El mundo de José Rubén Zamora es un cuarto frío
El mundo de José Rubén Zamora es un cuarto frío
Cada día revisa los documentos de los casos que el Ministerio Público inició en su contra y encuentra nuevos detalles. Desde que fue aprehendido, José Rubén Zamora, uno de los periodistas más reconocidos de Guatemala, acumula más de 600 días en la cárcel, tiempo que ha pasado casi en total aislamiento.
En el último puesto de registro, antes de llegar a la bartolina donde José Rubén Zamora ha estado aislado desde junio de 2022, un guardia del Sistema Penitenciario (SP) anota quién lo visita. Un cuaderno de líneas recoge nombres de familiares, amigos y abogados, sus horas de ingreso y salida. Al lado del cuaderno está Oppenheimer, la biografía del creador de la bomba atómica, que el guardia lee mientras vigila el candado que separa al periodista de la libertad.
El libro advierte lo que hay a pocos metros del cerco de seguridad.
Tras una malla que rodea un pequeño espacio de 12 metros cuadrados de tierra, hay tres bartolinas de dos por tres metros cada una. En la del medio está recluido Zamora, el ingeniero que fundó y dirigió dos medios de comunicación, que recorrió el mundo gracias al periodismo y que en el camino se hizo de enemigos poderosos que ahora cobran venganza.
Desde su captura, el 29 de julio de 2022, hasta el cierre de esta nota (19 de marzo de 2024) Zamora permaneció el 97% de sus días encarcelado en un aislamiento de 23 horas al día, con acceso a una hora de sol diaria. Este extremo también lo vivieron la exfiscal Virginia Laparra y Claudia González. Ambas fueron detenidas en procesos que llamaron venganzas por haber investigado grandes casos de corrupción en la época de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig).
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La decisión de recluir a periodistas y exfiscales en pequeños espacios dentro de un cuartel militar, tiene como fundamento un protocolo de seguridad creado por la Dirección General del Sistema Penitenciario para la cárcel Mariscal Zavala, que la entidad mantiene bajo reserva.
Los efectos de ese aislamiento han sido descritos como una tortura por quienes han estado bajo su yugo y por organizaciones de derechos humanos. Zamora dijo en una entrevista que, durante el tiempo en la cárcel, sus derechos humanos han sido violados y los tratos han sido «despiadados».
En esta entrevista con Plaza Pública y desde su bartolina, describe su situación, el actuar del Ministerio Público (MP), los efectos que el aislamiento ha tenido sobre su salud y su futuro con relación al periodismo y elPeriódico.
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El mundo en una bartolina de aislamiento
Dentro de la bartolina de aislamiento número dos de Mariscal Zavala está su mundo. En esa pequeña habitación de paredes de block blancas y piso cerámico beige, hay una litera donde duerme, guarda ropa y almacena decenas de documentos organizados en fólderes y bolsas. A un lado hay una mesa con unas cinco pilas de libros gruesos y fotografías de su esposa e hijos. También tiene un horno tostador que no usa, pero que conserva porque uno de sus amigos luchó por ingresarlo a la cárcel, y pequeñas botellas de agua pura amontonadas en una bolsa de supermercado. En la pieza también se observan unos cinco pares de zapatos, tres espejos, un petate, dos sillas e implementos básicos de higiene personal además de una hielera donde guarda la comida que un empleado de la familia le lleva para la semana.
«La cacería empezó en octubre de 2021», relata Zamora, vestido con un pantalón deportivo negro, una playera blanca y tenis grises de cintas azules y rojas. En pocos minutos hace una recapitulación cronológica de cómo desde siete meses antes de su captura sabía que el MP iba tras él.
En esa época, la Fiscal General Consuelo Porras ocupaba titulares nacionales e internacionales por haber destituido a Juan Francisco Sandoval, quien fue jefe de la Fiscalía Especial contra la Impunidad (Feci), justo cuando dos investigaciones de posible corrupción apuntaban al entonces presidente Alejandro Giammattei, protagonista de reportajes de investigación y duras columnas de opinión escritas por Zamora y publicadas en elPeriódico.
«Hay que sacar a Zamora», era la instrucción dentro del MP, según relata que fue advertido. El plan, dice, era abrir un caso en su contra y ponerlo tras las rejas.
En esos siete meses que «sintió que ya tenía encima al MP», sus abogados iban semanalmente a la Feci, dirigida por el fiscal Rafael Currichiche (considerado como un actor corrupto y antidemocrático por el Departamento de Estado de los Estados Unidos), a preguntar por información de algún caso en su contra. Nunca recibió una respuesta.
El día que Zamora temía llegó el 29 de julio de 2022. Personal de la Feci y agentes de la Policía Nacional Civil (PNC), rodearon su casa para allanarla. A él lo encontraron en la cocina, mientras buscaba poner bajo resguardo a su familia.
En pocos minutos corrió la noticia y decenas de reporteros llegaron al lugar. El periodista fue capturado con una orden del juez Fredy Orellana, también sancionado por EEUU, y un séquito de policías de las fuerzas especiales lo escoltó hasta una patrulla. Ese día vestía una camisa roja de cuadros negros y un semblante serio y molesto que al día siguiente apareció en portadas alrededor el mundo.
«Fue un shock estar expuesto, no me gustan las fotos ni las caricaturas de mí, no me gusta verme», relató Zamora, quien solía ser más conocido por sus letras que por su rostro.
En medio del caos fue trasladado a la carceleta de la Torre de Tribunales, donde en la fila para ser fichado, se topó con un pandillero que fue detenido por agredir de forma física a su propio padre.
«¿Vos no estás muy viejo para estar aquí?, ¿qué hiciste?», le preguntó. Zamora recuerda entre pequeñas risas que respondió: «no sé pero por lo menos no le pegué a mi papá».
En ese momento Zamora, de 65 años, no sabía por qué había sido capturado, la Fiscalía dijo que el caso estaba bajo reserva y no proporcionó detalles. El periodista no podía anticipar que, menos de un año después, los jueces Oly González, Griselda Ordóñez y el juez Otto Valverth le condenarían a seis años de cárcel por lavado de dinero en un proceso en el que se declaró inocente y donde denunció que de forma sistemática se le impidió presentar pruebas para demostrar que no cometió un crimen.
Al día siguiente de su captura, Zamora fue trasladado a toda velocidad a la cárcel Mariscal Zavala. Él estima que en 12 minutos la patrulla recorrió los ocho kilómetros de distancia entre ambos puntos. «Llegué todo zangoloteado (golpeado)», cuenta. Al llegar a la bartolina, le cerraron la puerta con llave y por primera vez estuvo solo, con sus captores.
Entonces tuvo miedo de ser asesinado. Ocho agentes penitenciarios y ocho cámaras de seguridad vigilaban la puerta gruesa frente a él.
«No dormí durante las primeras dos semanas», cuenta. En las primeras noches del aislamiento, un guardia somataba la puerta cada tres horas para que respondiera si estaba bien. Esto lo mantuvo en constante alerta, lo que impidió que durmiera incluso antes de sus audiencias. Una vez, en medio de la noche, un grupo de hombres llegó a golpear la puerta mientras gritaban que le harían daño, algo que él llama «represión psicológica».
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«Aquí adentro uno está muerto»
Zamora era un hombre reconocido dentro y fuera de Guatemala. Solía almorzar con artistas de todo tipo que le regalaban obras hechas específicamente para él, acudía a reuniones con importantes personajes del mundo político y empresarial y sus opiniones eran ampliamente consultadas y difundidas. El cambio drástico en sus condiciones de vida ha tenido impacto en su estado físico y emocional.
Además de la tortura psicológica, ha estado encerrado condiciones deplorables. Por ejemplo, el colchón que le asignaron tenía chinches y otros insectos que le curtieron la piel.
«Esa fue la mayor tortura, los insectos. Había un animal que me hacía carreteras subcutáneas en los brazos, era como un pequeño pulpo plano que parecía hecho de plástico transparente», recuerda.
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En el encierro llegó a perder 37 libras, de las cuales ya recuperó 14. Además, a consecuencia del aislamiento, cuando se expone al sol le salen espinillas en el rostro, sus lagrimales se congestionan y debe lavarlos constantemente. También perdió la mielina del sistema nervioso por lo que no aguanta tener ningún peso sobre su cuerpo.
«Ha sido una experiencia devastadora estar lejos de mi esposa y mis hijos. Todos hemos tenido un luto, porque aquí adentro uno está muerto. Pero estando muerto en vida pude ver cómo se comportó mi familia. Ver que si hubiera muerto ellos pueden seguir sin mí…me siento orgulloso de ellos», dice.
En el caos, la tranquilidad interna llegó cuando aceptó que su mundo se reducía a esas cuatro paredes y a sus libros.
«Pasé cuatro meses sin entender que no podía desear cualquier cosa que no tuviera a mi alcance. Cuando lo entendí me tomé más profundo y en serio los libros. Ahora siento voracidad por la lectura», dice.
La vida de Zamora en el encierro tiene muchas letras y lecturas, por eso los recuerdos de sus vivencias se mezclan con citas de los libros que lo rodean: «La frontera entre la barbarie y la civilización es la cultura», dice mientras recuerda sus viajes por el mundo, como reportero.
«Aquí vi que Dios me dio una vida envidiable, qué vida más brutal la que he tenido», menciona y recuerda que impartió cursos para periodistas en Jakarta, Bali y Singapur, que recorrió Hong Kong, India, Varsovia, San Petersburgo, Helsinki, Estocolmo y Copenhague.
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elPeriódico y el resto de reporteros
En Guatemala corre la noticia de que elPeriódico volverá a la vida. Es el medio que Zamora fundó en 1996 y que cerró en 2022 debido a la asfixia y persecución del gobierno de Giammattei y la gestión de la Fiscal Porras.
Zamora dice que si elPeriódico regresa será sin él, ya que tiene deudas por pagar en el banco y hay gente interesada en comprar la marca.
Mientras tanto, un grupo de exreporteros y exeditores lucha contra el MP, que busca procesarlos por supuesta obstrucción a la justicia al escribir reportajes y notas periodísticas sobre el caso de Zamora. En enero de 2024, la jueza Aurora Gutiérrez resolvió que el caso debía ser conocido por un Tribunal de Imprenta y no por un juzgado penal, lo que protegió los derechos de los periodistas a tener un proceso justo. Sin embargo, la Feci apeló esta decisión (que fue rechazada por la Sala Tercera el 18 de marzo) y la defensa presentó acciones legales para que los magistrados que resuelvan este extremo no tengan conflictos de interés.
Nuevas condiciones
Con la llegada al poder de Bernardo Arévalo y el nombramiento de un nuevo ministro de Gobernación, Francisco Jiménez, las condiciones carcelarias para Zamora han cambiado.
Una vez en la presidencia, Arévalo nombró el caso como «emblemático» y rechazó la persecución contra periodistas. «Todos sabemos que se trata de un juicio espurio que se originó en un intento de convertirlo en un casito ejemplar por lo que publicó», dijo. Jiménez lo visitó un día después de asumir el cargo.
Ahora, la celda de Zamora permanece abierta de ocho de la mañana a ocho de la noche. Esto le permite caminar en un pasillo de al menos cuatro metros. Sin embargo, se siente extraño al salir más de su celda y que la puerta permanezca abierta: «me siento extraño, desnudo, como en una vitrina», dice.
En las primeras semanas del nuevo gobierno también le arreglaron la luz, le pusieron vidrios a tres pequeñas ventanas por donde se colaba el frío y los insectos, instalaron un calentador en la regadera y le permitieron el ingreso de una tableta donde su familia descargó música, películas y series como Yellowstone, The Crown, Napoleón y Griselda. También se le autorizó un cortauñas y un par de tijeras, y al fin, como relata, le pusieron un clavo para colgar un nuevo espejo en el baño. El que estaba antes le llegaba al pecho y Zamora, que mide 1.89 metros, debía encorvarse para rasurarse antes de ser trasladado a audiencias.
«Las condiciones son básicas, pero son un avance teniendo en cuenta que durante casi un año y medio Zamora fue víctima de malos tratos y abusos durante su encarcelamiento», dijo la organización Reporteros Sin Fronteras (RFS), que lo visitó a inicios de febrero y denunció que el caso se ha convertido en un «monumento flagrante e ineludible a la violación a la libertad de prensa en Guatemala».
«Es un caso emblemático a nivel internacional, del uso abusivo del derecho penal para acallar voces disidentes e incómodas para quienes ocupan espacios de poder», dice un comunicado de RSF.
La organización Trial Watch, que se dedica a monitorear casos donde existan posibles violaciones a los derechos humanos, también hizo un reporte de la situación de Zamora y al revisar su caso denunció que «ha estado plagado de irregularidades y parece ser una represalia por su trabajo como periodista de investigación que informa sobre la corrupción gubernamental».
«Las violaciones previas al juicio y durante el proceso contra el señor Zamora hicieron que su juicio fuera fundamentalmente injusto. Nunca debió haber sido procesado en primer lugar», denunció Trial Watch.
Mientras tanto, los días en la cárcel parecen infinitos. Aunque inició con un caso, el MP ya tiene otros dos en cola para mantener a Zamora en prisión. Las audiencias para resolver su situación han sido suspendidas en tres ocasiones en los últimos meses y aún se espera que arranque la repetición del juicio en su contra por supuesto lavado de dinero, luego que una sala de apelaciones reconoció fallos en el primer debate donde fue condenado a siete años de cárcel.
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