Puedo asegurar que en la idea de las relaciones afectivas de las personas con quien he compartido sexo tuvo un impacto de desventaja el haber nacido «mujer», desde distintos enfoques y en distintos entornos tales como el familiar, social, político, los medios de comunicación, la religión y la pareja.
En Guatemala prevalece la idea binaria de «mujer» y «hombre», no solo en el imaginario social, sino en la normativa nacional, así como la interpretación de lo que se conoce en cuanto a género como «inteligible», lo cual corresponde a cómo debe ser, actuar y verse una persona según su sexo biológico. Ejemplo de ello es que yo, por haber nacido mujer, debo «hacer cosas de mujeres», vestir como una «mujer» y sentir atracción sexual por los «hombres». En otras palabras, esa es la forma que define el cómo nos «deberíamos» relacionar y el rol que deberíamos asumir por haber nacido mujeres.
Desde una perspectiva de género se suma a la interacción social y a estas diferencias basadas en el sexo biológico la conducta acorde a la edad, nivel educativo, poder adquisitivo y muchos otros factores que van ampliando la brecha de la desigualdad de condiciones de desarrollo y, por ende, de vida. Es por ello que, gran parte de las relaciones afectivas entre las personas, continúan reproduciendo relaciones de poder. Las mujeres continuamos siendo vulnerables a través de relaciones tóxicas sedimentadas en un machismo histórico que, en el peor de los casos, continúa siendo invisibilizado y minimizado como un aspecto «cultural», sin lograr ver que es necesario modificar las conductas y patrones sociales que continúan violentando a las personas.
A través de las estadísticas registradas por el Observatorio de las Mujeres del Ministerio Público, se puede analizar, por ejemplo, que las relaciones de pareja continúan reproduciendo violencia, no solo física, sino verbal, emocional y psicológica.
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La construcción de relaciones afectivas sanas, conlleva una reflexión personal y colectiva, el desmitificar patrones y cuestionar roles «tradicionales» que limitan un pleno desarrollo. Las mujeres no somos ni debemos ser interpretadas como «propiedad», el comprender y respetar el tipo de vínculo que las personas nos ofrecen es responsabilidad individual y solo una persona con relaciones afectivas sanas logra comprender y despojarse de patrones que violentan y reproducen una cultura machista.
Para construir relaciones afectivas sanas de pareja, de familia, de amistad y laborales es necesario comprender la importancia de conocer y ser claras con nuestros límites, así como el respetar el límite de las demás personas, como comprender recíprocamente que, cuando una persona dice «no» es realmente «NO».
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