Resulta ser que el inoportuno volcán había decidido, sin permiso alguno, lanzar con furia cenizas y relámpagos para convertir el día en noche y cubrir el altiplano con su manto de polvo. Tuvo tan mal tino el volcán que no le importó que el señor presidente Manuel Estrada Cabrera, habiéndose autoproclamado «educador y protector de la juventud», hubiera decidido celebrar en esa misma fecha la festividad de Minerva, la diosa de la sabiduría.
Ese año el evento sería grandioso, ya que conta...
Resulta ser que el inoportuno volcán había decidido, sin permiso alguno, lanzar con furia cenizas y relámpagos para convertir el día en noche y cubrir el altiplano con su manto de polvo. Tuvo tan mal tino el volcán que no le importó que el señor presidente Manuel Estrada Cabrera, habiéndose autoproclamado «educador y protector de la juventud», hubiera decidido celebrar en esa misma fecha la festividad de Minerva, la diosa de la sabiduría.
Ese año el evento sería grandioso, ya que contaría con la presencia de grandes figuras del mundo empresarial y político, incluido el presidente Theodore Roosevelt. Era claro que el Gobierno de Guatemala no quería cancelar la actividad que con tanta ostentación había planeado y tampoco estaba dispuesto a ahuyentar a sus distinguidos visitantes con la mala noticia de que un volcán, en clara actitud de rebeldía, había hecho el berrinche de eructar todas sus entrañas para causar zozobra y temor en la población. La solución era obvia: el Ejecutivo decretaría que la erupción del volcán nunca había sucedido.
Traigo a colación este relato porque me parece que esa actitud absurda de negar la realidad se sigue practicando hoy en día. Los mismos padres de la patria que el 15 de septiembre habían denunciado estar secuestrados por terroristas drogadictos son los que salen a dar la cara para afirmar que el #Paro20s fue un fracaso. Sin que se les arrugara la cara, y pasándose por el arco del triunfo las sopotomil fotos aéreas y videos, declararon con desfachatez que apenas habían llegado 5 000 pelados. Poco les faltó para aprobar por decreto legislativo que el paro nunca existió.
Pero no solo los diputados pretenden derogar la realidad. Existen también otros actores políticos, como las cámaras empresariales, que pretenden obviar las demandas de la plaza. Hacen oídos sordos al grito ciudadano que pide depurar el Congreso, levantarle el derecho de antejuicio al presidente y reformar la Ley Electoral. En ese orden. Porque la ciudadanía sabe que, en este caso, el orden de los factores altera el producto. Es de ingenuos pensar que con los mismos actores se van a aprobar los cambios que se requieren.
Cualquier oferta de diálogo tiene que poner sobre la mesa estas demandas ciudadanas. Este es el punto de partida para cualquier negociación. El Foro Guatemala, aparte de no ser representativo de todos los sectores, pretende obviar que primero hay que limpiar el chiquero. Los diputados corruptos tienen que salir y el presidente de la república tiene que ser investigado por sus acciones cuando fue secretario de su partido.
Obviar las demandas de la plaza puede significar una sentencia de fracaso para cualquier diálogo.
La estrategia del presidente Morales de aliarse con sectores de poca credibilidad como los ganaderos solo lo aísla cada vez más de la ciudadanía y le hace perder la miseria de legitimidad que aún le queda. Ensimismado en cambiar el mandato de la Cicig, se ha olvidado de su propio mandato, que es servir al pueblo de Guatemala. El peor error de cualquier dirigente es darle la espalda a su gente.
No se engañe como lo hizo Estrada Cabrera. Las plazas están pisando fuerte y no se detendrán. Ni siquiera decretando que la realidad no existe.
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