Y es que el arrepentido Alfonso, como tantos otros (virtualmente toda la oferta electoral guatemalteca), es un político de otra época. Su carisma en el escenario y su verborrea descarada no son suficientes para los nuevos tiempos que muchos sentimos que se inauguran en estos días. «No maté a uno, sino a dos, y volvería a matar por ustedes», fue un mensaje exitoso en gran medida por la población a la que se dirigió, pero también por el sistema de medios que lo difundió.
Esta elección atípica en Guatemala, más que ninguna otra, nos presenta las nuevas reglas del juego de la comunicación política. Ver carteles de elecciones de mitad del siglo XX es aleccionador. Las imágenes de figuras distanciadas, los enfoques de abajo arriba, candidatos mirando al horizonte presentados como visionarios guiando al pueblo...: todo tan alejado. Los nuevos medios nacidos al amparo de internet y las redes sociales a los que una buena parte de la población urbana y clasemediera guatemalteca tiene acceso (sí, los manifestantes de la plaza) acortan distancias entre políticos y electores. Sería descabellado decir que nos presentan al candidato tal como es, pero sí lo someten a un tipo distinto de escrutinio, uno que hace más fácil examinar su pasado, comprobar su coherencia y criticar sus decisiones. Los candidatos del siglo XXI no son necesariamente mejores que los del XX, pero deben vivir en un mundo mediático más duro.
Nadie quiere predicar un nuevo evangelio de salvación política. Las redes sociales están lejos de ser lo que los profetas del dospuntocerismo nos prometieron. Internet no salvará la democracia, la agenda la siguen marcando los medios tradicionales, y las tribus ideológicas encontraron un espacio para mentarse la madre con mayor ignorancia. La tele importa más que cualquier otra cosa en comunicación política, y la imagen es más poderosa que la palabra.
Pero, pese a que no entramos en un nuevo mundo a la Huxley, no significa que el apabullamiento al que Baldizón ha sido sometido en redes sociales sea poca cosa. El #NoTeToca vence al #LeToca por goleada, y el puntero en las encuestas lo resiente. La formidable (en el más estricto sentido de la palabra) campaña de Baldizón se desploma, sobre todo en sectores urbanos. Con el 70 % del gasto en comunicación y con la red de caciques más cara de la historia, apenas llega al 30 % en las encuestas y se le acerca un candidato vacío que tuvo el buen tino de contratar un call center con el poco dinero que tenía y tiene. Internet baja el costo de la generación y trasmisión de información, pone a individuos dispersos en comunicación con mayor facilidad, rompe con espirales del silencio (autocensuras miedosas) y sirve como espacio de reacción instantánea sin necesidad de esperar el siguiente informativo o boletín de radio para comenzar el fact checking. El déspota petenero ha sido sistemáticamente víctima de esto durante meses.
Políticos tradicionalmente exitosos como Portillo cambiarán o tendrán que desaparecer. Al día de hoy, lejos de surgir líderes que ocupen esos espacios, vemos a los diversos candidatos pasándolo francamente mal en esta nueva ola. Todavía no ha germinado la nueva clase de comunicación política que el nuevo público demanda. Prueba de ello es la orfandad del electorado urbano que se manifiesta en las plazas del país. El nuevo político, capaz de lidiar con esa exposición, no ha aparecido, pero tendrá que hacerlo en los próximos años, años de renovación de discursos y élites. Cuando ese día llegue estemos preparados para utilizar, en favor de la ciudadanía y de mil maneras posibles, nuestros aparatos celulares.
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