La del volcán de Fuego es una tragedia lamentable cuyas víctimas son nuevamente los ciudadanos y las ciudadanas más vulnerables de Guatemala, como las de El Cambray, el Pacayazo, el huracán Mitch y un largo etcétera. Nos une la tragedia mientras el Estado nos falla.
¿Se atreverá el presidente James Morales a pedirle hoy a su aliado Donald Trump un TPS?
Lo dudo mucho, aunque podría aprovechar el momento para cobrarle el favor a Donald Trump por haber movido la embajada de Guatemala a Jerusalén y porque el TPS se otorga a países que han sufrido desastres naturales o conflictos armados internos.
Tal estatus de protección temporal, que ampara a inmigrantes para que no sean deportados y adquieran un permiso para trabajar legalmente en Estados Unidos, sigue vigente pese a las medidas de Trump que buscan eliminarlo. A pesar de los decretos de Trump, la batalla legal aún empieza con demandas legales que buscan bloquear su derogación.
Álvaro Arzú Irigoyen, por cierto, rehusó la oferta del presidente Bill Clinton de un TPS cuando fue el huracán Mitch. Por eso Guatemala nunca ha contado con esa protección, como Honduras, Nicaragua y El Salvador.
A morales se le presenta por enésima vez una oportunidad de rectificar su absurda forma de gobernar. Esta vez ha sido el volcán de Fuego el que le ha dado un golpe para que despierte.
Claro que el inepto de Jimmy Morales no va a despertar. Pero, ante el vacío que provoca su falta de liderazgo para unificar el país, el pueblo igualmente va a seguir unificándose más. No solo en la plaza, sino en sus comunidades de origen. Por una u otra razón, miles de comunidades marginales rurales, suburbanas y urbanas se ven obligadas a vivir en situaciones precarias y de mucha vulnerabilidad sin que el Estado haga nada para sacarlas, si no de la pobreza extrema, por lo menos de situaciones de riesgo. Quien gobierna Guatemala tiene la cabeza llena de sus propios problemas legales y familiares, lo cual no le permite gobernar como debe.
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Las declaraciones de Morales durante su primera actuación pública ante el desastre natural que sufre gran parte de Guatemala: «Me da vergüenza decirlo, pero, gracias [sic] a la Ley de Presupuesto Nacional, no contamos con un solo centavo para asistir a las víctimas» de la erupción volcánica. Eso no solo demuestra ignorancia de la Ley de Protección Civil, sino que constituye también una opinión estúpida e inexacta de la crisis. Sus palabras demuestran su falta de capacidad como gobernante y su ignorancia en materia de gobernabilidad.
Ante el vacío del «mal gobierno», como dice la consigna zapatista, al pueblo no le queda otra que autogobernarse y autogestionar su bien común donde el gobierno no está presente, donde solo se aparece para la foto.
Con todo y el chaleco anaranjado de la Conred, durante su primera aparición, Morales la cagó, como decimos, aun antes de empezar a utilizar la tragedia volcánica a favor de sus intereses particulares y de partido.
Jimmy Morales le mostró a Guatemala quién es él realmente. ¿Ni corrupto ni ladrón? No, simplemente un ciudadano común y corriente sin preparación para ser un estadista, sin la menor idea del cúmulo de responsabilidades que le tocan como presidente de una república todavía bananera. Entrampado en su fe judeocristiana, cayó en las garras de Israel y de Estados Unidos en el tema de Jerusalén. Ahora es evidente que sus acciones diplomáticas no le han dado ningún rédito, sino todo lo contrario: lo han puesto en una posición aislada y muy lejana de incidir diplomáticamente a favor de su propia gente, como las familias que están siendo separadas y encarceladas en la frontera Estados Unidos-México.
Diplomáticamente, Jimmy Morales está agarrado de los huevos, como decimos. No digamos por el departamento de justicia de Guatemala.
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