Cuando desde distintos lugares se levantaron voces condenando tales homicidios y exigiendo al gobierno de turno su esclarecimiento, simpatizantes de la visión ideológica del señor De la Torre replicaron que ese era el destino de los delincuentes y que los defensores de derechos humanos defendían a los criminales.
De igual forma se comportaron cuando en Suiza se condenó a cadena perpetua al exjefe de la Policía Erwin Sperisen por el asesinato de siete reclusos. No solo se minimizaron los hechos, sino que se quiso inculpar a las víctimas y se hizo del exjefe policial un héroe. Lima Oliva no fue siquiera juzgado por los crímenes de 2008, pero quedó en el ambiente la idea de que era señor de vidas y bienes dentro del centro penitenciario donde cumplía su condena. Su declaración de «anticomunista 100 %» se ganó los aplausos de esos mismos filósofos y formadores de opinión, para quienes anticomunista es sinónimo de gente buena y para quienes la libertad del exjefe policial era más importante que la de siete ciudadanos que estaban bajo la responsabilidad del Estado cuando fueron asesinados.
El asesinato de Byron Lima y demás personas este lunes 18, así como el de los siete decapitados y calcinados en noviembre de 2008, el de los siete ejecutados extrajudicialmente por Sperisen y por su gente en 2006 y el de todos los reos muertos en los distintos centros penitenciarios del país, son actos inaceptables y condenables. No importa la ideología, la culpa o el crimen cometido. Todos son víctimas cuyas muertes no deberían haber sucedido, y de todas ellas deben dar cuenta las autoridades responsables de control de los centros penitenciarios.
Alrededor del asesinato de Lima Oliva se han lanzado al aire infinidad de hipótesis tratando de encontrar culpables por todos lados. Algunos, queriendo aparecer como héroes, llegan a asociarlo con las amenazas de muerte de las que ha sido víctima la jefa del Ministerio Público, cuestión que ella ha desmentido por completo, de modo que ha dejado malparado al autor de esas especulaciones. Pero lo que aquí importa no es quiénes fueron los hechores materiales e intelectuales de tan abyecto crimen. Sea quien haya sido, motivado por cualquier razón, lo cierto es que el Estado incumplió con la responsabilidad de su custodia y no solo deben deducirse responsabilidades, sino que el actual gobierno debe comprometerse a realizar una profunda reforma del Sistema Penitenciario, de modo que esos hechos nunca más se puedan repetir.
Lima Oliva, como todos los que han sido asesinados en los distintos centros de detención, estaba bajo la responsabilidad del Estado de Guatemala. No era ni más ni menos que cualquier otro reo, por lo que, a pesar de sus actos, a pesar de los delitos por los que guardaba prisión y por los que se le seguían juicios, su vida debía haber sido resguardada como las de los otros 12 reos y de la joven visitante asesinados ese día.
Guatemala no puede avanzar y desarrollarse económica y socialmente si no logramos modificar nuestra vocación inveterada por el asesinato y el ajuste de cuentas por mano propia. No podremos construir un país en paz si, ante la muerte violenta de uno, otros se alegran y celebran. Quien está detenido cumpliendo una sentencia judicial no tiene por qué sufrir vejaciones de ningún tipo. Quien es peligro para sus compañeros de cárcel o corre riesgo de ser violentado debe ser protegido por el Estado, que actúa en nombre de todos los ciudadanos. O lo que es lo mismo: todos debemos cuidar de la vida de todos.
En las sociedades modernas ya no es posible recurrir a la ley del talión. Los crímenes se pagan con reclusión y, es de suponer, mediante procesos de readaptación social. Reformar el Sistema Penitenciario, en consecuencia, es urgente. No podemos continuar viviendo con la violencia a las puertas. Y esto se aplica especialmente a los que con miopía ideológica celebran y protegen a los criminales que piensan como ellos. El derecho a la vida es el más importante de todos y debemos velar, todos, por que a nadie se le vulnere, piense como piense, actúe como actué.
Ojalá que los horrendos crímenes cometidos este lunes en la granja penal de Pavón les permitan recapacitar a quienes quieren tener pesos y medidas diferentes para considerar la aplicación de los derechos humanos.
P. D. Es necesario hacer notar el profesionalismo y la seriedad con que los distintos medios impresos y digitales trataron no solo el asesinato del excapitán Byron Lima Oliva, sino, sobre todo, el cuidado que se tuvo al informar sobre la muerte de su acompañante. Mis felicitaciones y agradecimientos a toda esa nueva generación de reporteros que, a pesar de las limitaciones y las presiones, pudieron informar adecuadamente sin caer en especulaciones alarmistas, respetando siempre la integridad de las víctimas.
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