Un caso tan guatemalteco

La desaparición y el asesinato de Cristina Siekavizza y el robo de sus hijos nos conmueve tanto a la sociedad no sólo porque eran “la fotografía perfecta” o porque su familia emprendió una tenaz lucha porque no quedara en la impunidad y fue un caso público, sino también porque es un caso muy común para los guatemaltecos.

“La familia perfecta”, el machismo (que rompe con los sueños de príncipes azules y disfraza ese desprecio, ese odio hacia las mujeres), la violencia doméstica, el crimen, la desaparición, el “aquí no pasó nada” y “es mejor dejarlo todo ahí”, la torpeza inicial de la investigación fiscal y policial –hasta que es ordenada por los jefes–, el tráfico de influencias, la impunidad, el silencio, la perseverancia, el reclamo de justicia para otros, la no-claudicación hasta encontrar a los desaparecidos y la justicia, y volver a vivir la vida.

Y la familia de Cristina, sus papás, sus hermanos, sus amigas y amigos, y su sociedad y Estados guatemaltecos, no descansaron para que su crimen y la desaparición de sus hijos no quedaran en la impunidad. El primero de los tres pasos importantes, que por momentos parecía imposible, está dado: los dos niños están con su familia, con la que los quiere tanto que no tiene cuentas por rendir ante la justicia. El segundo paso será que puedan retomar la vida, para lo cual hará falta ayuda psicológica, mucho amor por parte de la familia y mucho respeto por parte del resto de la sociedad para que puedan crecer como niña y niño felices, plenos, en Guatemala. No creo que sirva de mucho una dada de pésame a los niños en un restaurante.

Y lo tercero es evitar que hayan más casos como éste en Guatemala –el año pasado hubo más de mil desapariciones de niñas adolescentes y es el mayor problema del país–. El presunto asesino y responsable de la desaparición, Roberto Barreda, no puede haber actuado solo. Alguien le dio dinero –habría que ver por qué la familia de una jueza puede tener tantos fondos, así como se lo reclamamos a la Vicepresidente– y alguien le ayudó a salir, a limpiar la evidencia y a mantenerse fuera, tan cerca y tan impune.

Será una batalla entre quienes queremos el fin de la impunidad y quienes quieren que la impunidad desarrolle otro acto maestro. Ya sabemos que aquí tenemos tantos aliados como enemigos (disfrazados de aliados) para derrotar el litigio malicioso. Aunque tocará que el MP, Gobernación y los querellantes adhesivos demuestren fehacientemente quién o quiénes desaparecieron a Cristina Siekavizza para asesinarla y quiénes ayudaron a Barreda a quedarse impune durante dos años y medio.

De momento, podemos hacer una pausa para celebrar la vida y un paso adelante de la justicia, reflexionar, tomar impulso y seguir en este trabajo por una sociedad más justa para todos los guatemaltecos.