"Nos sentimos traicionados por todos, la guerrilla, el gobierno y, hoy, hasta por la prensa", me dijo un hombre en traje ixil con sombrero y morral, con quien crucé algunas palabras en El Descanso, un pequeño café en el centro de Santa María Nebaj. Él escuchaba noticias en un radio de transistores diminuto, que tenía pegado a un oído, al mismo tiempo que leía una columna de Prensa Libre, cuando lo interrumpí para preguntarle qué pensaba acerca del juicio por los crímenes cometidos en su municipio entre 1982 y 1983. "Pero hay dos corrientes distintas –continuó después de reflexionar un momento–. Hay mucha gente aquí que cree que en cierto modo Ríos Montt trajo la paz. Y no dejan de tener razón, pero olvidan las masacres que cometieron sus soldados, porque las peores fueron en el 82, cuando él ya había dado su golpe, ¿no? Es cierto que las matanzas comenzaron antes de él, con Lucas García. Pero Ríos Montt, después de una tregua, continuó. Luego estableció el control militar. Se formaron las PAC y todo eso. Los soldados dejaron de matar gente. Ya no mataban tanto, es decir. Y eso es lo que recuerda la gente. Y es por eso que él, o su partido, ganó aquí las elecciones presidenciales hace unos años. Algunos, pero no todos, ni mucho menos, están en desacuerdo con el juicio que le han abierto. Pero yo creo que es también una cuestión de ideología. No hay que olvidar que casi todos los sobrevivientes tuvieron, a la fuerza, que formar parte de las PAC. Les dieron lo que llamaban una terapia intensiva. Los militarizaron. Les lavaron el cerebro, y mataron y torturaron y a veces aprovecharon para robar animales y también tierras de las víctimas. Los que se vieron involucrados activamente, es decir, los que delataron o mataron, tampoco quieren que se busque justicia. Se sienten parte de. Niegan que hubo genocidio no porque crean que no lo hubo, sino por temor. Temen ser alcanzados también por esa justicia."
Le pregunto dónde estaba él durante ese tiempo. "Yo soy un sobreviviente –me dijo–. Logré escapar y viví casi dieciséis años escondido en las montañas. No quedó una sola de las veintitantas aldeas de todo el municipio de Nebaj; lo único que quedó fue el casco urbano. Mire la iglesia, la convirtieron en cuartel. El campanario servía de atalaya, pusieron una ametralladora allí. En Cotzal –agregó– vistieron a Cristo y a los santos de la iglesia con uniformes de kaibil."
¿Qué opinión tiene usted de la Guerrilla?, le pregunto.
"Hicieron propaganda armada en las comunidades –dice–. Llegaban un día de mercado y reunían a toda la gente. Les explicaban en ixil y en castellano por qué estaban allí. Necesitaban una fuerza armada. Entendimos que había que hacer la lucha, pero no queríamos ser militantes. Hubo un caso en Xacalté, donde la guerrilla masacró a casi toda la aldea porque no quería colaborar. La guerrilla mató como lo hacía el ejército, sin ningún juicio de por medio. Pero sobre todo, cuando el ejército comenzó a reaccionar, la guerrilla desapareció, y dejaron que la población recibiera toda la violencia. Ellos se escondieron. De vez en cuando la guerrilla hacía algún ataque desde lejos; le disparaban a una patrulla a una distancia de, digamos, quinientos metros, y volvían a esconderse. El ejército tomaba represalias, y lo hacía contra la población, que no podía huir tan fácilmente."
¿Hay algún ixil en particular que esté en la memoria de la gente como símbolo?, quiero saber.
"No. En la memoria lo que está es el fracaso. Y los mártires".
Luego vino la firma de la paz. "Con eso entendimos que los comandantes lo que querían eran poder personal. Cada uno agarró por su lado, se metieron a toda clase de partidos políticos, incluso de extrema derecha. Ninguno hizo nada por nosotros. Hoy, proliferan las ONG. Gastan mucho dinero en estudio tras estudio, pero hay poco desarrollo real. El real, más bien lo debemos a la emigración al Norte."
¿Y qué piensa sobre el juicio?
Sonríe. "Ha costado mucho vencer el miedo. Primero, para desenterrar a los muertos. Luego, para atestiguar. Pero confiamos, tenemos que confiar, en la justicia. Pero mire."
Me enseña el periódico. Leo: "Corte de Constitucionalidad falla a favor de Ríos Montt".
"¿Cómo funciona esa justicia?", me pregunta.
* Publicado originalmente en El Faro, 9 de mayo
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