Luego, el 16 de mayo ya vimos a Jorge Briz dando declaraciones desde la plaza atestada, una vez que el Cacif había pedido la renuncia de Roxana Baldetti y esta se había cumplido diligentemente un día después. El 16 de mayo ocurrió una eufórica celebración de todas las clases sociales tras lo que se consideró un despido de Baldetti, quien descaradamente nos había visto la cara de imbéciles desde hacía años bajo el estribillo de la diputada contra la corrupción.
A medida que la fecha de las elecciones se acercaba, las demandas mutaron hacia la reforma de la Ley Electoral, el aplazamiento de las elecciones, la cancelación de los partidos y la falta de legitimidad de los comicios, pero siempre, debajo, insistentemente, la renuncia de Otto Pérez era la gran consigna.
Sin embargo, el sector privado creyó que la crisis sería manejable a partir de la salida de Baldetti. Se negó a pedir la renuncia de Pérez cuando el resto de la ciudadanía la reclamaba a gritos. Era el único que faltaba, y su exigencia llegó después de que ya se había derramado el pichel: cuando el MP y la Cicig revelaron que el líder de la estructura criminal era el mismo que lideraba constitucionalmente el país.
Llegó por fin ese comunicado en el cual el Cacif pedía la renuncia, pero (un gran pero) apoyaba las incuestionables elecciones y el famoso y ya prostituido orden constitucional. Muchos pensamos que era el momento de unir fuerzas transversalmente para que Pérez saliera del cargo, pero él se aferró más a este, como un rey que se mueve en el tablero de casilla en casilla huyéndole a una desbandada de peones.
Entonces vino la Asamblea Social y Popular y se unió a la USAC. Juntos convocaron a un paro nacional para el histórico 27 de agosto. Al principio se veía con desconfianza. La mayoría de empresarios reclamaron que un paro no era lo mejor para el país y que un día de inactividad provocaría millones de pérdidas. Además, cómo estaba eso de aliarse con los grupos campesinos que bloquean las carreteras.
Pero la sorpresa vino. Como sucedió el 25 de abril, las convocatorias a manifestar empezaron a surgir incontrolablemente. Se unieron una buena parte de colegios, casi todas las universidades, unas 500 medianas y pequeñas empresas, los mercados, restaurantes, tiendas… Y mientras escribo esto más gente se sigue sumando a esta lucha, que, claro está, no es ideológica. Incluso Sylvia Gereda le escribió una carta a Briz pidiéndole que el Cacif se metiera a este huracán. Al ver esto pienso que cuando lleguemos a tener pleitos ideológicos habremos crecido como sociedad.
Ahora la pelea es contra la mafia vil y asquerosa que nos tiene agonizando. Me alegra tanto ver la algarabía que da la esperanza interna en cada uno, pues nos creemos aquel dicho hindú que dice que una telaraña es capaz de derribar cualquier león y vemos que no se necesitó del consorcio de las corporaciones para mostrar el rechazo, por medio de un paro nacional, a la desfachatez de este presidente que patalea como un ahogado y negocia con Tigo para intentar salvarse. Nada podrá salvarlo. La ciudadanía multitudinaria ya lo sepultó.
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