Al igual que el de muchas y muchos más, el asesinato de Myrna fue una decisión y acción política del Estado de Guatemala. Fue un operativo que se llevó a cabo en el marco de los objetivos de la estrategia contrainsurgente. Fue, en definitiva, un acto de eliminación física de quien se consideraba enemigo interno.
No solo se trató de la decisión, sino del empleo de recursos, materiales y personas a fin de completar la misión asignada al comando ejecutor, desde la vigilancia previa en residencia, oficina y lugares de presencia regular hasta el seguimiento y las facilidades para la fuga del perpetrador. Beteta se fue a Estados Unidos. Allí fue capturado una vez identificado como sospechoso y finalmente sentenciado en Guatemala. Previamente, el investigador a cargo, José Miguel Mérida Escobar, había sido asesinado al ratificar el informe que documentaba la autoría estatal.
En el ir y venir para esclarecer el crimen y alcanzar justicia por la muerte extrajudicial de la antropóloga, una decisión férrea de no dejar este crimen en la impunidad fue la energía que movió montañas. Esa voluntad tiene un nombre, Helen Beatriz, hermana de Myrna, quien a lo largo de este cuarto de siglo no ha dejado de luchar. Primero, por esclarecer el crimen y alcanzar justicia por la autoría inmediata. Después, una vez determinadas las características de la operación, por la autoría mediata, es decir, la responsabilidad intelectual. Y no paró allí. Siguió hasta buscar esclarecer las condiciones del asesinato de Mérida Escobar.
En el camino también hubo aportes a la reforma del sistema de justicia, que representaba la base de garantía de impunidad a los perpetradores. Esa tarea sigue activa por cuanto, pese a las acciones constantes, aún se cultiva impunidad en las bases del sistema.
Muchos aportes individuales y colectivos han sido fundamentales para que la justicia en Guatemala empiece a desprenderse de las lacras de la corrupción. El esfuerzo de Helen en busca de que la muerte de Myrna no quede sin castigo es sin duda el primero de muchos aportes que han abonado a la superación de las fallas.
Aún queda bastante por andar, tanto en el entorno de administración e impartición de justicia como en el terreno político. En este último, al menos uno de los oficiales militares próximos a la operación que culminó con la muerte de Myrna Mack está activo en la política. César Augusto Nito Cabrera Mejía, oficial de inteligencia militar ahora retirado, es un miembro del instituto castrense hoy cercano al candidato presidencial Jimmy Morales. Según una publicación de CMI Guatemala, Morales ha planteado que, de obtener la presidencia, Cabrera Mejía sería su ministro de Gobernación.
Y esa es la tarea pendiente de la sociedad: la sanción política y social a perpetradores de violaciones de derechos humanos. El sistema que en teoría nutre la base de la democracia no puede continuar sirviendo para lavar la cara de quienes han arrebatado las vidas de guatemaltecas y guatemaltecos ya sea ejecutando directamente las acciones o planificando y ordenando estas.
La depuración del sistema judicial y ahora la del político son la mejor ofrenda que esta sociedad puede ofrecer a la memoria de un ser como Myrna Mack, quien dedicó su vida a explicar la realidad y las relaciones en Guatemala. Hacer que perdure su memoria es necesario para que el pasado de oscuridad y terror no vuelva a quitarnos el sueño de un mejor país. Las alas de la mariposa que un puñal pretendió cortar se extienden hoy para batir el aire con más fuerza que nunca.
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