Parece que hablar de la historia es hablar del tiempo. Entre la cosmovisión maya y mis amigos astrofísicos cada vez entiendo menos del tiempo, el espacio-tiempo, al parecer es fácil de entender, pero veo el reloj y el espejo a la vez y nada, hablar del tiempo es hablar de una de las abstracciones más radicales de nuestra consciencia, y la historia tan bien portada ahí paradita en un pasillo, haciendo la fila ordenadita, bien peinada: un sociólogo mexicano del Colegio de la frontera Norte, me ...
Parece que hablar de la historia es hablar del tiempo. Entre la cosmovisión maya y mis amigos astrofísicos cada vez entiendo menos del tiempo, el espacio-tiempo, al parecer es fácil de entender, pero veo el reloj y el espejo a la vez y nada, hablar del tiempo es hablar de una de las abstracciones más radicales de nuestra consciencia, y la historia tan bien portada ahí paradita en un pasillo, haciendo la fila ordenadita, bien peinada: un sociólogo mexicano del Colegio de la frontera Norte, me comentaba de lo común que eran los relatos dislocados de los migrantes, relatos sin pies ni cabeza, con saltos en el tiempo y en el espacio, relatos realmente “sin sentido”, nosotros, decía refiriéndose a los chicos de las ciencias sociales, paramos organizando el discurso para tratar de llegar a donde nos interesa llegar. El tiempo, como esa idea de hablar del retraso en Guatemala, el poeta alemán Hans Magnus Enzensberger sintetiza una visión matemática del tiempo llama “teoría de la tansformación pastelera”: "Siguiendo el modelo de la transformación pastelera, la masa se disuelve en una cantidad infinita de puntos errantes que se separan unos de otros para volver a encontrarse más tarde, sin que nadie sepa cuándo ni por medio de qué rodeos. De este modo tienen lugar inagotables contactos entre las más diversas capas cronológicas". Así explica el poeta lo que conocemos como un pastel milhojas, así el tiempo, los saltos en la historia, todo esto porque me da muchas vueltas en la cabeza la idea que Guatemala no vive un retraso, al contrario, Guatemala hoy, inicios del siglo XXI, es el futuro de la humanidad, hemos acelerado los procesos que la humanidad ha venido armando desde un par de milenios, y la conclusión es simple, el sistema en el que nos metimos nos destruye a gran velocidad, amigos terrícolas, véanse en este espejo del futuro: nos destruimos, defendemos a ultranza la máquina de terror. Los sueños nos vienen de otro lado, quizá de las piedras, de donde resurgirá la vida en algunos miles de años, muy probablemente sin nosotros. Poéticas serán las bacterias, o el simple sol creciendo y absorbiéndonos justo antes de convertirse en una enana blanca. Un día en la sublime altura del templo IV de Tikal escuché a un niño preguntarle a su papá “¿cuándo van a terminar de construir esto?”
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