Nicaragua sitiada por Ortega y por qué la izquierda teme criticar a la izquierda
Nicaragua sitiada por Ortega y por qué la izquierda teme criticar a la izquierda
Desde el anonimato, para protegerse de la represión que ha desatado el gobierno de Daniel Ortega Saavedra, pero más con coraje que temor, cuatro estudiantes nicaragüenses que la semana pasada estuvieron en Guatemala participando de una actividad académica, explican desde sus posiciones en resistencia, los orígenes de la crisis política que vive Nicaragua desde abril pasado, y critican las posiciones de la izquierda latinoamericana que prefieren respaldar a Ortega antes de que pueblo nicaragüense.
La primera condición antes de encender la grabadora: no pueden aparecer los nombres reales ni nada que les identifique. Únicamente que tienen vínculos con distintas universidades y que participan en las protestas contra el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega Saavedra, y su esposa y segunda al mando, Rosario Murillo, que comenzaron el 18 de abril. Nada más. “Tenemos que regresar a Nicaragua y tenemos miedo”, dice una de ellas. Son cuatro y la semana pasada estuvieron en Guatemala para participar en una actividad académica.
Estamos en un restaurante de la zona 1 de la capital de Guatemala, lejos de las marchas, los tranques y la represión. Posteriormente ofrecerán un conversatorio en la Universidad Rafael Landívar con el título “Reflexiones sobre Nicaragua”. Ahí pudieron hablar con libertad. Pero ellas regresan y temen que, si son identificadas, puedan sufrir consecuencias. Especialmente, tras la reciente aprobación de la Ley Antiterrorista, una normativa amplia, ambigua, que parece hecha a la medida de jóvenes disconformes como ellas.
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Si hace un año se lo hubiesen preguntado, ninguna de las cuatro hubiese sido capaz de prever todo lo que iban a padecer este 2018. Las calles llenas de manifestantes, los primeros muertos, compañeros baleados, un presidente, Daniel Ortega, que se niega a entregar el poder y un mito, el del sandinismo y su lucha contra la dictadura somocista, que se viene abajo.
Esta es una entrevista a cinco voces, donde las cuatro entrevistadas no pueden identificarse. Sus opiniones les representan a ellas, al sector estudiantil, a uno de los grupos, con objetivos bien distintos, que se unen en lo que ellas llaman “resistencia”. Hablamos de los porqués, de ideología, de organización social, de lucha y de futuro, algo sobre lo que no se atreven a vaticinar absolutamente nada.
¿Cuál es el origen de las protestas?
—La represión no empieza con las protestas de abril, empieza desde mucho antes. Siempre la policía estaba reprimiendo, la gente tenía miedo de salir a las calles—.
—El 14 de abril iniciaron las protestas para que se tomaran acciones para apagar el incendio en la reserva de Indio Maíz. Estas represiones se dieron fuera de la Universidad Centroamericana. Estábamos unos 120 jóvenes para pedir acciones para poner fin al siniestro, nos dirigíamos a la Asamblea Nacional y esparcieron a la policía para que nos atacaran. Para evitar enfrentamientos fuimos a la plaza de la Victoria a gritar consignas. Llegaron camionetas de antimotines para atacarnos. Muchas personas creyeron que los estudiantes, después de eso, íbamos a tener miedo. No fue así. Eso fue un jueves. El lunes se decretó la reforma del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS).
—Hicieron una reforma que no beneficiaba a nadie. Queda mal el empleador, porque tiene que pagar más dinero. El empleado, porque le quitan más de su salario, y también quedan mal los pensionados. Los estudiantes se levantaron para dar a conocer el descontento. Pero nuevamente comienza la represión, de una forma más brutal. Era 18 de abril por la tarde, las personas que salían de su trabajo apoyaron las protestas. La represión fue inimaginable. Pensamos que al día siguiente no iba a salir nadie. Ortega quedó replegado, porque despertó a un gigante.
—La reforma del INSS las hicieron a puerta cerrada, incluso excluyeron al sector empresarial. Esta fue una de las razones por las que la empresa privada se manifestó en contra”.
Ortega dio un paso atrás y retiró la reforma del INSS. Para entonces, las marchas ya exigían su salida del poder. ¿Cuál es el parteaguas?
—El punto clave que pasa del INSS a “Ortega renuncia” es cuando ellos empiezan a tirar balas de goma. Muchos muchachos perdieron un ojo. Luego empiezan a tirar con plomo. Desde la primera muerte ellos pensaron que íbamos a tener más miedo e íbamos a dejar de manifestarnos. Pero la brutalidad de la represión fue tanta que no se puede seguir viviendo así. Ya no es por la reforma, de la que luego se retractó. La Justicia pasa porque se vaya del poder. No queremos una Justicia con impunidad. Ha sido demasiado.
—La única forma que conoce Ortega de gobernar es a través del pacto, la corrupción y la violencia. Específicamente con palos y esta vez con pistolas. Lo que pasó el 19 de abril fue inusitado, porque llegaron con palos, piedras, les quitaron cámaras a periodistas, le robaron a gente y estaba la policía enfrente. Al día siguiente amanecieron las universidades alzadas, veíamos gases lacrimógenos, balas de goma, de plomo, en menos de 72 horas. El problema es que cuando Ortega se retracta de la reforma del INSS ya había como 80 muertos encima. Es un poco tarde para pensar que podía haberse solucionado con eso. Creo que Ortega lo hubiera solucionado con los primeros diez muertos, si acaso. Pero ya tenemos 448. Ya hay un punto de quiebre en el que no hay marcha atrás.
—Hemos vivido una masacre. Se supone que estábamos en tiempos de paz, que éramos el país más seguro de Centroamérica, pero era una pantalla. Porque a nosotros ya nos habían estado matando, a las mujeres habían estado matándonos, a los campesinos, a los indígenas. Matar a jóvenes en la ciudad a jóvenes, y de las maneras en las que lo estaban haciendo, eso fue la gota que derramó el vaso”.
¿Cómo ha sido la represión?
—Hemos vivido distintos tipos de represión. La del día 1 no se parece a la actual, que es el día 115. La primera etapa fue policía con su armamento entrando en las universidades con fuerzas de la Juventud Sandinista, que es como este brazo joven que parece una mara. Comenzaron otra fase en la que ya había francotiradores. Un momento emblemático fue cuando muere Álvaro Conrado, un muchacho de 15 años de un colegio de secundaria. Era atleta y para usar sus habilidades lo usaron para llevar agua de un lado a otro mientras los universitarios se enfrentaban a la policía. Recibió un disparo en el cuello, llego al hospital no lo atendieron, no lo atendieron en dos hospitales. ahora se está haciendo una cacería. Todas las personas que participaron en las protestas se les criminaliza. El 16 de julio se estableció la Ley contra el Terrorismo, que es demasiado general y deja abierto a que cualquiera sea catalogado de terrorista. Que hayamos salido de nuestro propio país para hablar de la situación del país puede catalogarnos de terrorista. El que anda en una marcha puede ser catalogado de terrorista. Los médicos son catalogados como terroristas por curar a los heridos. Todo tipo de protesta se está criminalizando. La gente tiene miedo.
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—A algunos líderes les han agarrado en la frontera. Hay 24.000 nicaragüenses en la frontera con Costa Rica. Se avecina una crisis migratoria muy fuerte. La gente está abandonando sus casas. Después de la fase de los paramilitares hemos pasado a la de la ley antiterrorista, las detenciones arbitrarias, las torturas, los secuestros y posibles cárceles clandestinas y métodos de persecución más sofisticados.
En algún momento en este proceso comienzan los tranques.
—Ya existían algunos, era en áreas de las universidades. En el diálogo se instaura un supuesto cese al fuego, pero en menos de 24 horas empiezan a atacar de nuevo las universidades con saña. Están utilizando el diálogo para darte tiempo y hacer lo que querás. Los tranques nacen como una respuesta de la población a cómo nos tratan los estudiantes. Fue económicamente muy importante, detuvo el flujo de una cantidad de furgones, estaba afectando a toda la economía de la región. Es un país que está en medio, si algo va de Costa Rica a Guatemala tiene que pasar por Nicaragua. Eran potentes en ese sentido, tenían mucho apoyo de la población, el operativo para desmontarlo costó 300 muertos. Vimos cosas espantosas. Masaya toda entera había un autogobierno proclamado, y ahí es donde ha habido la represión más fuerte. Monimbó que era un bastión del sandinismo, todo está huyendo, en Costa Rica exiliado.
¿Cómo se define la oposición?
—La oposición está muerta, no existe un partido que pueda denominarse de oposición. Se vendieron al orteguismo o al sandinismo. La verdad, no lo queremos, no es lo que queremos para Nicaragua. Mas que oposición es un pueblo en resistencia.
¿Quién compone esa resistencia?
—El problema es que esta alianza es bien variada, bien amplia, hay muchos sectores en medio. Está la empresa privada, el movimiento campesino, algunos sindicatos independientes, la iglesia, los estudiantes, y cada uno tiene sus intereses. Llegamos aquí por el pacto de Ortega con la empresa privada durante estos diez años, con sindicatos de mentira, cuando el principal socio comercial es EE.UU. La vieja oligarquía está haciendo sus propios tratos. Nosotros somos carne de cañón y hay gente que sabemos que está negociando por detrás.
—La Alianza Cívica por la Democracia y la Justicia que es la que estaba presente en el diálogo. Estaba compuesta por el movimiento campesino, movimiento estudiantil, movimiento feminista, empresarios, Costa Caribe, Upanic, que es la parte agropecuaria, el Cosep. Cada quién jala para sus propios intereses.
—Cuando hablamos de la columna vertebral, siento que está sostenida en la calle por estudiantes, campesinos y comunidades autogestionadas, que están organizándose para toda esta cuestión de los suministros y la resistencia interna. El problema es que el gobierno solo quiere dialogar con el gran capital. Y este todavía no ha hecho nada realmente importante. Están en la mesa de dialogo, han ido a paro como dos veces, tres, pero nunca han actuado con la beligerancia que nosotros quisiéramos. En estos momentos tienen medidas cautelares de la CIDH porque están amenazados.
¿Qué papel tiene la Iglesia Católica?
—Están como mediadores. Hace dos días, el canciller Denis Moncada fue a Vaticano a pedir que se sacara a los sacerdotes. Él habla de “injerencismo”, pero se va a pedir que se quite a los sacerdotes. Supuestamente no le recibió el papa Francisco. Es una cuestión compleja, porque se está intentando mediar, pero las personas que están en esa mesa de dialogo están siendo perseguidas.
Dicen que cada sector jala por sus intereses. ¿No hay un plan común? ¿Cómo se definen ideológicamente?
—Nosotras somos izquierdistas. Tenemos ese modelo. La ideología que tenemos los estudiantes y la sociedad civil es la horizontalidad. La historia demuestra que darle el poder a una sola persona no se puede. Hay países, poblaciones pequeñas, que han podido sostenerse y autogobernarse.
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—Todavía no hay un proyecto claro de hacia donde se quiere ir. Hay un proyecto de hacia donde no se quiere ir, que es el orteguismo y que Ortega siga en el poder. Desde la resistencia estudiantil entendemos mucho más que antes la importancia de estar politizados, organizados para resistir, porque es la mejor manera de un cambio. Creo que los movimientos sociales lo entienden así. En estos momentos no hay un partido político que presente un proyecto real. Suceden cosas tan urgentes, el derecho a la vida no lo tenemos garantizado, cosas como pensar en proyectos políticos siempre se dejan para después.
Ustedes se definen como izquierdistas, pero el Gobierno de Ortega enarbola la bandera de la izquierda y la revolución sandinista.
—Ellos son de izquierdas en cuanto al discurso. En los 80 el discurso concordaba con las acciones, hoy en día, o desde 2007, cuando Ortega toma el poder, el discurso no concuerda nada con las acciones que ha emprendido. Él es el mayor capitalista del país. Esa izquierda que ellos proclaman no es representativa. No es un problema solo de Nicaragua, es de todo Centroamérica y América Latina. Mel Zelaya defendiendo a Ortega, Sánchez Eren defendiendo a Ortega… Nos sentimos abandonados.
—Preferimos creer en otros procesos no institucionalizados, y no en esta izquierda rancia que al único fin que aspira es llegar al poder, controlarlo todo y enriquecerse ella. Es otra forma de neoliberalismo.
—La izquierda siempre ha tenido miedo de criticar a la izquierda.
—Me parece lamentable ver comentarios como los del foro de Sao Paulo, es una vergüenza total, con Maduro a la cabeza. Como si ser amigo de los violadores de Derechos Humanos fuera la nueva moda de la izquierda. O el FMLN o aquí mismo, URNG defendiendo a Ortega. Cuando lo que estamos viviendo son operativos de contrainsurgencia.
La retórica de Ortega les acusa de ser aliados de EE.UU. ¿Tiene algún papel Washington?
—Si ahora Marco Rubio (senador republicano) es el que nos da la mano y EE.UU. es culpa de ellos.
—En mi opinión eso está mal. El problema es que la gente se está muriendo, que probablemente tengamos que irnos del país. En este contexto no podemos decirle a la gente: “no te reúnas a Marco Rubio si te va a dar ayuda, aunque sea un pacto con el diablo”. Todo es tan diverso que mientras nosotras venimos de una reunión con un sindicato, hay quien se está reuniendo con congresistas republicanos en Washington. No podemos evitarlo. En estas circunstancias críticas necesitamos desgraciadamente, si va a servir algo, ni modo.
—La embajada de EE.UU. no ha tenido influencia alguna. Es Ortega el que ha tenido reuniones. La policía ataco la embajada y tuvieron que cambiar a la embajadora. Que digan que me reuní con alguien de EEUU y que me está pagando… no tengo ningún cheque. Es el mismo Ortega el que se ha estado reuniendo con diferentes personas del imperialismo, como él lo llama.
¿Qué es para ustedes el sandinismo?
—Nunca me identifiqué con el sandinismo, aunque sí que me identificaba con la izquierda. Nunca significo en mi vida nada más que dolor.
—Creo que son sentimientos encontrados en la población. Hay un sentimiento de traición, de dolor, de indignación, de malestar en general. Ahí es la parte critica. Solo el nombre no te hace ser de izquierda. Todo el mecanismo con el que ellos han venido gobernando no es de izquierda. Ellos han estado aliados con el gran capital. El modelo de desarrollo que impulsaban era lo más neoliberal posible, siempre enfocado a esta cuestión del monocultivo, del extractivismo. Todo en sus prácticas y en sus políticas, la izquierda solo era una gran pantalla que ahora se les cayó. Ahora estamos viendo lo que realmente es.
—Ortega, Rosario y su familia, porque ahora el Estado es su familia. La casa del FSNL está en la casa de Daniel Ortega, él es el secretario general, el alfa y el omega. Creo que se preocuparon de acabar con el sandinismo. No viene de ahora, sino de cuando vienen las primeras críticas y comenzaron las primeras purgas internas para acabar y devolverlo un sistema clientelista. Esto desemboca en que ahora un partido pertenece a una familia. El problema es que después de todo lo que ha pasado, tanta muerte y tanta represión, no sé qué va a pasar con el FSLN. No creo que la gente pueda ver su bandera sin pensar en muertes y masacre. Esto es lo más terrible que ha pasado en este país desde Somoza y la guerra de los 80. Va a quedar para el museo del horror y no creo que pueda identificarme con un partido o movimiento que quiera identificar el sandinismo.
—Todos crecimos con la hisotria de la revolución como una de las cosas más maravillosas que sucedieron en América Latina. Estudiábamos, la vivíamos, la veíamos, nos sentíamos orgullosos, a pesar de lo que era el orteguismo, y creo que lo seguimos estando, solo que es difícil, ese hilo ya se cortó.
—Creo que una de las lecciones que admirábamos era que había otras formas posibles de hacer las cosas. Pero ellos secuestraron el partido, el FSLN, el que liberó a Nicaragua de Somoza. Aunque tampoco fue solo el Frente. Fue el pueblo que le apoyó. Es un sentimiento de traición, que te sentís defraudada totalmente, porque le diste tu voto de confianza y luego hacen lo que hacen. Durante esta represión hay mucha gente que se identificaba con el sandinismo y ahora dicen que lo odian porque han matado a su hijo.
—Yo voté en 2007, cuando se le dio la oportunidad. En 2007 habían pasado 16 años de gobiernos neoliberales, con el país saqueado, una corrupción impresionante. Todo esto nos llevó a darle a una oportunidad a Ortega. Otra más. Arriesgamos eso. Hemos deseado lo menos peor.
Hagamos un ejercicio de abogado del diablo. ¿Podrían enumerar políticas positivas que hayan traído el Gobierno de Ortega?
—Para los sectores más desfavorecidos fue una gran cosa, el hecho de que se les diera una lámina de zinc, un cochinito… para ellos significaba mucho porque los otros gobiernos no daban nada. De ahí también viene cierta contradicción. Hay gente que dice: “nunca nos dieron nada y Ortega nos da, bueno pues ni modo”. Pero no debería ser así, no deberíamos desear lo menos peor. Es un país al que se puede explotar el turismo, la economía interna, y ellos la explotan, pero para ellos mismos. Ortega es el mayor empresario de todo el país, tiene empresas en todo el país.
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—Una cosa es la organización. Ortega ideó una estrategia y una red de organización que nadie tiene. Desde cada barrio hay gente organizada. Eso nadie lo ha hecho y él lo pudo lograr. Lamentablemente ha sido para mal, para matarnos, para vigilarnos. Vigilan todo, saben todo. Hay una cosa que se llama Consejo del Poder Ciudadano. Ellos son los que por medio de Whatsapp organizan ir a la marcha, a las turbas.
—Una de las cosas son los programas sociales: hambre cero, usura cero, plan amor para los más pequeños, que era dar el desayuno a los niños en las escuelas. La gente dice: “nunca nos dieron nada y este gobierno nos ha dado”. Pero si te das cuenta lo que nos da son migajas, y encima condicionadas. Porque si necesitas buscar un empleo necesitas una carta de respaldo del CPC de tu barrio que diga que eres militante sandinista. Todo está cooptado por el FSLN. Son sinónimos partido, Estado, familia, gobierno.
También se han registrado marchas a favor del Gobierno.
—La mayoría es gente que ha estado con ellos y que ha sacado algo de beneficio por estar con ellos. Otros son empleados del Gobierno, muchos de ellos son chantajeados, les dicen que si no van a la manifestación, si no van a la plaza, pueden ser despedidos. La gente tiene miedo, pero busca mecanismos y estrategias para hacer resistencia. Hay gente que llega temprano y se va, otros sacan permiso de vacaciones o sacan información.
—No hay dinero para pagar a la universidad, pero sí para ocuparlo en una marcha absurda con dinero público.
En la reciente reunión de la Organización de Estados Americanos (OEA), Guatemala se abstuvo en la votación en la que se aprobó una comisión especial sobre la violencia en Nicaragua.
—Separamos gobierno de población. El gobierno es una cosa. Sobre todo en Centroamérica. Guatemala se abstuvo, pero no fue el pueblo, sino el representante. Creo que el orteguismo se ha convertido en fascismo puro, se parece mucho a las tácticas de contrainsurgencia de Guatemala. Jimmy Morales se ve representado en Ortega. O sus negocios.
La violencia se ha desatado en los últimos meses. ¿Temen una escalada? ¿Podría desatarse una guerra?
—Estamos traumados de la guerra. No queremos una guerra. Los costos humanos que hemos vivido han sido brutales, pero el de una guerra sería mucho mayor. Como generación no estamos preparados para tal. Aunque nos armáramos sería otra masacre, porque no estamos preparados para eso.
—Hay morteros, molotov, si quieren llamar a eso arma. A mí me han disparado con revolver, enfrente mío, atacaron a mis compañeros. Yo he tenido un lanzamortero en la mano. Con un mortero o un molotov puedes matar, pero es mucho más difícil. Estamos llevando una guerra pacífica.
—Es una masacre. No tenemos armas. Un día nos despertamos y nos dimos cuenta de que nos estaban matando.
¿Qué esperan del futuro? ¿Seguirán las protestas?
—Vamos a seguir hasta que se vaya. Me sorprende que llevemos cuatro meses. En otros tiempos, empezábamos la lucha y regresábamos a nuestros grupitos. Se ha sumado gente, la gente sabe que si nosotros paramos ellos es para que ellos vengan y se sientan con el derecho de matarnos, más todavía, un exterminio hasta que no quede la bandera sandinista. Sabemos que no podemos parar. Estamos abiertos completamente, puede que no sea este momento, tal vez el año que viene.
— Las próximas elecciones son hasta 2021. Si Ortega se queda, todos tendremos que salir huyendo. Nos seguirá matando. Gobernará sobre una pila de cadáveres. En el caso de que se fuera, no hay una representatividad, porque todos los partidos son partidos zancudos, que le corresponden al gobierno, y que están comprados por los intereses de Daniel Ortega. Si viene otro partido no va a gobernar en paz. Va a suceder lo que ocurrió en los 16 años de gobierno neoliberal, en los que Ortega gobernaba desde abajo. Las turbas van a estar, la delincuencia y la violencia va a subir. Nicaragua está en una situación incierta. No hay un partido en el que los ciudadanos puedan confiar. Estamos hartos de esta política asquerosa, de estos partidos que velan por sus intereses y el poder y les vale la población.
—No tenemos mucho que perder, no tenemos muchas opciones. Nos queda una temporada en el Chipote o alguna cárcel clandestina, que te maten o el exilio. Una vida tranquila es imposible. No se puede gobernar solo por la fuerza, es insostenible. La historia lo ha demostrado.
—Los mediadores hablaban de que si se llegaba a un acuerdo para democratizar el país, sería a través no solo de elecciones libres, sino de hacer una limpieza total en el Consejo Supremo de Justicia, en el Consejo Supremo Electoral, en la policía, porque todo está viciado por el partido. Si todo se cumplía, esas elecciones se iban a celebrar en el primer trimestre de 2019. Pero el dialogo en estos momentos está parado.
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