Abogado, sociólogo, intelectual, sancarlista, huelguero, hombre de mundo y lucido. Ante todo lucido. Estuvo siempre del lado de los olvidados y los excluidos. Reivindicó desde la academia y desde su acción política sus cosmovisiones y sus derechos. Escribió varias obras con el ojo crítico de quien quiere un país mejor, respeta su diversidad y busca integrarla al desarrollo. A lo largo de su vida utilizó criterios científicos para explicar los procesos sociales e históricos de Guatemala. Debatió hasta el cansancio el marxismo ortodoxo y se burló con argumentos del peor de los conservadurismos, esos que han cohabitado con los autoritarismos que han aniquilado, matado y humillado. Puso en el centro de la mesa novedosas discusiones sobre la colonización de nuestras mentes y el profundo racismo que se encontraba en la relación indígenas-ladinos.
Producto de conversaciones sobre el pasado, de los actos de terror que nunca deben repetirse y de la necesidad de mantener intacta la memoria, escuché a mis papás decir que los homenajes también debían hacerse en vida. Después de tanto sufrimiento y de tanta lucha por las calles y las aulas de este país, únicamente nos habían quedado las plaquetas, los bustos y los cementerios para honrar a los nuestros, a los que en sus campos de acción habían dejado sus huellas y sus ideas imborrables. En octubre de 2016, a Andrea Rodríguez, Andrés Gutiérrez, Ricardo Laparra, Amparo Gómez y Kevin Fernández (integrantes de la Comisión de Cultura de la Asociación de Estudiantes de la Escuela de Ciencia Política —AECP—) se les ocurrió la brillante idea de llevar al auditórium de la escuela al profesor Guzmán-Böckler para que disertara sobre su libro Donde enmudecen las conciencias.
Se empezaba a organizar la disertación cuando el secretariado de la asociación y Acción Crítica decidieron aprovechar la llegada de Guzmán-Böckler a la que fuera su primera casa de estudios superiores para homenajearlo. Así se hizo. El día que llegó don Carlos a la unidad académica que él ayudó a fundar lo recibimos y despedimos con una obra in situ, boleros, flores y cohetes. Quién diría que tres meses después estaría despidiéndose de la vida. Me quedo con la frase más coherente y contundente que dijo aquella mañana: «Nuestra mente ha sido moldeada por los centros de estudios de otros lugares que nada tienen que ver con nuestra realidad». La claridad de estas palabras nos servirá para seguir afrontando los días que vendrán en la academia y en las luchas sociales.
Guzmán-Böckler falleció el 31 de enero del presente año, el día que se conmemoraba un aniversario más de la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC), su alma mater. Los comprometidos con la ciencia y la sociedad deben celebrarse y despedirse juntos. Pero, además de poético, también es un grito de alerta, ya que se fue una de las personas que más aportaron a las ciencias sociales el día que recordamos integralmente a la USAC, lo cual implica recordar la decadencia académica en la que está sumida la universidad. La partida de don Carlos nos pone en alerta. La avanzada universitaria que se niega a ver la muerte de la histórica casa de estudios debe intensificar el rescate de la universidad pública, y dicho reto debe asumirse como un deber ético, social, político y cultural.
No cabe duda de que los homenajes se hacen en vida, y me alegra que los estudiantes de la escuela y los que decidimos hacer política estudiantil hayamos podido honrarlo (y ahora despedirlo) con academia y dignidad. Como reza el mensaje de duelo de la AECP: «La genialidad de su obra trascenderá en la historia como uno de los pilares de la interpretación social guatemalteca […] Es imperativo, entonces, releer y revalorizar sus contribuciones a la ciencia como tributo a su vida y continuación de su legado». Doctor Carlos Guzmán-Böckler, gracias por tanto. Seguiremos llevándolo en el corazón de las ciencias sociales. ¡Hasta siempre!
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