A todo esto, ¿de qué sirvió tanto bloqueo? Solo generaron «perdidas económicas», «molestaron la libre locomoción», «pusieron en riesgo a las pymes», «vinieron a joder a la capital», «Porras sigue en el cargo». En resumen, todo sigue «igual».
Esas y muchas frases pesan en el imaginario social del guatemalteco, la alienación nos tiene cooptados a nosotros también, no cabe duda el peso que genera en nuestra calidad de vida esa visión capitalinocentrista ladina, la cual, sin vacilación alguna, continúa presente como parte del gran problema de esta situación en la que vivimos, trabajamos, socializamos y experimentamos la política con los «otros».
La vida en la ciudad no es la misma que en el campo, las oportunidades de la urbanidad siquiera llegan a lo rural, la clase «media urbana» desde su idea de «clase y etnia» acarrea una visión anacrónica que surgió desde la colonia y que busca perpetuar a cualquier costo. El querer apartarse del otro, el querer despreciar al otro, la necesidad de diferenciarse incluso de aquello que es más parecido a él. Si veo hacia abajo, me siento grande, si me ven hacia abajo, me siento pequeña.
Sí, el problema somos quienes pretendemos vivir de la apariencia, sabiendo que las condiciones de vida en este país solo son privilegio para unos pocos, el resto tratamos de sobrevivir de distintas maneras.
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Nos levantamos antes de las 5:00 para poder llegar al trabajo, al cual ingresamos a las 8:00 o 9:00, por el tráfico, preferimos llegar antes y dormir en el auto, desayunar en el trabajo (si es que desayunamos). Salimos del espacio laboral y para volver a casa, debemos estar en el tránsito por horas para recorrer cinco, doce o quince kilómetros. Llegamos agotadas a casa, debemos preparar o atender los pendientes del hogar, la familia, el trabajo; cenamos (si aún tenemos energías y comida) y «dormimos», para repetir la rutina de la semana al día siguiente.
A diferencia de muchas personas, algunas tenemos empleo, poseemos un auto y una casa. Y a pesar de ello, ¿consideramos eso «vida»?
Es allí cuando comprendemos que el problema justamente somos nosotras, las alienadas, quienes no nos sumanos a exigir mejores condiciones de vida, por querer diferenciarnos y negar nuestro parecido con el otro, que, sin darnos cuenta, tiene más conciencia social y una visión más clara de lo que el Estado debería ser. Es por ello que a esos «bloqueos» y manifestaciones, más que «problemas», se les llama «digna resistencia».
Una digna resistencia que nos invita a cuestionar y a sumarnos también, o ¿tan bien estamos que no lo vemos necesario?
Cuestionemos: ¿por qué no tenemos áreas recreativas? ¿Por qué debemos pagar seguro médico si el Estado tiene servicios públicos? ¿Por qué el Seguro Social es limitado? ¿Por qué tenemos que pagar educación privada teniendo pública? ¿Por qué teniendo la misma gestión por más de 20 años en la ciudad, todo es un desastre (tránsito, transporte público, drenajes)?
Al reflexionar cada una de estas interrogantes, y muchas otras, afirmemos: yo merezco transporte público de calidad, yo merezco calles seguras, yo merezco seguro social, yo merezco educación gratis y de calidad, porque así es, si lo merecemos y es el Estado, a través de la gestión de gobierno, el que lo debe proporcionar, pero para ello necesitamos sumarnos y no vernos como los otros, porque lo otro es únicamente la estrategia de división para quienes se alimentan de este sistema corrupto, deficiente y precario, y está más que claro que ni usted ni yo somos parte de eso.
Entonces, le pregunto: ¿de qué sirven los bloqueos si usted no se suma para exigir cambios en este sistema?
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