Puedo decir que ese documental realmente estremeció mi corazón. Lo veía y escuchaba atenta. Cada frase, cada relato y cada imagen percibida por mis sentidos impactaron en mi conciencia, la cual, se ha ido transformando y fortaleciendo a lo largo del tiempo.
En el fondo, venía a mi mente estos tres conceptos que leí en el libro Feminismos Europeos (1700 – 1950) de Karen Offen: Identificar, Reconocer y Accionar. Offen, lo aborda desde una perspectiva feminista, en la cual estas tres palabras se complementan con «identificar las desigualdades», «reconocer las desigualdades» y «accionar ante las desigualdades».
Dicho de otra manera, el primer concepto muestra la importancia de percibir de manera individual a través de la propia reflexión las desigualdades, no dejarlas pasar desapercibidas, tener un enfoque sensible a identificar las relaciones desiguales de poder, esas que nos acompañan en el día a día y de las cuales surgen violencias. Se necesita un cambio de conciencia en este punto.
El segundo concepto, pretende no solo ver o percibir la desigualdad, sino dar un paso más y aceptarlas y pronunciarlas para luego llegar a la tercera fase, cuyo concepto es accionar. Esto implica generar cambios en la estructura, luchar por un bien común, para consolidar equidad e igualdad en la sociedad, pensar en algo diferente para mí y las y los otros que están a mi lado y otras generaciones.
Si bien Offen hace alusión a que estos tres aspectos son necesarios para que una persona se considere feminista, al reflexionarla y meditarla, cuanta verdad presenta pero, más allá de centrarlo en un reconocimiento feminista (el cual lleva consigo varios aspectos), creo que esos tres verbos, son inherentes a cada ser humano con conciencia social, considero que son conceptos abstractos que deben materializarse y presentarse incluso en cualquiera que desee construir ciudadanía, es por ello que «mi país imaginario» ya no sería solo imaginación sino realmente un Estado de bienestar.
Durante mi desarrollo y espacios de interacción, he logrado identificar desigualdades por motivos económicos, género, raza, etnia, formación, etc. y con el tiempo una aprende a reconocerlos, la madurez y la propia vida no nos permite volverlos a obviar. Ahora bien, considero que el accionar y transformar puede ser individual hasta cierto punto, pero también no deja de ser un aspecto colectivo.
Yo también tengo un país imaginario, imagino un Estado que garantice el acceso a la salud a todas y todos, donde el servicio tenga medicamentos, profesionales con don de servicio, con hospitales dignos; que las escuelas sean espacios de formación y desarrollo con altos estándares de calidad y con formadores probos en todos sus niveles y áreas; imagino un país donde ni una niña, ni un niño muera por desnutrición; que las personas tengan el derecho a acceder a un empleo digno, con seguro social, con sueldos justos; imagino un transporte público acorde a las necesidades de la ciudad y su población; con calles y espacios pensados principalmente para el peatón, con aceras dignas para transitar, donde mujeres y hombres puedan caminar libremente a cualquier hora; imagino un país con amplias y diversas áreas recreativas gratuitas, con parques en cada barrio, sin tanta cuadra o colonias en circuito cerrado, con muros y alambres; imagino una Guatemala donde nosotras las mujeres podamos vivir sin prejuicios, sin miedo, sin violencia y con el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo.
No dudo que muchas y muchos otros también añoren una Guatemala diferente. Tomemos el ejemplo y comencemos a identificar e identificarnos, a reconocer y reconocernos y a accionar en la colectividad para transformar, que ese país deje de ser imaginario y se convierta en una realidad.
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