Ese pequeño municipio de Los Alpes franceses (200 habitantes permanentes) cerca de la frontera con Italia, ha conocido en los últimos 40 años una serie de transformaciones importantes que cambiaron por completo la calidad de vida de sus habitantes.
Asentado en el fondo de un valle sin paso y de difícil acceso, en una zona de población campesina secular caracterizada por una agricultura tradicional de subsistencia, Ceillac sufrió en 1957 inundaciones extremas que destruyeron la mayor parte de las viviendas del poblado.
“Esa tragedia fue nuestra salvación” me contó recientemente un oriundo de la zona. Las familias se movilizaron para la reconstrucción del pueblo, logrando mediante una serie de arreglos locales de gestión del suelo (trueques de parcelas conocido como operación de concentración parcelaria) dotarse colectivamente de tierras inaptas para el cultivo pero con buena disposición para la vivienda.
Unos años después de la catástrofe, Philippe Lamour, uno de los padres del Ordenamiento Territorial de Francia se queda inmovilizado en Ceillac luego de un accidente. Interesado en los problemas de la población, decide emprender una operación piloto para el acondicionamiento de esa zona. Electo alcalde por parte de los habitantes, propone un cambio completo de orientación de las actividades económicas: “La agricultura no debía de quedarse como la única fuente de recursos del pueblo” comenta en su libro Le cadran solaire. “Las nuevas casas que se estaban construyendo servirían también para el desarrollo turístico de la zona, con una innovación: los agricultores tendrían el manejo total del proyecto y serían los únicos beneficiarios de esa operación mediante la creación de una cooperativa de desarrollo”. Con el apoyo de fondos del Estado para la reconstrucción y préstamos equivalentes a las acciones de Banrural, lograron la construcción de más de 2,500 habitaciones para recibir turistas, todas ellas quedando en propiedad de la población local. Para atraer la demanda, se decide realizar con otras municipalidades (mancomunidad) y el apoyo de fondos de la Unión Europea, una serie de inversiones en equipamientos deportivos, principalmente para las actividades de esquí, buscando un modelo de desarrollo integrado con el ambiente y preservando la calidad de los paisajes del sitio. Para promover la oferta, se lanza una campaña de publicidad dando a conocer las bondades del territorio.
Finalmente, para consolidar un desarrollo equilibrado entre agricultura y turismo, se crea en 1977 el parque natural regional (área protegida), permitiendo, mediante regulaciones de uso del suelo, preservar los cultivos y poner en valor las fuentes, capillas e iglesias diseminadas en el territorio. La protección del medio ambiente y del patrimonio al servicio del hombre.
A pesar de algunas dificultades que surgieron en el proceso (debido, principalmente a la crisis energética y la ausencia de aislamiento térmico de las casas) los resultados están a la vista. Aumento de la población y fin de la migración a la ciudad debido principalmente a la creación de empleos que siguió al desarrollo turístico del municipio. Los habitantes combinan agricultura con otras actividades económicas: artesanías, comercio, construcción, servicios turísticos. Poco a poco se instalaron los servicios básicos que tanto hacían falta en el pueblo: escuela, bancos, centro de salud. Los paisajes siguen majestuosos, las antiguas cabañas son muy cotizadas por los turistas y los inmuebles, con un adecuado manejo de la zonas de expansión de vivienda, se valorizaron sustancialmente. Finalmente, consecuencia de todo proyecto de desarrollo, el nivel de vida de la población mejoró considerablemente.
Esas son algunas lecciones de la transformación de un pueblo de Los Alpes franceses. Un acondicionamiento que se realizó con los habitantes y para los habitantes. ¿Un ejemplo para algunos de nuestros municipios del Altiplano?
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