Pareciera que quienes la provocan le apostaran a que este fuera el momento final de ese enfrentamiento. Es decir, una guerra tiene que tener un desenlace y, como en toda guerra, uno de los bandos en pugna debe alzarse vencedor, pero, para el caso (según lo que se desprende de los acontecimientos actuales), aplastando al derrotado: no negociando con él, sino neutralizándolo totalmente, sin espacio para la reacción.
De hecho, todo indica que se está incubando una guerra de invasión. De momento, las acciones son mediático-psicológicas, pero preparan condiciones para (muy probablemente) una posterior intervención armada. ¿Por qué esta guerra? Esta no se puede entender solo por causas endógenas: debe verse en el marco de lo que significa Venezuela y del papel jugado globalmente por la principal potencia capitalista mundial: Estados Unidos. Lo que mueve todo esto es la afanosa e imperiosa necesidad de petróleo de la gran potencia.
Las reservas de oro negro que tiene Venezuela aseguran un aprovisionamiento para la economía estadounidense para todo lo que resta del presente siglo, considerando aún el aumento geométrico de la demanda. Eso es vital para el funcionamiento de la primera economía capitalista (el petróleo mueve el mundo) y para las grandes multinacionales petroleras que lucran con ese negocio, estadounidenses principalmente, pero también europeas. «Así como los gobiernos de los Estados Unidos [y de otras potencias capitalistas] necesitan las empresas petroleras para garantizar el combustible necesario para su capacidad de guerra global, las compañías petroleras necesitan de sus gobiernos y de su poder militar para asegurar el control de yacimientos de petróleo en todo el mundo y de las rutas de transporte» (James Paul, Global Policy Forum).
Dicho más claramente aún, la guerra que se libra en Venezuela es la guerra de unos grandes pulpos comerciales que no quieren perder un hiperrentable negocio que les asegurará miles de millones de dólares por muchas décadas. Una guerra que se articula, igualmente, con una derecha nacional que fue siempre la burocracia administradora y el testaferro de esas compañías y que ahora, con la revolución bolivariana en curso, se encuentra desplazada.
Para que haya violencia física desatada, organizada, planificada sistemáticamente (eso es la guerra), es necesario preparar las condiciones que permitan no ver al otro como un ser humano, sino como un enemigo, un peligro, un posible atentado contra mi propia seguridad. Para eso existen las llamadas operaciones psicológicas (guerra de cuarta generación, como se ha dado por llamarlas recientemente). En otros términos, la psicología, en tanto ciencia, a favor de un proyecto de dominación (lo que la transforma en mera tecnología ideologizada, en práctica vasalla al servicio del poder, de manera que se la despoja de su pretendida seriedad científica).
Ahora bien, no se puede invadir Venezuela de un día para otro. Hay que crear el clima para que el gobierno nacionalista-socialista actual (iniciado por Hugo Chávez, continuado por Nicolás Maduro) se aleje del poder. Hasta ahora, todas las maniobras desplegadas (por el Gobierno de Estados Unidos, por la derecha vernácula y por el coro conservador que acompaña esas iniciativas a lo largo del mundo) fracasaron. Pero la guerra iniciada a principios de este año parece que está logrando otros resultados. Es más que probable que en Washington el Departamento de Estado ya tenga trazados todos los planes que seguirá y sus distintas variantes. Todo indica que lo que se viene puede ser mortal para la revolución bolivariana. Van por la cabeza de Maduro. Van por terminar de una buena vez con todo ese proceso. Van por las inconmensurables reservas de la franja del Orinoco. Lo que comenzó ahora es una brutal guerra psicológico-mediática.
En el documento Plan para intervenir a Venezuela del Comando Sur de Estados Unidos: operación Venezuela Freedom-2, de inicios del 2016 (guion de la novela ya escrita), pueden leerse algunas de las acciones a seguir: «… c) aislamiento internacional y descalificación como sistema democrático, ya que no respeta la autonomía y la separación de poderes; d) generación de un clima propicio para la aplicación de la Carta Democrática de la OEA».
¿Qué sigue ahora en la revolución bolivariana de Venezuela? Todos los indicios muestran que el plan de la Casa Blanca sigue los patrones de lo hecho ya en Irak o en Libia, donde se inventaron guerras civiles que permitieron derrocar a los dictadores correspondientes: Sadam Huséin y Muamar el Gadafi. La guerra psicológica prepara el escenario para luego derrocar al gobernante de turno utilizando la fuerza bruta.
Es por todo ello que debemos denunciar categóricamente esta campaña de desinformación. Medios alternativos como el presente deben servir para ello.
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