El mensaje es claro, y convierte en superflua la lectura del material impreso: el tipo de justicia que los autores del libelo proponen tiene como eje, como alma, la violencia. El emblema aparece en la portada del cuadernillo y se repite -la daga y los fieles como marca de agua a página completa- en cada uno de sus diez pliegos. "La farsa del genocidio en Guatemala; conspiración marxista de la Iglesia Católica"; "El delito de genocidio JAMÁS existió en Guatemala"; dicen los titulares de la primera página de la edición del 14 de abril; y el contenido de la publicación -que acompaña otros suplementos del diario, sin aclaración alguna respecto de su carácter de propaganda pagada- repite hasta la saciedad esta negación.
"Campos pagados" como éste -y como el que la semana pasada firmaron Gustavo Porras, Eduardo Stein y otros diez exfuncionarios del gobierno de Álvaro Arzú (donde advertían de las graves consecuencias para la paz que, según ellos, tendría el juicio por genocidio contra los generales Ríos Montt y Rodríguez Sánchez)- han logrado su cometido: el llamado "juicio del siglo" -el primero en el mundo en que se haya juzgado en tribunales nacionales a jefes de Estado por el crimen de genocidio- fue anulado el pasado jueves 18 por un tribunal de primera instancia.
Pero la edición de elPeriódico del domingo 21 de abril traía otro inserto infamatorio, en el que sí, al pie de la primera página, se hace la aclaración sobre la "responsabilidad exclusiva de la Fundación Contra el Terrorismo" por la publicación. Son otras 20 páginas, prácticamente ilegibles de tan mal escritas, en las que aparecen fotos en pequeño y gran formato de varios exguerrilleros y activistas de los derechos humanos, a quienes se acusa de asesinos, criminales de guerra, terroristas de corbata, sicarios judiciales, neo marxistas... El lenguaje, que recuerda la propaganda anticomunista de los años setenta y ochenta, está en sintonía con declaraciones como la del difunto Mario Sandoval Alarcón, fundador del Movimiento de Liberación Nacional y vicepresidente de la República durante el gobierno del general Kjell Laugerud García, de 1974 a 1978: "Si debo deshacerme de la mitad de Guatemala para que la otra mitad pueda vivir en paz, lo haré".
Así, mientras la palabra "genocidio" parece ser nueva para los guatemaltecos, el concepto no lo es. Y sin embargo, ojeando hace unos años las fichas policiacas del desaparecido Gabinete de Identificación de la Policía Nacional -mientras tomaba notas para un texto que se convertiría en El material humano- en la sección dedicada a los “crímenes políticos”, encontré lo siguiente:
“Aguilar García, Benito. Nace en 1923 en Escuintla. Vive con su madre y hermanos. Fichado en 1948 al solicitar ingreso a la Guardia Civil. Puesto a disposición del Comité Nacional contra el Comunismo en 1955 por haber formado parte del pelotón de la Guardia Civil que con carácter de expedición punitiva fue enviado a Puerto Barrios al mando del teniente Cornelio Lone Mejía en el mes de junio de 1954 para efectuar actos de genocidio.”
¿Qué significaba entonces (hace más de medio siglo, y unos diez años después del proceso de Nuremberg) esta palabra en la jerga judicial local? En cualquier caso, no había reparo -ni para la Policía Nacional ni para el "Comité contra el Comunismo"- en utilizar el término al ordenar y ejecutar el arresto de miembros de la Guardia Civil de un gobierno de izquierda como el de Arbenz.
"Malparidos", llama un columnista de Prensa Libre a quienes creemos que el juicio anulado debe continuar. Y dice otro de Siglo XXI: "Genocidas (...) Así nos verá el mundo, así nos condenará, no una jueza miope de tercera o de cuarta, sino el mundo entero, gracias a los 'defensores de los derechos humanos'." Si, como miembro del Estado guatemalteco, merezco la calificación de genocida (y la cantidad de osamentas de niños de entre cero y doce años, mujeres y ancianos halladas en territorio guatemalteco en fosas comunes, muchas de ellas dentro del perímetro de bases militares, parecen suficientes para sustentar contra nuestro Estado la más grave de las acusaciones) la acepto con resignación. Prefiero declararme miembro de un Estado genocida -pero dispuesto a reconocer el carácter criminal de su pasado y a reparar en lo posible el daño hecho- que cómplice de uno empeñado en vestirse de blanco, cuando todavía tiene las manos ensangrentadas.
* Nació en Guatemala en 1958. Después de terminar sus estudios, viajó durante un año por Europa. En 1980 visitó Tánger y conoció a Paul Bowles en un ciclo de talleres de creación literaria; Bowles tradujo sus primeros libros al inglés. Rey Rosa ha publicado varias colecciones de cuentos y novelas, entre ellas Cárcel de árboles, El material humano y Los sordos. Reside actualmente en la Ciudad de Guatemala.
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