El Plan Marshall, que sirvió para reconstruir Europa después de la Segunda Guerra Mundial, suele verse como un esfuerzo exitoso de cooperación internacional. No solo generó un ambiente político que redujo las guerras europeas y contuvo el avance soviético. Además, está en el corazón de las mejoras económicas de los europeos. Uno creería que es una excelente propuesta de inspiración de un plan para el desarrollo del Triángulo Norte y, de ese modo, de generación de tantos buenos empleos al punto de que la población quiera quedarse a vivir en el país. Sin embargo, esta semana Ryan Berg dijo que un Plan Marshall en América Central no puede funcionar a) por problemas político-institucionales en Estados Unidos y en México y b) porque ya hay apoyo a la región.
Tuve dos reacciones frente al artículo de Ryan, analista de América Latina para el American Enterprise Institute. Primero, no me sorprende que no les guste la idea del Plan Marshall considerando que fue diseñado por la competencia: el Brookings Institute. Mi segunda reacción, después de que varios amigos me compartieron el artículo, fue que yo tenía que explicar al menos cuatro razones por las cuales Ryan estaba equivocado.
Primero, no debemos confundir los planes actuales de Estados Unidos y de México con el Plan Marshall. Ambos están lejos de ser iguales. Ese es el problema. Estados Unidos no está pensando en ayudar a modernizar la manufactura centroamericana, como sí lo hizo con Europa. Al contrario, parece seguir apoyando el modelo agrícola-ruralista que nos ha llevado a la migración actual. Un ejemplo más claro de llamar a algo Plan Marshall equivocadamente es Afganistán. Este país también se vendió como un Plan Marshall. Pero hasta el 2017 solo exportaba 878 millones de dólares, y de ello el 72 % corresponde a vegetales. Difícilmente eso puede llamarse un Plan Marshall.
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México, por su parte, está interesado en atraer la cooperación estadounidense y en desarrollarse. Pero no nos perdamos. Si llegara a funcionar, México solo se volvería un lugar de paso, lo cual les permitirá a los coyotes cobrar más cara la entrada a Estados Unidos. Por algo, a pesar del crecimiento económico de lugares como Nuevo León y Querétaro, los migrantes centroamericanos han seguido su camino a Estados Unidos.
Segundo, el artículo de Ryan parece caricaturizar el Plan Marshall y, por lo mismo, no termina de comprender por qué se necesita y por qué sí puede funcionar. El mismo texto vuelve evidente la caricatura. Las grandes reformas económicas del Plan Marshall no fueron solo sobre control macroeconómico. Si eso fuera lo importante, Guatemala sería un ejemplo de desarrollo económico en los últimos 25 años. Lo que había detrás del Plan Marshall fue un Estados Unidos con una idea clara: apoyar a las empresas europeas en la compra de equipo moderno estadounidense para modernizar la economía europea, de la mano con políticas comerciales que promovieran las exportaciones. ¿Es a esta modernización de las economías de la región a lo que se opone Ryan?
Tercero, aun si logramos el plan, habrá problemas de implementación. Mi mayor preocupación es que el Plan Marshall no necesitó de beltway bandits, las compañías consultoras estadounidenses alrededor de Washington D. C. Pero cualquier programa de cooperación de hoy requiere de dichas compañías. Aun si los involucrados son muy inteligentes, para ellos será simplemente un proyecto de consultoría de uno o tres años. ¿Qué resultados relevantes pueden lograrse en tres años?
Por último, creo que debemos cuestionar la crítica de Ryan a los líderes de la región. Sí, los actuales líderes de la región dejan mucho que desear. Pero ¿acaso los estadounidenses no estaban lidiando con una Europa posnazi y posfascista, donde importantes facciones de la élite económica, política y cultural del país estaban involucradas en los crímenes? ¿Me van a decir que, si en los escombros de la Alemania nazi los aliados encontraron a un político correcto como Konrad Adenauer, con experiencia y capacidad, no se podría encontrar y apoyar a líderes similares en América Central? El gran reto es la capacidad de implementar programas de desarrollo económico: ese es el tipo de liderazgo que necesitan estar apoyando.
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