Posiblemente, uno de los objetivos más importantes de todo pensador político consiste en desarrollar una estrategia mediante la cual los individuos queden sujetados al poder en una suerte de vasallaje auto(re)productivo. Lo que podemos denominar como subjetivación, conlleva no solamente la idea de la sujeción del sujeto a cierto dominio sin la necesidad de la autoridad o el despliegue la fuerza violenta, sino la fascinación por su encadenamiento, que el mismo sujeto desarrolla.
La Real Sociedad Patriótica de Guatemala convocó a finales del siglo XVIII a un concurso que premiaría a la memoria que mejor respondiera esta interrogante: ¿utilidades de que todos los indios y ladinos se vistan y calcen a la española y medios para conseguirlo sin violencia, coacción, ni mandato; utilidades físicas, morales y políticas, que experimentarán ellos mismos; proponiendo los medios más suaves, sencillos y practicables para reducirlos al uso de éstas cosas?
Transcribo a continuación una pequeña parte de la memoria ganadora, escrita por Matías de Córdova. En este texto es apreciable cómo en ese entonces inicia el proceso de lo que podríamos comprender como el acento colonial de la “modernidad capitalista guatemalteca” que se cristaliza en el ethos nacional dominante. Igualmente, podremos encontrar en el escrito algunos rasgos fundacionales de la ideología liberal vernácula que ha servido como fuente de indoctrinamiento de la “burguesía de servidumbre” de cuello blanco (encarnada en lo que algunos llaman las clases medias wannabe).
El punto central del argumento pretende dar solución al “problema” con el que se enfrentaban los criollos en ese entonces: ¿cómo invertir (en el sentido de darle la vuelta a) la relación de necesidad que ellos (criollos y españoles) tenían hacia los indios, a una relación en la que los indios (mulatos y ladinos) necesitaran de ellos?, es decir, ¿cómo hacer para que ellos necesiten más de nosotros que nosotros de ellos? Veamos el texto entonces:
“El hombre será infeliz siempre que le falte aquello que le conviene por naturaleza. Esto es verdadero en cualquiera sentido que se tome. Al hombre le conviene por disposición de su autor tener conexión con otros hombres. La divinidad lo hizo sociable. El vínculo de esta sociedad es la mutua necesidad que tenemos los unos de los otros. Nadie presta su auxilio sino por el interés de la retribución, y por esta causa es lo más interesante este equilibrio.
El número de comodidades está en razón directa del número de los que contribuyen a socorrer las necesidades. Como el hombre es insuficiente por si solo, a proporción del número que supla su insuficiencia estará más utilizado. A medida de las distintas especies de necesidades que tenga un particular, se esforzará a utilizar en una especie de socorro a todos aquellos de quienes necesite. El zapatero, v. gr., remienda la descalcés a los que le suministran y preparan el trigo, a los que siembran el lino, trabajan los lienzos, les cosen el vestido, &c. Esto se ve claro en la moneda inventada para simplificar los mutuos auxilios.
Es igualmente cierto que falta en nosotros el vinculo de sociedad. Únicamente lo que podrá dudarse es si somos nosotros mas infelices que los Indios y Mulatos, pues necesitamos mas nosotros de ellos, que ellos de nosotros. Con todo es preciso hacer demostración de lo primero. El Indio no ha menester nuestro comercio, ni nuestros jornales, y por consiguiente no está unido con el mutuo vínculo de necesidad. Cada Indio, Negro, Mulato, Mestizo, y algún español pobre, no necesita más que a su mujer. Ella le prepara el maíz que siembra, y ambos habitan una despreciable choza, negados a toda civilidad, sin necesitar de otra persona para vestirse y sustentarse. Este hombre no echa menos el dinero para remediar sus necesidades, y será un necio si interrumpe el sueño de su pereza, arrancando, cavando, &c., por adquirir una cosa superflua. De esto proviene que si están cerca de la ciudad, y se ven precisados al trabajo, separan un medio del jornal para comer y lo demás se lo beben en chicha. De suerte que si no se emprende mantener el equilibrio de las necesidades, cada día hará más progresos la embriaguéz.
Únicamente necesitando los Indios y Mulatos vestir, y calzarse, se excitarán del ocio, gozarán una vida cómoda, y asegurarán su felicidad, necesitando los unos de los otros, que es lo que hace al hombre sociable. Porque supongamos a todos vestidos, y calzados: ya el Indio necesitará a los artesanos y a los comerciantes, lo mismo que nosotros. Estos tendrán más expendio, y aquellos en que poderse ejercitar. Tendrá aumento el ganado menor, y los que tejen el peñatelo lo harán más fino y barato. En este caso no combinarían las ganancias con las pocas varas que se venden. Y esto mismo es fácil conocer en todos los géneros y oficios…
…Otros dicen que tenemos interés en que se esté el mundo como está, y que nos distingamos unos de otros. No dan la razón en qué se fundan. Juzgan desde luego que sucederá un trastorno, por el cual los Indios y Mulatos serán superiores a nosotros. Pero esto ya se ve es un temor sin fundamento. Si creen que padecen sus intereses, es falso, pues antes se mejoran: y si creen que se rebaja algo de su estimación solamente con la igualdad del vestido, hagan el animo de abandonar una nobleza que solo consiste en la recomendación del sastre. El grado de nobleza se calcula por los inferiores, de suerte que si el noble reduce a nada el término de su comparación, destruye su nobleza haciéndose él ínfimo. Si los indios son quasi nada, ¿qué elevación tendrán sus superiores? Hasta la vanidad y el amor propio favorece una causa, que solo tiene contra sí la preocupación…”
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