¿Puede un seguro convertirse en clave para el desarrollo agropecuario? Una propuesta
¿Puede un seguro convertirse en clave para el desarrollo agropecuario? Una propuesta
Business continuity o continuidad de negocios es una herramienta de administración que permite no interrumpir una actividad o negocio a pesar de los embates de crisis y desastres. También es el sueño transgeneracional e inalcanzable de muchos, encabezados por los agricultores precarios. Ver el término en inglés marca más distancia entre el ideal y la mayoría de habitantes de las zonas rurales.
En las pasadas semanas, presentamos aquí y aquí los conceptos mínimos del negocio de seguros. Sobre esa base, iniciamos hoy un esfuerzo para contribuir a que Guatemala pueda contar con un seguro agropecuario que no destruya los medios de vida ni los modestos sueños de sobrevivencia en el sector rural más desfavorecido. Nos lo dicen muchos estudios: la pobreza, la violencia y el hambre generan pérdidas patrimoniales irrecuperables, emigración irregular y pérdida de capacidades para adaptarse al cambio climático.
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¿Puede un seguro agropecuario convertirse en el eje de una política pública para la recuperación y desarrollo sostenido del sector agropecuario (no solo del campesinado de subsistencia sino también del orientado a los negocios)? Categóricamente sí.
El problema es que hasta ahora y salvo escasas y puntuales experiencias, el objetivo está muy lejano.
Guatemala ha contado con diversos esquemas de aseguramiento agropecuario. Lo que tienen en común es que han estado ligados al sector de crédito. Es decir, el seguro está al servicio (pero no al alcance) de quienes son sujetos de crédito, lo que significa disponer de bienes embargables según la tradición bancaria. En otras palabras, el aseguramiento es un recurso para muy pocos.
La mayoría exhibe un mosaico de vulnerabilidades acumulativas: mujeres, indígenas, rurales, pobres, afectados por la desnutrición crónica durante su niñez, sin tierra o con tierras marginales, asentados en zonas de cambio climático negativo y sin servicios públicos. En muchos casos, habitan en territorios conflictivos y sin siquiera presencia del Estado.
Visto desde aquí, pensar en una solución que se apoye fuertemente en el seguro agropecuario puede parecer ingenuo, naif, idealista, trasnochado o muy fumado. No lamento desilusionar a quienes hayan sentido en su rostro un viento de victoria.
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¡Ah! Dirán algunos: aquí viene una propuesta socialista o populista. Pues no, fíjense. Podemos construir una propuesta que no le acelere la presión a nadie.
Formulemos la meta: contar con un sistema de seguro agropecuario que asegure la sostenibilidad y continuidad de negocios para el sector tradicional de agricultura familiar, de subsistencia, así como al sector de producción parcial o totalmente orientada al mercado.
Nuestra propuesta no debe solamente asegurar la continuidad de negocios, sino promover la innovación, la diversificación y el desarrollo del sector. Una pieza más: el sistema debe atraer inversiones.
Para diluir el escepticismo, baste ver lo que está sucediendo a nuestro alrededor.
Desde hace más de una década, México comenzó a trabajar en sistema de seguros agropecuarios para la protección de los más vulnerables frente a calamidades comunes. Hoy día, el sistema se llama Seguro agrícola catastrófico multicultivo. Entre los riesgos que cubre están: bajas temperaturas, erupción volcánica, deslaves, exceso de humedad, inundación, granizo, helada y sequía (hay más, y se extiende a riesgos biológicos, no solo climáticos).
Los detalles están en este enlace, mientras que aquí hay información complementaria.
Para funcionar en México, el eje pivotal del seguro agropecuario hizo mover muchas palancas fuera del sector. Se hizo necesario crear, modificar y eliminar disposiciones jurídicas e institucionales mediante un nuevo marco jurídico. La Secretaría de Hacienda y Crédito Público creó AgroAsemex S.A., una aseguradora dedicada a la regulación y administración del seguro. Es una percepción (puesto que no se ha socializado el proyecto) que la propuesta de Guatemala, recientemente anunciada por el Presidente, estaría basada o inspirada en este sistema. El gobierno ha pensado en el tema al menos desde 2013, cuando presentó una potencial agenda en una reunión regional en el marco de las medidas para la adaptación al cambio climático. En 2017 se preparó un estudio de base.
La Aseguradora Rural (de Banrural) ofrece seguros agrícolas y pecuarios, al igual que la Aseguradora GyT. En el caso de la primera, ha trabajado con una reaseguradora internacional enfocada en la innovación y promueve en Guatemala y El Salvador un seguro para los agricultores más vulnerables con cobertura por exceso de lluvias, sequías extremas y terremotos. MiCRO, la reaseguradora en mención, fue fundada por la ONG internacional Mercy Corps y Fonkoze (Haití). Actualmente trabaja con ONG, fondos financieros, bancos y agencias de cooperación internacional. El modelo sale del esquema tradicional donde funcionan bancos y aseguradoras de capital privado. Su iniciativa para Centroamérica inició aquí. También están entrando exitosamente en el mercado colombiano.
El sistema mexicano, el de Aseguradora Rural y los modelos de MiCRO aplican un esquema general llamado seguro paramétrico o indexado. Esto quiere decir que la ocurrencia y pago de un siniestro se determina mediante la vigilancia de ciertas variables climatológicas (parámetros). Por ejemplo, los daños agrícolas en el Corredor Seco nacional se producen, principalmente, cuando resulta muy extendido el pequeño período seco (canícula) que ocurre en julio. Si esperamos que las lluvias se detengan por diez a quince, por ejemplo, pero la canícula se hace de veinte o más, es posible deducir que los cultivos se perdieron. Eso basta para declarar el siniestro y pagar a los asegurados. La vigilancia de los parámetros se hace mediante modelos matemáticos derivados de observación satelital y/o terrestre (por ejemplo, el Rainfall Estimates from Rain Gauge and Satellite Observations (CHIRPS) de los Estados Unidos de América y el Índice de Vegetación de Diferencia Normalizada (NDVI en inglés) calculado con imágenes de satélites como la familia Landsat y el Modis de los Estados Unidos de América. El sistema paramétrico se puede combinar con la precisión aportada por instrumentos de tierra (ej. pluviómetros) y sensores acoplados a drones. El tamaño de los pixels o entramado territorial es fundamental para la precisión de las declaratorias de siniestro consumado.
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¿Qué es lo que necesitamos en un seguro que responda a las necesidades de Guatemala?
Necesitamos que sea inclusivo, de cobertura general, no solo para usuarios de crédito. El sistema debe dar cubrir a las personas más vulnerables, a quienes no tienen dinero para comprarse una póliza de seguro.
Nuestro seguro debe ser sostenible y de reinstalación automática. La paleta de riesgos debe ser amplia, y el daño pagado (interés asegurable) debe reflejar la capacidad productiva de las personas. Un seguro que solo indemnice costos estimados de producción (excluyendo mano de obra) no ayuda a nadie en toda la cadena de aseguramiento. Tiene que ir a más. Debe ser muy simple, sin enredados términos ni sorpresas escritas en letra pequeña. Ha de estar disponible en idiomas locales, ser de fácil contratación y no debe tener deducibles. Y, por si fuera poco: debe ser rentable para aseguradoras y reaseguradoras. He aquí los elementos básicos de tal sistema:
1. Amplísima cobertura de asegurados y de riesgos.
Como cualquier seguro, a mayor población asegurada, mejor cobertura de daños. A mayores riesgos cubiertos, mayor el valor de la prima. El modelo que está tomando espacio en el mundo es el que llamo de la cebolla. El gobierno es el primer contratante de un seguro básico pero universal. Esto está muy bien, pero el pago de daños será totalmente insuficiente (y expuesto a la manipulación política y clientelar). Los municipios pueden aportar la siguiente capa. Con su contribución, los riesgos cubiertos pueden ser mayores, y también el pago al beneficiario. Pero seguiríamos con valores muy bajos. ¿Qué tal si las cooperativas, sabiendo que ya hay dos aportes para el pago de la prima, deciden rescatar el padrón del seguro con más cobertura (de riesgos y de daños)? Las ONG que apoyan a los agricultores podrían, por vez, hacer otro aporte. Con ello están protegiendo la sostenibilidad de su inversión productiva. La cooperación internacional puede hacer lo propio. Algunas agencias de Naciones Unidas han considerado el pago de primas para sus beneficiarios. ¿Quién más? Tenemos los fondos globales y regionales para adaptación al cambio climático. Ya llevamos cinco capas.
Existe una dilatada discusión sobre el fenómeno de las remesas y su comprobada aplicación en consumo y nada en para inversión. Resulta muy tentador que los migrantes puedan añadir otra capa. Por una fracción de lo que tendrían que enviar en remesas extraordinarias si fracasa la cosecha, asegurarían la alimentación de su familia. Esto es hacer un gran negocio.
Finalmente, el agricultor mismo puede añadirle a su prima. Crear coberturas específicas o asegurarse de estar en el padrón mediante un pago directamente a la aseguradora.
El juego aquí es que no todo el tiempo ocurren todos los siniestros previstos. Si pagamos los riesgos de sequía, inundación, granizo y terremoto, no todo ocurrirá al mismo tiempo en todo el país. Cada riesgo cubierto que no se materializa es ganancia pura para la aseguradora.
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2. Rentable para las aseguradoras y reaseguradoras.
Esto se consigue con una participación masiva de asegurados, la cobertura multiriesgos y muchos «valedores» que aporten dinero para mejorar las coberturas. La repartición del riesgo está entre muchos actores y eso hace que el seguro no sea una pesada carga para todos. Las aseguradoras deben diversificarse, ir más allá del tradicional corredor o agente asegurador y extenderse a las cooperativas, la farmacia del pueblo y otros actores. Las aseguradoras y reaseguradoras no pueden permitirse hacer business as usual y deben reinventarse si quieren aumentar su participación en el mercado. La preocupación por innovar está presente y el paso dado por el MAGA debe ser un cimiento sólido.
3. Expansión de los mercados financieros y de la economía local.
Todo lo anterior ayudaría a desarrollar resiliencia y a promover actividades para diversificar la agricultura y ampliar los negocios rurales. Habría dinero en las economías locales y permitiría el empoderamiento económico de los actores locales vulnerables. Crearía estabilidad para los emprendimientos económicos locales. Lo anterior significa la masificación de la cultura del seguro y la posibilidad de mayor penetración de los servicios financieros (crédito, ahorro, inversión).
4. Una sólida base institucional.
Un emprendimiento nacional como este no puede ser administrado únicamente por el gobierno. La presencia de muchos actores y el empoderamiento de la participación local reduce los riesgos de corrupción y del uso del clientelismo político. Como en el caso mexicano, se necesitaría un buen diseño para los marcos institucional, legal, de participación ciudadana y de auditoría social. Los funcionarios públicos deben someterse a controles de probidad.
5. Un marco legal que organice y de fluidez a todo lo anterior.
Se necesitará una actualización del diagnóstico del marco jurídico.
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6. Optimización del uso de los recursos tecnológicos y de información.
La resolución (tamaño del pixel o la unidad mínima territorial que los productos de los satélites pueden ofrecer) puede ser mejorada. Los sistemas presentes en la región utilizan productos de satélites norteamericanos, con resolución de 5 x 5 km cuadrados (Landsat 8 ofrece hoy alta resolución, pero se necesita construir series de tiempo, lo que lleva a quedarse en 5 x 5). Europa también dispone de productos de alta resolución. El satélite Sentinel 2 de la Unión Europea es un buen ejemplo. La limitación para el mejor uso de estos productos viene de la escasa existencia de información de terreno. Por eso se necesita, en algunos casos, de verificaciones de campo. Para Guatemala puede explorarse la posibilidad de combinar Sentinel 2 con los resultados de nuestra Encuesta Nacional Agropecuaria (ENA) que el Instituto Nacional de Estadística (INE) realiza cada año. Guatemala es privilegiada: cuenta con una cuadrícula de 1x1 kilómetro cuadrado. Cada año, la ENA hace un recuento absoluto de todo lo que se encuentre dentro de cada cuadro. Es decir, no usa un listado de agricultores a ser entrevistados, sino un listado de las cuadrículas. Los enumeradores localizan las coordenadas geográficas y cubren totalmente el cuadro, anotando todo lo que se cultiva, tamaños de parcela, capacidades productivas por cultivo y mucha más información que permitiría fijar objetivamente las indemnizaciones del seguro, además de facilitar la vigilancia. Eso es oro puro, pero nuestro desconocimiento y la falta de voluntad de los gobiernos pasados no ha permitido explotar este recurso que muchos más países quisieran tener. Con relación a nuestro seguro agropecuario, esto significa un nivel de precisión que solo puede resultar en mejor cobertura y menores pagos innecesarios.
El anterior boceto de seguro agropecuario inclusivo y sostenible no es perfecto y ha sido preparado por alguien que viene del campo del desarrollo rural inclusivo y la seguridad alimentaria, no de los seguros ni de los sistemas de información geoespacial. Los especialistas encontrarán imprecisiones y carencias y nada daría más gusto al autor y único responsable de este artículo que verlas corregidas y superadas. Es la opinión de este columnista que los expertos confirmarán que todo lo aquí propuesto es posible.
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Por lo anterior, la dirección de Plaza Pública y otros socios (a ser anunciados pronto) ha decidido promover una discusión amplia del tema en un corto ciclo de teleconferencias con invitados nacionales e internacionales. Cada experiencia y cada modelo podrá ser analizado por el público. El ciclo permitirá realizar preguntas y opinar sobre lo que los invitados expongan.
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