¿Mejoró la izquierda o el voto contra el «establishment» o qué?
¿Mejoró la izquierda o el voto contra el «establishment» o qué?
- El 11 % de las curules del Congreso lo ocuparán personas de agrupaciones que se suelen considerar dentro del espectro de la izquierda. Creció el 2 % con respecto a 2015.
- Si se incluye a la UNE, tendrán el 45 %.
- La UNE se movió ideológicamente desde 2015 de progresista estatista a progresista liberal, más cerca del sector económico tradicional.
- Sandra Torres está en sus antípodas: estatista conservadora.
Las elecciones dieron algunas sorpresas, como el 10 % de votos obtenidos por Thelma Cabrera del Movimiento para la Liberación de los Pueblos (MLP) o el aumento de la bancada de la Unión del Cambio Nacional (UCN) en el Congreso. Pero también reflejaron un hartazgo del sistema de corrupción y cooptación de Estado.
Los votantes sancionaron en las urnas a varios partidos políticos dominantes, mientras fortaleció a otros que también lo son, o le apostaron a nuevas opciones de centroizquierda, izquierda e izquierda radical que ofrecen un discurso antisistema en distintos grados, en unos centrado en la lucha contra la corrupción generalizada, y en otros más ampliamente contra la forma de organización del Estado y la sociedad.
Después de la crisis política que sacudió a Guatemala en 2015, los partidos políticos no podían continuar de la misma forma. Al menos, eso es lo que se pensó en un inicio. Los cuatro años que transcurrieron entre 2015 y 2019 dieron lugar a una serie de retrocesos y tropiezos para la lucha contra la corrupción. Sin embargo, en este mismo tiempo también se gestaron las condiciones para que surgieran nuevos proyectos políticos, y se fortalecieran algunos que ya existían.
Los resultados de las elecciones generales de 2019 generaron ruido para ciertos sectores empresariales y tradicionales, sobre todo porque partidos denominados como de “izquierda” o “radicales” lograron posicionarse en las urnas.
En la elección presidencial, los partidos MLP, URNG-Maíz, Winaq, y Convergencia obtuvieron un equivalente al 18.61 % de votos, como ya explicó Mario Sosa. Multiplicaron casi por siete los resultados logrados por URNG-Maíz-Winaq y Movimiento Nueva República en el 2015.
El 11 % de las curules del Congreso lo ocuparán personas de agrupaciones que se suelen considerar dentro del espectro de la izquierda. Y Thelma Cabrera, del Movimiento para la Liberación de los Pueblos (MLP), consiguió el mejor resultado en tiempos recientes de un partido de izquierda en unas elecciones presidenciales: un 10 % de votos. A menos que entre los partidos de izquierda se cuente a la Unidad Nacional de la Esperanza.
Porque definir qué es la “izquierda” en Guatemala es algo lleno de trampas y complejidades.
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La politóloga Gabriela Carrera explica que, en la teoría, los proyectos que corresponden a esta tendencia son aquellos que defienden un Estado que de respuestas a las necesidades de la sociedad a través de una agenda de derechos que busquen la igualdad, modelos de desarrollo económicos con programas sociales, y que el Estado funja como un árbitro para las dinámicas económicas para velar por los bienes y recursos del territorio. Pero la historia de la izquierda en Guatemala es aparte.
«La tradicional centroizquierda se podría decir que es la UNE», explica la politóloga. A la UNE se la recuerda por el gobierno de Álvaro Colom (2008-2012), que desarrolló nuevos programas de asistencia como el de transferencias condicionadas y las Bolsas Solidarias.
Sin embargo, asegura, la izquierda partidaria es difícil de ver porque se trata de partidos con bases pequeñas que no son de masas, y fuera de la época electoral uno se pregunta dónde están. El único “histórico”, dice, es la Unidad Revolucionaria Guatemalteca (URNG).
La URNG, explica Carrera, es la única izquierda guatemalteca partidaria “sólida” que quedó después del conflicto armado interno. Luego hubo que esperar cerca de una década para que aparezca Winaq, un partido generalmente considerado de izquierda, aunque él mismo no se considere así, sino con una ideología propia desde la cosmovisión indígena; y casi dos décadas para que surjan propuestas de centroizquierda como Movimiento Semilla o de izquierda más radical como el MLP.
Los análisis doctrinarios de los partidos son difíciles en Guatemala porque la mayoría de las agrupaciones apenas logran esbozar los principios que sostienen sus programas políticos, y en las escasas ocasiones en que lo hacen, suelen desdibujarlos con sus conductas, y con múltiples miembros, diputados a menudo, que ni siquiera se adscriben a la esquemática doctrina propugnada por los partidos, cuando existe.
Por ejemplo, Por Quién Voto, una iniciativa ciudadana diseñada para ayudar a entender qué postula y dónde se encuentra cada partido en función de sus valores económicos y principios sociales, califica como progresistas a once partidos: Fuerza, Creo, Todos, UNE, Partido de Avanzada Nacional (PAN), Humanista, Semilla, Winaq, Bienestar Nacional (BIEN), Convergencia, Encuentro por Guatemala (EG), Libre, y URNG. La mayoría de ellos rara vez son vistos como tales, y suelen postular políticas o discursos abiertamente conservadores.
El académico Diego Vásquez Monterroso considera, de hecho, que solo la UNE, Semilla, Winaq, Convergencia, Encuentro por Guatemala (EG), Libre, y URNG entran dentro de esta clasificación. Estas agrupaciones (salvo Semilla, que no pudo participar) acumularon 45.29 % en las presidenciales. Sin la UNE de la ecuación, el resultado es 19.76 %.
Pero incluso los casos de Encuentro por Guatemala o UNE son ambiguos.
La UNE, o la izquierda que en la práctica parece no serlo
Este último es, electoralmente hablando, el partido más exitoso de la Democracia. Ha participado en cuatro comicios, ha estado en el balotaje en todos y ha ganado uno. Es el partido más institucionalizado y uno de los de mayor trayectoria, y de él cabría esperar solidez y predictibilidad. Pero no. Se define como socialdemócrata y forma parte de la Internacional Socialista, pero buena parte de sus ofertas de campaña más conspicuas, como su propuesta sobre prisiones y su discurso sobre la familia, se suele asociar internacionalmente con partidos de la derecha conservadora. Otros de sus postulados se alinean más con la derecha liberal.
En las coordenadas políticas de Por Quién Voto el partido liderado por Sandra Torres aparece en 2019 como progresista liberal, mientras en 2015, tenía un corte progresista estatista.
Rudy Herrera, analista de Por Quién Voto, destaca las contradicciones de la UNE. «La UNE se movió ideológicamente desde 2015. Es un partido que cambia de ideología, que dice lo que le conviene», subraya, y agrega que las posturas de campaña más notorias corresponden al intento de agradar a un sector económico tradicional, un apoyo que no tenían antes. Mientras tanto, Torres enarbola las ideas de un estatista conservador. Es decir, las de alguien teóricamente opuesto a su partido: más conservador en temas de principios y valores, y más flexible en lo económico.
Por eso a nadie le sorprende que, aunque en las elecciones en que participó obtuvo entre 30 y 50 escaños por elección, en varias ocasiones su bancada terminara mutilada, poco después, cuando muchos diputados, más afectos a sus propios intereses que a la línea doctrinaria, migraran a otra agrupación.
El Congreso presenta una distribución poco común para los partidos de izquierda. Según los conteos preliminares, sin la UNE, tendrán un 11 % de las curules, tres puntos más que en 2015. Por listado nacional, el MLP, Winaq, URNG-Maíz, y Convergencia obtuvieron 422,775 sufragios (10.46 %), lo que representa un crecimiento mínimo con relación 2015, cuando acumularon 416,184 votos (9.13 %). La UNE contará previsiblemente con 54 diputados, el 34 % del hemiciclo, cuatro puntos más que hoy.
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Si se toma en cuenta a la UNE, la cifra asciende al 45 %, algo menos de la mitad de los votos.
Pero el Legislativo presenta dificultades para la asociación que a menudo tienen que ver con las alianzas previas que han tenido algunos integrantes del partido UNE, la presión de las elites a través de sus operadores, y el posible bloqueo de iniciativas provenientes de partidos nuevos con bancadas relativamente pequeñas como Semilla o Bien. No será fácil llegar a acuerdos para los “antisistema” o “dignos”, como bromean en los pasillos del organismo.
No se trata de si son de izquierda, sino de si son antisistema
Porque a muchos de estos partidos no se les ve tanto como de izquierda cuanto opuestos al establishment. Samuel Pérez Álvarez, secretario general de Semilla, explica que a nivel mundial se ha dado un rompimiento de los ejes tradicionales políticos, por lo que queda insuficiente el marco teórico de la izquierda y derecha tradicionales. «Estamos en un momento en donde hay una creación de nuevas identidades políticas», dice y explica que ahí es dónde se ubican partidos como Semilla. Pérez considera que dentro de los factores que los ayudaron a posicionarse fue el proceso de creación de la agrupación, que los mantuvo en la opinión pública, y la precandidatura de Thelma Aldana. «Me gustaría pensar que la propuesta, la agenda legislativa, el plan de gobierno, y la coherencia también tuvo que ver, pero no estoy tan seguro», agrega.
El primer resultado sorpresa de la elección fue el apoyo hacia Thelma Cabrera del MLP. Obtener un 10 % de votos para la Presidencia es algo poco común para un partido nuevo. Más aún si tiene un proyecto de clase campesina que entraña un desafío radical al sistema establecido. El voto hacia ella se entiende como antisistema debido a las propuestas de gobierno que ofrecía como el Estado Plurinacional y Popular y la nacionalización de la energía eléctrica, una lucha que abandera el Comité de Desarrollo Campesino (Codeca) del que se desprende el MLP.
En realidad, esos resultados para la presidenciable del MLP no eran esperados. La agrupación buscaba una bancada sólida en el Congreso y algunas alcaldías. Sin embargo, solo consiguió posicionar una diputada.
José Echeverría, del Movimiento Cívico Nacional, asegura que la participación de la candidata y del movimiento coincide con un auge en propuestas socialdemócratas con más matices que logran llegar al Congreso.
Por ejemplo, el Movimiento Semilla.
Movimiento Semilla, una agrupación que surge como un grupo de análisis en 2014 y logra convertirse en partido en 2018, logró obtener siete curules. Es decir, representa el 4.37 % del Legislativo. Los futuros diputados vienen de movimientos estudiantiles, sociales, y anticorrupción que han trabajado desde 2015 en estos temas. Carrera considera que son una “izquierda urbana” que vino a quitarle espacio a Encuentro por Guatemala. Echeverría cree que la necesidad de ver nuevas caras en organismos con reputaciones dañadas como el Congreso «refleja un sentir de la población de buscar algo nuevo».
Pero al mismo tiempo le cuesta imaginar que su agenda legislativa sea de izquierda: él cree que es la propia de la de una derecha liberal o menos conservadora.
El partido Bien, apadrinado por Alfonso Portillo, consiguió ocho diputaciones (5 %). También es una propuesta nueva, aunque cuenta con caras conocidas como la exprimera dama Evelyn Morataya, y la actual diputada Andrea Villagrán. Villagrán, junto con otros candidatos como Ángel Ramírez, se han posicionado como rostros de la lucha contra la corrupción y a favor de la transparencia. Ramírez cuenta que el partido tuvo problemas de posicionamiento por varios factores, uno fue por el tema de financiamiento, otro por el tamaño de la agrupación, y otro por la falta de un candidato presidencial. Lo que los ayudó, considera, es la presencia de Portillo, a quien la gente toma como un líder político. El respaldo del expresidente sumado a una propuesta especializada en temas de transparencia para el Legislativo generó la empatía con el votante, explica Ramírez, a quien se le recuerda por haber trabajado en Congreso Transparente y Guatecambia.
Los votos para los ya conocidos: URNG, Winaq, UNE
A URNG y a Winaq se les daba por muertos, o casi. Los partidos no lograban obtener más del 2 % de votos en las elecciones anteriores. Tampoco lograron meter más de un diputado cada uno en la legislatura pasada. Sin embargo, el presidenciable de Winaq obtuvo un 5.22 % de votos y el partido consiguió cuatro curules. URNG no obtuvo un 2.6 % para su candidato, pero tres congresistas conformarán su bancada.
Ambos partidos retornaron a sus bases y ese trabajo se refleja en los resultados para diputaciones. Gabriela Carrera cuenta que la juventud Winaq es la que logró los nuevos aires y que liderazgos como el de Edwin Xol en Izabal ha dado lugar a un trabajo de bases que «se conjugó muy bien con la escogencia de presidenciable, porque llamó a un electorado erudito o que busca el conocimiento como parámetro de gobierno».
URNG obtuvo una diputación en Sololá, departamento en el que ganó Cabrera como candidata a la Presidencia. Los analistas consideran que la gran aglutinadora era la presidenciable y que en el resto de papeletas no se iba a reflejar la misma tendencia porque no tenían una cara conocida. Además, argumentan, las diputaciones y alcaldías siguen ligadas a cacicazgos. Lo cual es la piedra en el zapato de una buena parte de la política guatemalteca.
Los resultados, interpretan los analistas, dejan en evidencia que hay un descontento hacia la clase política. Desde 2015 se vende dentro de las agendas políticas la lucha contra la corrupción, algo que partidos nuevos como Semilla y el MLP, han usado en sus discursos y que los votantes esperan pueda ser trasladado al Legislativo, uno de los organismos con menos aprobación en el país.
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