Las razones por las que consideramos de vital importancia superar estos patéticos índices de desnutrición son de distinta índole, pero creo que son muy pocas las personas que se niegan a superar el debate. Negar que la desnutrición no le conviene a nadie es complicado, por lo que estas personas recurren a argumentar ineficacia o populismo, que entre otras cosas pueden generar programas como Bolsa Solidaria. Pero creo que ese es un debate distinto.
Muchos consideran que solo los individuos sabemos decidir cómo distribuir mejor nuestro dinero. Yo coincido absolutamente con esta premisa. También creo que, en la discusión sobre la pobreza, muchos parten de que el pobre es pobre porque no sabe tomar buenas decisiones económicas, lo cual considero falso. Quienes consideran que los pobres no saben qué es lo que necesitan mantienen un falso paternalismo que pareciera perpetuar la creación de organismos estatales y no estatales que decidan qué dar y cómo hacerlo.
En la actualidad existen programas que, luego de años de estudios sobre subsidios, han concluido que unos de los que mejor se pueden medir y cuantificar son los económicos incondicionales, es decir, darle dinero en efectivo a la gente sin ninguna condición. Ese es el caso de Give Directly, una ONG privada estadounidense, fundada por varios expertos en temas de desarrollo, que se dedica a donar $1 000 a familias en África. La entidad funciona mediante nuevas tecnologías de geoubicación, telefonía celular y transferencias electrónicas. Con estas herramientas reducen al mínimo su personal y los gastos de funcionamiento. Como no son micropréstamos, no hay costos en el cobro y la administración, y gracias a esto logran ayudar de forma directa a las familias beneficiadas. De esta manera, ellos demuestran que las decisiones individuales son siempre más eficientes y efectivas que las de las instituciones.
Pero hay algo que ninguno de los voceros de este tipo de proyecto termina de aceptar, y es que este tipo de programa no fortalece instituciones, no genera infraestructura y no invierte en el capital humano en términos educativos. En muchos casos, este tipo de programa genera emprendedores (gente que abre negocios, que compra ganado) y mejora la calidad de vida de las personas (porque estas invierten en sus casas), pero no brinda posibilidades de una mejor vida a largo plazo.
Muchos consideran que la mejor forma de ayudar a los pobres a salir de la pobreza es mediante infraestructura, pozos, carreteras, electricidad, etc. Pero yo creo que dentro de ese mismo paquete, pero como prioridad, está la educación. Y la educación en países como el nuestro debe ir unida a programas sostenibles de alimentación escolar. Esto no puede ser parte de un programa como el de Give Directly, que no busca generar institucionalidad. Esto, a mi parecer, debe ser una obligación del Estado en una crisis de desnutrición como la que vivimos ahora.
El diseño de este tipo de programa puede tener elementos de esas decisiones individuales, como que sean los padres de familia quienes decidan qué alimentos comprar y cómo prepararlos. También es cierto que estos alimentos deben ser compatibles con la cultura de los lugares. Y qué mejor si contribuyen a la producción local. Mejor aún si son los niños los que participan personalmente en el cuidado y el crecimiento de los alimentos que luego van a ingerir.
Pero, para empezar a discutir el diseño de estas políticas, considero vital que superemos el debate de si la alimentación infantil en escuelas es un pilar para el desarrollo a largo plazo del país.
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