Ruk’u’x, resistir desde y con el arte
Ruk’u’x, resistir desde y con el arte
El Movimiento Ruk’u’x es un colectivo integrado por más de cien artistas indígenas de Guatemala. Surgió en 2010 como un grupo intercomunitario que pretende generar espacios de exposición para su trabajo. Después de ocho años de realizar festivales culturales, se han convertido en un grupo que buscar visibilizar la desigualdad.
Nakbé Gómez tiene 27 años y vive en la ciudad de Quetzaltenango. Su título académico la certifica como contadora pública y auditora y los versos de sus libros como poeta. Pertenece al grupo de teatro en Xela “Artsénico”, al que se integró en la década pasada. Ha participado en obras de teatro, pero nunca había expuesto su trabajo como poeta, hasta que encontró una oportunidad en la quinta edición del Festival Ruk’u’x, donde el movimiento al que pertenece desde 2016 le cedió el micrófono.
Llevado a cabo el 10 y 11 de noviembre de 2018, en la cabecera departamental de Sololá, el Festival Ruk’u’x congregó a artistas indígenas de todo el país. Entre ellos, Tito Medina, cantante maya-mestizo como el mismo se autoidentifica, originario de Izabal, y líder del desaparecido grupo de música de protesta Kin Lalat (Nosotros cantamos, nosotros sonamos, en idioma k’iche).
Mientras el turno de Nakbé se acercaba, Medina levantaba a la gente de sus asientos y hacía que el frío poco a poco se olvidara y se prestara más atención a sus letras y al sonido de la chirimilla. Nakbé ya estaba entre el público. Llegó al festival celebrado en la calle aledaña a la Torre Centroamericana, frente al parque municipal, con la ansiedad en la garganta y las manos empapadas.
Nakbé logró equilibrar sus nervios con la ilusión de declamar ante un público de al menos 50 personas. Sus poemas se centran en la naturaleza y en la conexión que tiene con los seres humanos, parte de la cosmovisión maya que ha aprendido desde pequeña, pues forma parte de la etnia maya-k'iche’.
Era hora. El micrófono esperaba a Nakbé que se dirigía a las gradas acompañada de otros tres poetas. La gente aplaudía, se emocionaba y les pedían más poemas, como si fuera un concierto y quisieran corear una de las canciones más famosas. No lo creía. Su primera experiencia declamando era más de lo que esperaba.
En paralelo, algunas otras expresiones se llevaron a cabo en los alrededores del parque. Exposición de escultura y pintura realizada por niños y niñas de entre 7 y 15 años, talleres de bordado para difundir la cosmovisión en los tejidos y la presentación de las “cajas mágicas” en el parque. “Es una manera de hacer teatro a través de un método audiovisual”, explica Damaris Tema, quien viajó desde Cantel, Quetzaltenango, para presentar el trabajo aprendido con el colectivo Armadillo, quienes iniciaron con estas cajas teatrales. “Son obras de teatro en miniatura, basadas en reflexiones sobre el medio ambiente o historias personales. Mientras escuchas la historia, ves las figuras en la cajita”, explica. La dinámica consiste en colocarse unos audífonos para que una voz grabada narre la historia, pegar un ojo a la caja, que es similar a una caja de zapatos, pero hecha de madera, y escuchar mientras observas figuras hechas de papel que dan vuelta en el interior.
El festival, año con año busca exponer el arte desde la identidad indígena, un acto que sus miembros consideran como una forma de resistencia. “Nuestra postura política es la voluntad de armar un festival de arte maya en la calle e identificarnos. Frente a la población, frente a la autoridad. Me parece genial que podamos pararnos y decir: existimos; aquí estamos”, comenta Gómez, quien no ocultó su emoción por formar parte del movimiento.
“Cuando hay un movimiento que hace tambalear las formas aceptadas de hacer arte, entonces la misma sociedad mestiza se confronta. Con estos eventos se pretende conocer al otro, sin embargo, hay prejuicios y no se logra la apertura esperada”, explica Magda Angélica García, cantautora e investigadora de la diversidad sociocultural e interculturalidad de la Universidad Rafael Landívar.
El corazón
Ruk’u’x es una palabra kaqchikel que significa “nuestro corazón”, explica Byron Hernández, escultor y miembro de la junta directiva del movimiento, a la que nombran, también en kaqchikel, como Ajpatän (quien tiene a su cargo una responsabilidad).
La idea de crear un movimiento ya se escuchaba al inicio de la década, pero se concretó hasta después del asesinato, en 2010, de Lisandro Guarcax, miembro del Grupo Sotz’il de música y danza maya kaqchikel. Guarcax había desperdigado la idea entre el gremio como una iniciativa que deseaba concretar, y que tomó fuerza después de su partida. “La muerte de él significó el estallido de la expresión artística maya, teniendo un referente, un mártir”, comenta Hernández.
“Lisandro organizó una primera actividad comunitaria para honrar a los abuelos y las abuelas músicos de la región a principios de 2010. Fue un homenaje que sirvió para empezar a articular el movimiento, pero aún no tenía nombre”, recuerda Alicia Sen, viuda de Guarcax y actual coordinadora del Movimiento Ruk’u’x.
Artistas indígenas de todo el país acudieron al llamado del Grupo Sotz’il para realizar un festival artístico que denunciara el asesinato de Guarcax, quien tras una negociación opaca con sus secuestradores, le fue arrebatada la vida.
Alicia Sen relata que la popularidad de Sotz’il estaba en un punto efervescente. “Eran bien recibidos en sus giras y el proyecto cada vez era más sólido. Creemos que eso tuvo que ver con el secuestro. Además, los muchachos se dejaron crecer el pelo y algunos lo vieron mal y se preguntaban en qué andaban metidos. Pero el pelo largo es algo que va de la mano con nuestra cultura maya”.
García comenta que la resistencia no solo está en el conflicto y en el encuentro con las plazas al manifestarse. También está en la mera existencia para algunos grupos que se enfrentan a la discriminación o las desigualdades. “Ruk’u’x ejerce un papel importante no solo en el arte, que es bueno porque fortalece las manifestaciones de los pueblos mayas, sino además en lo social. Son un movimiento de resistencia que no implica la típica confrontación”.
“Además, como parte de sus creencias y su cosmovisión, mantienen la decisión colectiva como un pilar desde la organización y en la práctica”, agrega. El movimiento se encuentra dirigido por Ajpatän: 16 personas que llevan la dirección del movimiento, elegidos entre todos los integrantes. El equipo Kej que representa la columna y la autoridad; el equipo E que se encarga de la gestión de las actividades; el equipo Noj, responsable de las formaciones para artistas; y el equipo Iq’ que es el viento, la divulgación, el equipo de comunicación. Representados en ellos están cuatro de los veinte cargadores del tiempo, que según la cosmovisión maya son el equilibrio de los días.
“A partir de allí todo es un proceso democrático. En las asambleas se elige quiénes dirigirán el movimiento cada dos años”, explica Sen, quien refiere que una de las asambleas más confluidas tuvo entre 75 y 80 personas. “Desde ese espacio se ha dispuesto la creación de festivales en Rabinal, Baja Verapaz o Camotán, Chiquimula, y así expandir el arte por todo el país”, explica.
“En la capital hay galerías de arte y se organizan exposiciones, pero no hay tanto espacio para el arte de los pueblos originarios”, denuncia Hernández, quien fundamenta la creación de espacios culturales dentro de las comunidades. “El año pasado tuvimos a un escultor de Todos Santos (Huehuetenango) que trabajaba con raíces de árboles. Un abuelo, un anciano que no había expuesto su trabajo y fue su primera vez”.
El espacio para esas nuevas expresiones surgió en Ajpatän. La diversidad de expositores y la temática de los festivales no es tomado a la ligera. La quinta edición estuvo dedicada a la semilla, a la niñez, “para que a través de ellas y ellos sigamos reivindicando nuestras luchas”, explica Sara Mux, activista indígena en temas de juventud y política.
El primer día del festival transcurrió entre letras de protesta hacia el gobierno que señalan como excluyente, donde también honraron a las abuelas y los abuelos, rechazaron la explotación de los recursos naturales y aplaudieron la fortaleza que debe ser transmitida a la niñez. El Grupo de teatro Hormiga, el rap en tz’utujil de Poesía Loca y la banda Trixanos Rock, quienes viajaron desde de San Andrés Semetabaj, fueron los encargados de cerrar.
“Este evento también es un homenaje a quienes están presos injustamente. Recordemos que al aire no se le puede enjaular, y por eso celebramos, por la libertad”. Así definió al festival el poeta Daniel Caño, oriundo de Santa Eulalia, Huehuetenango. “Es necesario protestar a través del arte porque en medio de tanta distracción, descuidamos y olvidamos el lado sensible del corazón”.
“El arte es entendido como una reacción frente al entorno de la persona artista. Cada quien toma una posición ante ello y se expresa. Este movimiento afianza sus raíces, genera redes y construye puentes entre los pueblos”, dice García.
Un movimiento con pies propios
“El arte ha sido fundamental para mi forma de vida. Generar espacios para mí es algo muy natural. Lo hemos hecho entre todos en nuestra comunidad”. Chumilkaj Nicho, de 23 años, es una de las artistas más jóvenes del movimiento y de la junta directiva a partir de marzo de este año. Nació y creció en San Juan Comalapa, rodeada de primos poetas, tías tejedoras, una madre pintora, un abuelo músico y un padre que siempre ha soñado con ser cantante. “La mayoría son miembros de Ruk’u’x”, agrega. Nicho es cantautora y considera que su espacio está en la creación de letras para niñas y niños.
El viento matutino del segundo día alcanzaba los huesos. Chumilkaj fue la encargada de iniciar el segundo día del festival con una guitarra y un micrófono que sirvieron para improvisar y animar a los presentes. El escenario del día anterior había sido removido pues el presupuesto no fue suficiente para contratarlo por dos días.
Al lado, Ana Lucía Pérez Sebaquijay interactuó con niños y niñas que se acercaron a su mesa para conocer sobre la epigrafía de los mayas, una ciencia que para Pérez es elemental, pues estudia los grabados y los escritos antiguos. “Es importante explicarle a la niñez que, aunque somos varios grupos mayas, todos venimos del mismo tronco y debemos estar unidos”, comenta.
“Este año iniciamos la planificación sin dinero. Solo sabíamos que queríamos dedicarlo a la semilla”, cuenta Hernández. La embajada de Noruega, que ha apoyado al movimiento desde 2010, redujo el presupuesto porque consideraron oportuno que el grupo se preparara para ser autosostenible. Así lo explica Sen, quien también cuenta que después de algunas conversaciones acordaron con los europeos un apoyo, aunque pequeño comparado al techo de años anteriores.
“A partir de ese recorte nos hemos tenido que mover y así encontramos apoyo de algunos medios de comunicación locales, incluso de la municipalidad de Sololá y del Ministerio de Cultura y Deportes”, dice Hernández. El ministerio apoyó a través del Departamento de Apoyo a la Creación Artística (CREA), con la alimentación de ambos días para los artistas y los organizadores.
“El movimiento se encuentra en una crisis. Desde que salió la embajada, hace dos años, el reto ha sido mantener el movimiento para promover las iniciativas para el intercambio, además de poder discutir los fenómenos sociales de nuestro sistema”, explica Chumilkaj, pues además de los festivales nacionales, cuentan con espacios para fortalecer el movimiento y crear comunidad. Las prioridades son la formación a nuevos artistas, talleres de diferentes artes, intercambio entre los miembros del movimiento, festivales regionales, conversatorios sobre técnicas artísticas y apoyo económico a proyectos puntuales de los colectivos. Una agenda que necesita gestión y financiamiento.
“Hace falta que el gobierno nos apoye. No se alcanza a ver mucha cooperación hacia los artistas, y menos en las comunidades. Se han intentado abrir espacios como el teatro municipal en Xela, pero nos han cerrado las puertas. El arte no parece prioridad del Estado. Ni los jóvenes”, explica Nakbé.
Sin embargo, Wilfredo González, director de CREA, dice que el movimiento debe pensar en ayudas más grandes, buscar apoyos tanto en el Ministerio de Cultura y Deportes como en el Congreso de la República. “Existe un financiamiento ya estipulado en el presupuesto nacional para eventos como la Filgua (Feria del Libro en Guatemala) o el festival de cine Ícaro. Es cuestión de organizarse, moverse y presionar”, comenta.
Para el próximo año, Chumilkaj afirma que están en discusiones con la junta directiva del movimiento para presentar el proyecto de manera formal y solicitar apoyo presupuestal al Estado. “De hecho ya tenemos la base del proyecto, pero nos hemos topado con el problema de no contar con personalidad jurídica, sino depender de la Asociación Sot’zil Jay (del Grupo Sot’zil). Es necesario para poder gestionar nuestros propios fondos”, comenta.
El Movimiento Ruk’u’x quiere seguir creciendo en número de artistas y en voz crítica. Han construido un espacio representativo para el arte de los pueblos originarios. Organizarse para ser autosostenibles será el siguiente reto para continuar con la resistencia y seguir visibilizando sus luchas.
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