Aquel niño, de apenas seis o siete años, habló con soltura en fluidos mam, español e inglés ante el público del Guatefest, que se llevó a cabo en Takoma, Maryland. El niño era Kevin Cabrera, hijo de padres guatemaltecos y nacido en Estados Unidos.
Los medios de comunicación guatemaltecos estuvieron publicitándolo como una curiosidad, y las redes se colmaron de cumplidos y elogios para con el niño trilingüe. Pero muy pocos repararon en que esa curiosidad es la olla de oro que tenemos en nuestras narices y que por racismo y miopía no la vemos.
Cuando nos topamos con europeos, nos sorprende que muchos de ellos hablen dos o tres idiomas. Su habilidad lingüística está determinada por la calidad de la educación, pero también por la cercanía geográfica de los países europeos y por las posibilidades de inmersión a los distintos idiomas desde temprana edad. Sin embargo, este desarrollo no es único de países ricos, de ingresos altos y desarrollados.
En el 2004 viví en Cabo Verde, un archipiélago al oeste de Senegal clasificado como una economía de ingresos medios, igual que Guatemala. Los caboverdianos, a diferencia de los europeos, solo están rodeados de agua. Los niños de Cabo Verde reciben educación pública en portugués desde primaria, aunque en su casa el idioma materno es el creole (o caboverdiano). De ese modo, desde temprana edad los niños son perfectamente bilingües. Por eso tampoco es raro encontrar allá profesionales que hablan tres y más idiomas sin dificultad.
Según los especialistas, exponer a un niño al aprendizaje de un idioma adicional al materno aumenta la formación de conexiones en el cerebro, así como el mapa de sonidos, lo cual no solo potencia el aprendizaje general del infante, sino que facilita la enseñanza posterior de otros idiomas. Esto explicaría la cantidad de europeos y de caboverdianos (para seguir con los ejemplos) bilingües, trilingües y políglotas.
Decía Fernando Carrera en su columna de Contrapoder de la semana pasada que «la nueva característica de la Guatemala del siglo XXI será la mayanización urbana de su población». Predice Carrera que «siete de cada diez niños que nazcan en las próximas dos décadas serán indígenas».
Esto significa, si hacemos bien las cosas, que tendremos fácilmente, casi por inercia, un 70 % de la población infantil con la capacidad de hablar dos idiomas (un idioma maya y el español). Y si nos esforzamos un poquito, podremos tener niños trilingües y plurilingües. Todo un capital humano potenciado en un momento en el que Guatemala será, gracias a su bono demográfico, una de las fuentes principales de mano de obra de la región.
Es decir, en 20 o 30 años podremos tener muchos Kevin Cabrera no solo haciendo discursos en varios idiomas, sino también contribuyendo al desarrollo de este país y de la región. Esta es la olla de oro sobre la que estamos sentados: una fuente de recurso humano calificado y políglota en este mundo cada vez más globalizado.
La olla de oro está allí. Podemos seguir sentados encima sin permitir que brille o podemos levantar la olla y aprovechar la oportunidad que nos ofrece el siglo XXI.
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