Hasta ahora tocamos aspectos conceptuales, evitando ser académicos. También adoptamos un enfoque global y buscamos reforzar cada cosa con ejemplos prácticos. En otras palabras, cubrimos la parte de sistemas alimentarios, pero no hemos entrado en la parte del hambre que viene, que cubriremos en esta última parte, enfocados en Guatemala.
Hablemos de dos grandes sistemas de producción alimentaria: los de subsistencia y los comerciales. Los primeros pueden dividirse en de subsistencia precaria (solo contribuye una parte de las necesidades del hogar), de subsistencia familiar (exclusivo para el consumo de la familia) y excedentarios (para necesidades familiares y un poco para vender). Puede existir movilidad entre estos tres tipos generales.
Vamos a llamar comerciales a las unidades que producen con fines de mercado, sea nacional o internacional.
Ambos tipos de sistema son afectados por las grandes variables. Los hemos separado porque los primeros concentran a la población desnutrida crónica y ahí encontraremos las muertes por desnutrición aguda. Mientras que un mal año de cosecha va a afectar económicamente a un productor de mercado, para la agricultura familiar eso puede significar muerte y enfermedades de por vida (como la desnutrición crónica). De esto se desprende la necesidad de contar con políticas públicas diferenciadas. En el lado positivo, en la agricultura familiar es más fácil establecer agricultura diversificada, holística y favorable con el ambiente.
En este escenario y vinculado a la migración rural-urbana, hay que prestar atención a la agricultura periurbana, que puede ayudar a mitigar el hambre. Este tipo de agricultura también puede contribuir a bajar las emisiones de dióxido de carbono en el transporte de alimentos, por su cercanía a los mercados.
Con la degradación ambiental (pérdida de fertilidad de suelos, desaparición de especies animales y vegetales, mala calidad del agua o falta de esta, etcétera) afectamos la cantidad y calidad de los alimentos. Por eso hay migración a las zonas urbanas o fuera del país. Estamos perdiendo conocimientos y habilidades y entrando en la feminización de la agricultura (los hombres son los primeros en marcharse).
El cambio climático trae imprevisibilidad de la producción, pérdidas económicas y bajos rendimientos. Como no hemos invertido en reducción y mitigación de desastres y la calidad de la infraestructura pública es inversamente proporcional a la corrupción público-privada, las perspectivas para la agricultura son muy pobres. Guatemala está en la lista de países a ser más afectados por el cambio climático.
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Institucionalmente, el gobierno contribuye a la inestabilidad de la producción y de los mercados. El desmantelamiento del sistema de extensión agropecuaria (asistencia técnica para la calidad de la producción y el manejo de los recursos, apoyo con insumos) a finales del siglo pasado hizo caer la producción. La precaria recuperación del sistema en la segunda década de este siglo fue una gran idea, pero puede culparse directamente a los diputados distritales, a los gobernadores y a los alcaldes por clientelarizar el sistema al contratar allegados que carecen de formación y experiencia para el trabajo de extensionista (propio de técnicos agropecuarios). Para asegurar el fracaso, el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación no proporciona estabilidad laboral (los contratos son, ridículamente, de dos y tres meses). Personalmente encontré, un mes de noviembre, a extensionistas cuyos contratos no habían sido renovados desde abril. Para trabajar utilizaban sus propios vehículos, pagaban por su combustible y hasta por los insumos para la asistencia técnica. Cuando se brinda apoyo alimentario (no debería ser función del ministerio), el criterio no es el hambre sino la afinidad con las autoridades.
El sistema de investigación agropecuaria también fue desmantelado. No hace mucho, el gobierno arrebató los terrenos al Instituto de Ciencia y Tecnología Agropecuarias (ICTA) en Chimaltenango y lo entregó para hacer un hospital, el mismo donde defraudaron casi diez millones de dólares simulando compra de equipo y haciendo adquisiciones sobrevaloradísimas. Sin investigación agropecuaria intensa no es posible hacer frente a los retos que ya no puede ni enfrentar la producción alimentaria.
No hay más solo por falta de espacio. Diga usted si se nos viene encima el hambre o no.
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