Recuerdo jugar con mi hermana a tirarnos de las ramas de los árboles. Ganaba la que vencía el miedo y se tiraba de la rama más alta. La otra era una cobarde. Un día, mi hermano mayor nos retó a tirarnos del techo de la casa. Subimos decididas la escalera, pero ya en el cielo de la morada comenzamos a dudarlo. La distancia al suelo nos hacía sentir mariposas en la panza. Mi hermano no esperó el desengaño y de un empujón nos lanzó para abajo. Por suerte para los tres, las dos caímos como gatas. Sabíamos caer, ya que muchas veces lo habíamos ensayado en las ramas de los árboles.
Aquella era la lección máster que me regalaba la madre naturaleza y que a mí se me grabó en la cabeza como estampa: siempre busca la rama más alta y lánzate.
Guatemala comenzó su transición hacia lo urbano en el 2012. Se proyecta que, para el 2032, más del 75 % de la población será urbana. Esta transición de lo rural a lo urbano es una realidad que no se puede obviar y que más bien debemos asumir como una oportunidad, siempre que lo hagamos con responsabilidad y asegurándonos de que el proceso se lleve a cabo de manera ordenada y planificada.
Por esta razón, desde el poder ejecutivo se está impulsando la Agenda Urbana GT, cuyo propósito es plantear el desarrollo y la consolidación de áreas conurbadas, territorios con dinámicas sociales y económicas compartidas que se beneficiarían de la implementación de servicios básicos complementarios y que podrían buscar soluciones conjuntas y subsidiarias a problemas que rebasan su capacidad financiera o administrativa municipal.
En este sentido, la Agenda Urbana GT es la agenda del futuro y, como tal, debería ser una prioridad nacional. Es la oportunidad que tenemos de imaginar y planear nuestro futuro. Nuestra mirada debe estar puesta en lograr un modelo de desarrollo territorial competitivo, incluyente, equilibrado, ordenado y respetoso del medio ambiente; que favorezca el desarrollo económico, el bienestar de sus habitantes y la integración armoniosa con el resto del país; que construya verdaderas ciudades, dignas del siglo XXI, con ciudadanos responsables y felices.
Este es el reto. Sin embargo, la decisión de soñar y planear el futuro es aún tímida. Los recursos son escasos, nos dicen. Hay muchas necesidades y poca plata. Pero ¿acaso el país puede planear el futuro con los vueltos del mercado?
Vivimos debatiéndonos entre el hoy y el mañana. Y es aquí donde viene a colación la lección máster de la madre naturaleza: siempre busca la rama más alta y lánzate. Guatemala necesita (y tiene que) buscar la rama más alta: aspirar a lo mejor y apostarle a lo más alto. Dejemos ya de pensar en chiquito. Dejemos ya de negar nuestro presente y de regatear nuestro futuro.
No podremos tener futuro con este presente. Y para cambiar el presente necesitamos apostarle a un Estado fuerte, que nos garantice oportunidades y bienestar para todos ahora y que prepare las condiciones mínimas para entrarle al reto de la urbanización futura. Necesitamos un Estado fuerte que conduzca el futuro hacia donde necesitamos, hacia donde lo estamos soñando. Y necesitamos que la búsqueda de ese sueño sea una prioridad nacional en la cual participen los mejores cuadros, en la cual no se escatimen recursos porque con el futuro no se juega. Tenemos que buscar siempre la rama más alta.
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