Si vamos a generar políticas de largo plazo para el país, es necesario reconocer cuándo existen condiciones para generar acuerdos. Incluso cuando el acuerdo está limitado a una política porque no existen las condiciones para otros temas. Esto puede ayudar a las autoridades a avanzar más fácilmente políticas concretas para generar desarrollo, especialmente cuando dicha política puede tener un impacto importante para el país.
Hoy parece que la política cambiaria es uno de esos temas en los cuales puede llegar a haber un acuerdo entre distintos economistas que reconocen que el país requiere un cambio importante en el funcionamiento de su economía. No digo que exista un consenso. Tampoco se necesita. Lo que digo es que varios economistas, empresarios y políticos están reconociendo que vivimos en una economía distorsionada: nuestra estructura de precios parece ser un obstáculo a nuestro desarrollo económico. ¿Por qué está ocurriendo esto? Pues resulta que los precios internacionales y domésticos no tienen por qué responder a las necesidades de desarrollo de los países. Y eso es lo que está pasando en Guatemala con el tipo de cambio. Conviene leer, por ejemplo, al profesor Williamson, entre otros.
Menciono todo esto en respuesta al artículo reciente del exministro Juan Alberto Fuentes sobre la necesidad de reformular la política cambiaria del país. Ya había mencionado previamente que él, junto con el exministro Sergio de la Torre, coinciden en esta medida. ¿Por qué vuelvo a traer el tema a colación? Primero, porque, dado que estoy en desacuerdo con Juan Alberto en otros temas, considero que es vital señalar cuándo existen acuerdos de este tipo entre actores de distintas visiones políticas. Si no hacemos esto, es difícil pensar cómo vamos a lograr construir políticas de largo plazo en el país. Segundo, porque se viene la designación del nuevo presidente del Banco de Guatemala y esto hace necesaria la discusión. Una discusión seria y madura.
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En un escenario ideal, el nuevo presidente del Banguat buscaría discutir este tema e identificar cómo puede lograrse y cómo se logra suavizar la transición. La estrategia no debería ser evadir el tema porque es complicado o genera resistencia política. Las Jornadas Económicas deberían orientarse a atraer expertos internacionales para pensar el tema y su implicación en el mercado financiero y en otros sectores. Asimismo, generar una cultura de investigación entre las universidades y los centros de investigación debería ser vital —en Estados Unidos eso significa financiar dicha cultura—. Hay muchos temas que discutir. Por ejemplo, ¿retomamos el camino a un tipo de cambio fijo? ¿Mantenemos la Ley de Libre Negociación de Divisas? ¿Cómo facilitamos la transición al crecimiento refinanciando parte de las deudas en dólares? ¿Qué políticas son complementarias para aumentar los empleos formales en el sector exportador?
Ojalá el nuevo presidente del Banguat comprenda lo crítico que es su rol y emprenda las acciones necesarias.
Posdata cafetalera
El Congreso, de la mano con el sector cafetalero, está interesado en reactivar un fideicomiso para emplear 40 millones de dólares estadounidenses (casi 300 millones de quetzales) que quedan sin usar del fideicomiso que se estableció tras la crisis cafetalera de hace 17 años. La idea es usar dicho dinero para apoyar al sector tras la caída de los precios internacionales. Como señalé en mi columna anterior, me parece una propuesta de política inadecuada.
Dejemos a un lado que nadie ha demostrado que los 60 millones de dólares (más de 400 millones de quetzales) que ya se gastaron lograron un beneficio para el país. El problema es que se cree en definir metas para resolver el problema equivocado. El problema no es la deuda impagable o la edad de los arbustos de café que requieren cambiarse. El problema no es la crisis del empleo si esto no se hace. El problema es que exportamos productos de bajo valor. El problema es que la estructura del mercado cafetalero está cambiando. Si los precios internacionales del café se van a mantener bajos, la solución planteada solo socializará las pérdidas del sector por segunda vez en este siglo. El dinero va a ser usado para seguir haciendo lo mismo. Sísifo tropical.
Si el problema es la deuda y la posibilidad de que ello conlleve desempleo, hay mejores soluciones. Una empieza por que los prestamistas tengan que reconocer que dieron malos préstamos. La experiencia estadounidense usando la Ley de Bancarrota (Capítulo 11) demuestra que es posible reestructurar la deuda y mantener las empresas funcionando. Tal vez sea necesario que la propiedad de esas fincas pase a las manos de mejores empresarios y mejores gerentes. La bancarrota es ese mecanismo para mejorar la asignación de recursos. Esto es algo esencial en una economía de mercado. Si el Congreso pasa una buena ley de bancarrotas que ordene el proceso y que, insisto, esté inspirada en el Capítulo 11 de Estados Unidos, esto podría funcionar en Guatemala.
Otra solución es reconocer que el mercado de café sigue cambiando. El sector cafetalero chapín lo sabe y se ha quejado de que eso está bajando sus precios. Bueno, sigo sin ver una propuesta clara en la mesa. Mientras tanto, las últimas noticias son que Coca Cola compró Costa Coffee, que Nestlé va a empezar a vender café de Starbucks, que Lavazza está expandiendo su compra de cafeterías, etc. Dada la expansión de la producción de café en otros países, Guatemala debe reconocer que sus problemas no se resuelven con reactivar un fideicomiso para rescatar bancos y cafetaleros que no han movido el país a una industria cafetalera más sofisticada.
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