una represión salvaje criminal que ha producido más de 300 muertos, miles de desaparecidos, abusos, presos políticos —más de 150— y un exilio inmenso, que solamente en Costa Rica se calculan más de 100,000 refugiados políticos. Todo esto ha producido una crisis sociopolítica, hasta cultural, en los últimos tres años.
Hablamos del 18 de abril del 2018 hasta hoy, cuando la gente dice que no hubo elecciones, sino que fue una votación, y es correcto. Lo más importante de estas votaciones es que el pueblo votó por no votar. Había un eslogan o consigna de la campaña que decía «yo no boto mi voto».
Se hizo una campaña para que el pueblo se quedara en su casa y que por derecho propio decidiera no ir a votar en unas elecciones anunciadas y finalmente se confirmó todo: iban a ser fraudulentas, engañosas, no observadas, no libres. Donde a la mayoría de los que pretendían ser candidatos para una justa electoral, Daniel Ortega y los suyos los echó presos y solo se quedó con lo que nosotros llamamos sus amigos, «sus partidos zancudos chupasangre» que le hicieron el juego en esta farsa y hasta el circo electoral.
Mencionó la ironía de sus exilios, por dos distintas dictaduras. ¿Ortega cambió el rumbo? ¿En qué momento se notó que podía imitar a la dictadura de los 70, contra la cual luchó en algún momento? ¿Qué ocurrió?
Hay muchas opiniones de «esta conversión» ... no se llama así (ríe), me da risa la palabra, más bien «esta degeneración» que ocurre en una persona que se decía revolucionaria, que viene de una lucha.
Daniel Ortega, en honor a la verdad, no podemos decir que fue un guerrillero destacado, ni un luchador destacado, ni mucho menos. Muchos quedaron en el camino. No puedo responderte lo que yo no he vivido personalmente, porque a Daniel lo conozco, pero realmente no lo conozco mucho, nada más a los comandantes de la revolución, conocí a otros comandantes y siempre me pregunto y me gustaría preguntarle eso a los otros ocho comandantes, porque eran nueve en el directorio nacional del Frente Sandinista (se refiere a Tomás Borge, Daniel Ortega, Víctor Tirado, Humberto Ortega, Henry Ruiz, Jaime Wheelock, Bayardo Arce, Luis Carrión y Carlos Núñez) que encabezó esta lucha.
Soy de la tesis de que nunca las tendencias sandinistas se unieron del todo, produjo unas diferencias que, aunque no muy evidentes en el proceso de los diez años —del 79 al 89—, se marcaron después de la pérdida de las elecciones de 1989 y que produjo lo que fue un intento de la democratización en Nicaragua. Por primera vez en la historia un mandatario le pasaba el poder a otro mandatario, por decisión popular de los votos y en paz, después de una guerra fratricida de diez años, terrible en Nicaragua, y después de una insurrección y una dictadura de cuarenta y pico de años de los Somoza.
Similar al resto de países...
¡Imagínate todo lo que ha sufrido nuestro pueblo! Se parece mucho a todo el sufrimiento del pueblo guatemalteco, del pueblo salvadoreño, para hablar de tres países que han tenido la desgracia de vivir estos últimos cien años en condiciones muy complicadas, difíciles, desfavorables y en donde siempre, si no son los militares, es el poder económico el que se encarama en el poder y no quiere bajarse.
Todo eso produjo esta situación en Nicaragua. Te quiero recordar que Daniel, desde 1979, desde el triunfo de la revolución, fue el eterno secretario político del Frente hasta el día de hoy; y desde 1979 fue el eterno candidato del Frente para las elecciones. Él no está acostumbrado a otra cosa más que al poder.
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Es muy difícil. Hay escritores, filósofos, pensadores que han dicho que el poder corrompe todo, que la gente se emborracha con el poder, se entorpece con el poder, se vuelven locos. Creo que eso le pasó a Daniel, él no conoce ni sabe otra cosa más que mandar, en tiempo de guerra y en tiempos de paz. Una paz que él mismo convirtió nuevamente en una situación de inseguridad, en una situación de hambre, en una situación de persecución, de cárcel de exilio.
Entonces no fue algo de un día para otro...
Estas cosas suceden. Las cosas buenas y las cosas malas se dan en procesos y se dan por ciclos. Para mí, cuando el Frente Sandinista de 1989 pierde las elecciones, se cierra un ciclo y termina una revolución. ¡Mucho ojo con esto! Porque mucha gente se equivoca, los fanáticos nos amenazan y nos dicen que somos traidores, que somos ahora de la derecha y que hemos sido comprados por el imperialismo, por la CIA, un estribillo que conocemos muy bien, es una canción viejísima, que por cierto, muy mal cantada y muy mal afinada.
Para el exterior que conoce a medias la historia de Nicaragua, ¿cómo se puede entender ese proceso que describe?
La toma del poder de Daniel ocurre de manera progresiva. En 1989, a regañadientes, el Frente Sandinista decide como partido y como dirección, con las ideas de los comandantes, que hay que entregar el poder. Hay que entregar el poder político, hay que entregar el poder militar también.
Sucede que Daniel dice «vamos a gobernar desde abajo» y desde entonces empezó a conspirar para no dejar gobernar a nadie. ¿Qué calidad de oposición es esa? Una oposición que no tiene que ver nada con la actual y que desde el 2007, cuando él vuelve al poder, no ha permitido lo que él exigió, que era tener derecho a manifestarse en contra del gobierno de turno.
Libertad de opinión, libertad de pensamiento, libertad de movilización, libertad para elegir y para ser electo, etcétera. Derechos Humanos. Todo eso Daniel lo va borrando de la historia y de la Constitución nicaragüense. Porque él pone reelección continuada e infinita.
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¿Habla del control institucional?
Mangoneó y decidió prácticamente eliminar la independencia y la autonomía de las instituciones. Entonces, el presidente no es solo el presidente, no es solo el Ejecutivo, ahora también manda a la asamblea legislativa, da órdenes al Ministro de Justicia, da órdenes al Tribunal Supremo de Elecciones, da órdenes a la Fiscalía General de la República.
Por eso se convirtió, poco a poco, en un gobierno autoritario hasta llegar a una dictadura. Finalmente, es una tiranía. Es una dictadura porque Daniel, si llega al final de su período en 2025, va a tener 20 años continuos. Y si le sumamos los diez años de la revolución, hablamos de 30 años. Por eso compite con Somoza.
¿En qué se diferencia o parece a Somoza?
En la comparación con Somoza no es si hay más muertos o menos muertos, o más cárcel o menos cárcel, no es si se parecen en el bigote o en la forma de hablar, o en la cantidad de guardaespaldas que tiene —y que además en eso lo supera Daniel en todo—, no, porque otro es el mundo, es otra la tecnología, son otras las condiciones.
El ejército de Nicaragua actual es 50 veces más grande y mejor organizado que el ejército de Somoza. Y le ha hecho un gran daño al pueblo nicaragüense porque fue capaz de armar y preparar, de entrenar a paramilitares; algo que Nicaragua nunca vio. Nosotros no conocíamos esa situación de los civiles armados para reprimir al pueblo, enmascarados. ¡Eso es terrible! Junto con la policía y el ejército en silencio, como diciendo «yo aquí no me meto», pero todo el mundo sabía que las armas que daban los paramilitares era del ejército, que solo el ejército podía dar.
¿Hay oposición actualmente en Nicaragua? ¿cuál es el estatus de quienes podrían en algún momento generar alternativas en el país?
En abril de 2018, cuando se da la rebelión de los muchachos... hay que entender cómo y por qué ocurre. La oposición en Nicaragua tenía un montón de defectos. Los partidos tradicionales liberales, conservadores, demócratas, cristianos, socialcristianos, todo eso, ninguno había logrado llegar al corazón del pueblo.
Después de diez años de guerra, el pueblo está agotado, cansado, sacrificado y votó por la paz. Y votar por la paz era, desgraciadamente, entre comillas, votar contra el Frente Sandinista. Por eso algunos decían que este pueblo votó con una pistola en la cabeza, para poder lograr una paz y sobre todo unas elecciones libres, y que los nicaragüenses, moros y cristianos, de cualquier partido político con cualquier ideología, pudiéramos decidir, en paz y civilizadamente qué es lo que queríamos para el futuro.
Entonces, salieron nuevamente los partidos tradicionales. ¿Qué es lo que sucedió? La oposición la compró el Frente desde siempre, después de la derrota, el Frente hizo un trabajo de joyero, Daniel con los suyos, conspirando, extorsionando, comprando políticos, vendiendo favores, etcétera, porque siempre tuvo un poder muy grande el Frente.
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Daniel fue haciendo un trabajo muy fino conspirativo, militar y político también, y se juntó con empresarios corruptos y se juntó con políticos corruptos.
Hizo un pacto famosísimo con Arnoldo Alemán (expresidente, 1997-2002) para convertir la historia política en Nicaragua en lo que se llama «Las Paralelas Históricas». Antes eran conservadores y liberales, ahora iban a ser liberales y sandinistas que se iban a turnar en el poder cada tantos años y para eso había que cambiar la Constitución.
[En este momento, Mejía Godoy hace una aclaración: Te recuerdo que no soy un analista político, ni mucho menos. En mi humilde y modesta opinión, muy personalísima; ni soy de ningún partido político, ni quiero ser, ni soy de ningún movimiento, ni quiero ser. Soy, como dicen los jóvenes que salieron a rebelarse a las calles, un autoconvocado, un ciudadano consciente de lo que ha sucedido en los últimos 25 o 30 años en Nicaragua, y fundamentalmente soy un artista y un creador]
Entonces, Daniel fue eliminando los partidos políticos, corrompiéndolos o infiltrándolos. Claro, ellos se dejaron infiltrar y corromper.
¿Entonces hubo un reacomodo político a favor del partido que hoy gobierna?
Era un partido que ya estaba destinado a hacer ese papel triste en la historia política de Nicaragua. Gracias al pacto (con Alemán), Daniel pudo regresar al poder, porque él tenía muy poca base social; la base social del Frente había bajado considerablemente.
Desde entonces se comienzan a repartir el Estado entre los distintos poderes, entre sandinistas y liberales. Hablo de liberales del Partido Liberal Constitucional, de Arnoldo Alemán. Porque hay otros liberales, el liberal independiente, liberal no sé qué, y salieron otros.
En las elecciones del 2007 hubo unos 20 partidos. En las votaciones actuales había cuatro o cinco partidos zancudos y el Frente Sandinista.
Esa oposición prácticamente desapareció, porque moralmente no tenían absolutamente ninguna posibilidad de convencer al pueblo de nada y miraban al Frente como el eterno partido, un partido único que, creo, es lo que a mediano y largo plazo anda buscando Daniel y los suyos.
Hablo del momento cuando el Frente ya tiene todas las condiciones para regresar al poder. Y el mismo Frente dice, entre ellos, se dice, es voz pública: «El día que el Frente Sandinista regrese al poder no volverá a bajar».
Todas esas cosas nos recuerdan las dictaduras de Centroamérica, a los eternos caudillos, los sabios, los ungidos de Dios para gobernar, no importa si es en Europa o en América Latina, pero es que nosotros estamos curtidos de eso.
¿Hay posibilidad de nuevos partidos políticos, de jóvenes?
No pasa nada, porque el Frente los tiene arrinconados. Todo el panorama nacional lo corrompe, y en el mejor de los casos, la gente no quiere meterse en política, la gente lo que quiere es trabajo, educación, salud, desarrollo, paz. Y eso, el Frente Sandinista de alguna manera, entre comillas, entre grandes comillas, lo asegura mañosamente, dictatorialmente.
¿De qué manera?
No solo gobierna para los suyos, también compra. Hay un clientelismo, como se dice en política criolla, que los pobres reciben paquetitos de ayuda, anualmente. Unas migajas, prebendas para los suyos, sus diputados, la gente que trabaja en el gobierno; amarra a todos los trabajadores sociales porque los obliga. No los obliga a una militancia orgánica, los obliga a movilizarse para actividades políticas del Frente. O sea, los trabajadores del Estado están matriculados, emplanillados en el Frente como, entre comillas, socios o clientes.
Significa entonces que hay trabajo.
No, porque tiene un pueblo con más del 70 % de subempleo, como decimos «trabajador por cuenta propia», que es el que vende agua en las esquinas, el que vende fritanga en los barrios, el que hace un rubro de carpintería o de albañilería, pero no gana un trabajo asalariado y por lo tanto hay un seguro social enclenque y una seguridad social mala.
Todo eso provoca algunos malestares en el gobierno; el régimen lo va tratando de apagar con pequeñas represiones. Igual que en otros países, con golpes, encarcelamiento: te saco mañana o pasado mañana un poquito de una cuota de gas lacrimógeno. Te reprimen por aquí, te saca por allá, te quita el empleo y se lo da a otro familiar que hace las veces de soplón o lo que sea.
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Después viene un problema del seguro social y reprimen a unos viejitos porque le estaban quitando las pensiones, y vienen los estudiantes para apoyarlos y golpean a los viejitos y echan presos a los jóvenes y sigue esa presión hasta que mandan paramilitares. Primero, con tubos y garrotes. Empiezan los primeros heridos, hasta que vimos el primer muerto, que es un niño de apenas 15 años (Álvaro Conrado Dávila) por llevarle agua a un manifestante que está en una trinchera. Hay que tener en cuenta que es la juventud la que ha estado saliendo, juventud universitaria y los jóvenes de los últimos años de secundaria.
¿Qué rol entonces juegan ustedes, los veteranos, los artistas?
Los intelectuales, los poetas, los pensadores, los músicos, los artistas, hemos jugado un modesto papel, pero aclaratorio, porque nosotros fuimos militantes del Frente Sandinista, participamos en la lucha revolucionaria y en la construcción de un sueño que no llegó a realizarse y que se frustró. Entonces estos jóvenes, a algunos les dicen los nietos de Sandino, porque son nietos e hijos de revolucionarios o gente que participó en la revolución, o esta ideología de izquierda nacionalista que tienen como uno de los íconos más importantes de Sandino.
Pero en esa oposición, la minimizada, estaba también el Movimiento Renovador Sandinista y estaba otro movimiento por la salvación del sandinismo. Todavía estoy hablando de abril del 2018. Se empieza a dar esa manifestación y este liderazgo por primera vez en Nicaragua, es un liderazgo que llaman horizontal, no un liderazgo vertical.
¿Quién representa ese liderazgo?
No hay «un muchacho», no hay «un hombre», no hay «una muchacha» que sea «la que...», sino que convoca el movimiento de jóvenes. Empiezan a agruparse, asociaciones universitarias por la liberación de Nicaragua, azul y blanco, empiezan a salir una serie de siglas nuevas que son pequeños movimientos autónomos, independientes que inclusive cuando sale la primera marcha multitudinaria inmensa, la que quizás más temió el gobierno fue la Marcha de las Madres del 30 de mayo, que fue reprimida también porque fue cerca de un millón de personas, en esa marcha iban jóvenes, viejos, niños, mujeres, todos con la bandera nacional, pero iba encabezada por los jóvenes, por estos jóvenes de distintas organizaciones con un solo objetivo: no queremos más este régimen.
¿Cómo pensaron hacer entonces para poner fin a la dictadura? Es decir, pareciera que todos, en 2018, querían que se acabara, pero ¿cómo?
Es una cosa muy complicada, porque nadie estaba preparado para esto. Se retiraron los empresarios que habían hecho el pacto, se retiran y hacen silencio, nada más. Y no pasa nada. Y siguen los muertos, siguen las desapariciones, los presos políticos y el exilio empieza a crecer, a crecer, a crecer. Finalmente, el régimen engaña a los jóvenes y los llama a un diálogo, aprovecha ese espacio para organizarse como régimen.
Declara con una frase muy terrible: «Vamos con todo, con una operación limpieza», pero no se trata de limpieza, de quitar chunches, de quitar barricadas. No. Se trata de desaparecer a los dirigentes, encarcelarlos, matarlos, perseguirlos, acosarlos y con ellos, a los políticos o a los empresarios que empiezan a identificarse con estos jóvenes.
Ya entonces no es un asunto de generación, no es que van a echar preso o van a reprimir solo a los jóvenes que tienen entre 14 y 35 años. No. A todo aquel que esté en contra de este gobierno, que en realidad es una dictadura. Entonces se hacen leyes como la de ciberdelitos, una ley nueva de extranjeros y una ley nueva de libertad de expresión o de movilización.
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¿Eso fue lo que impidió que los periodistas entraran a Nicaragua para cubrir las elecciones?
Los periodistas no podían entrar en Nicaragua, particularmente para las elecciones. Pero lo peor de todo es que los periodistas en Nicaragua no pueden expresarse libremente. Hay más de 40 periodistas importantes y destacados en el exilio y hay otros que están prisioneros en las cárceles de Nicaragua, junto a dirigentes políticos, empresarios, presidentes de organizaciones... porque ellos le quitaron la personería jurídica a los tres partidos que le podían hacer sombra y le quitaron la personería jurídica a más de 50 organizaciones no gubernamentales, entre ellas la Fundación Mejía Godoy, que era una organización cultural, a una fundación de exalumnos de un colegio, a una fundación que trabaja con el cáncer de los niños.
Arrasaron con todo, con todo, todo, absolutamente todo lo que tenía que ver con este tipo de organizaciones que no estaban con el régimen o a favor del régimen, no necesariamente en contra, simplemente que no estaban de acuerdo con la manera de proceder de este gobierno.
Una de las palabras que hace eco en los nicaragüenses es «resistir». Jóvenes activistas en redes sociales que también tuvieron que irse de Nicaragua, hablan mucho de la resistencia, ¿cuánto tiempo más se puede resistir?
Nadie puede predecir el futuro. Pero creo que hay que tener esperanza, hay que tener fe, convicción, tener ideales, hay que tener mística también para eso. Y es correcto. El verbo es resistir. Y la palabra resistencia también es correcta. Pero antes de eso, hay que tener organización, o sea, organización y resistencia.
Para resistir hay que estar organizado. Creo que, sin ánimos de ser triunfalista ni nada, por supuesto que la manifestación de no salir a votar o votar «no», o en el peor de los casos, si te llevaban obligado —como a los empleados públicos—, y no votar fue una expresión de resistencia, de resistencia pacífica, en un contexto donde vos no sabes si esa misma resistencia pacífica puede ser reprimida.
También resistimos desde afuera, desde el exilio. El exilio tiene que ser una forma de organización del pueblo nicaragüense.
Hay más de cien prisioneros políticos, ¿qué puede pasar con ellos?
Algunos creemos, especulamos, que él (Daniel) los tiene como una forma para negociar con los organismos internacionales o con el gobierno de Estados Unidos o con la comunidad europea para tratar de maquillar su dictadura y que lo dejen gobernar en estos cinco años en condiciones, entre comillas, mejores que la actual.
Pero no son las condiciones que el pueblo desea en su mayoría. A todo esto hay que sumarle también que la pandemia del covid vino a complicar todo. Mucha gente está luchando dentro Nicaragua, está clandestina, o sea, tienen que estar movilizándose en casas de seguridad.
¿Cómo se organiza alguien desde el exilio?
No se trata solo de los exiliados que salieron huyendo o por decisión, como algunos de nosotros, para poder expresarnos. Voy a salir de Nicaragua porque adentro lo que me espera es la cárcel, la casa por cárcel o la persecución y el acoso. Es el autoexilio que llevamos nosotros.
Estamos en resistencia fuera de Nicaragua. Cuando hablo de la resistencia o la organización no hablo solo de los que salieron hace tres años, sino de todos los nicaragüenses que quieren organizarse para resistir ante esta dictadura. Eso es un poco de lo que lo que yo entiendo de los jóvenes y las organizaciones que están en la oposición ahora, en esa oposición que no son partidos políticos.
Como el mundo cambió con la tecnología y la internet, las redes sociales también son un arma de resistencia. Desde acá nos estamos expresando mucho sobre los que están adentro y los que están afuera. Hay muchos que no salieron en 2018 y aguantaron el 2019 y el 2020 y todavía una parte el 2021 y están saliendo en los últimos días. Todos los días estamos viendo que vienen a Costa Rica, o se van a Honduras o Guatemala. O hasta llegar a Estados Unidos.
¿Entonces cómo se sobrevive en un ambiente que no está preparado para una recepción masiva de exiliados?
Para muchos es más fácil cruzar la frontera de Costa Rica por algún punto ciego. Que es un riesgo grande. El problema es también para el gobierno de Costa Rica, que no está preparado para un exilio masivo como el actual. Toda esta gente que viene no tiene trabajo, no tiene documentos, incluso a jóvenes que han cursado años en la universidad les borraron de las computadoras sus estudios y todas sus referencias.
Estos jóvenes están sin papeles, sin posibilidad de trabajo ni de continuar su carrera en el momento en que se encontraban. Es grave. Es una situación muy difícil. Es una situación muy, muy, muy cabrona. Así es el exilio aquí en Costa Rica, el exilio de los refugiados políticos.
¿Cómo contribuye usted a este panorama?
Yo soy una persona mayor. Digo, a mí me gusta contribuir al optimismo no al pesimismo, no a la desesperanza. No. Posiblemente no voy a ver la libertad de Nicaragua, pero lucho por ella. Yo, posiblemente ya no voy a poder regresar a mi país, que me duele mucho, porque allá está mi familia, mis hijos, mis nietos, mi patria, mi tierra, mi identidad, todo.
Sin embargo, lucho con eso, porque si no, sería un egoísta. O, simplemente una persona que no le importa absolutamente nada de lo que sucede allá. Para mí, es muy complicado no comprometerme con esta lucha sin partido, sin bandera, sin ideología. ¿Seré un idealista? Pues, prefiero, creo que lo prefiero, y eso lo digo y lo canto.
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