El país de la eterna primavera se desmorona, con décadas de explotación de la tierra que han dejado profundas cicatrices. Los grupos de poder locales y los países «amigos» nos ofrecen una mano para la «ayuda» mientras que con la otra perpetúan la «decadencia» de la sociedad. Por un lado, resaltan la importancia de abordar el tema migratorio y respaldan la lucha anticorrupción, participando en convenios y tratados sobre cambio climático, derechos humanos y otros aspectos percibidos como positivos. Sin embargo, al mismo tiempo, son los principales inversionistas en la explotación de recursos naturales en países como el nuestro. Un ejemplo claro es la extensa plantación de palma africana, la extracción minera y la proliferación de productos desechables de baja calidad en el mercado.
La oligarquía local sigue manteniendo condiciones colonialistas en cuanto al concepto de «desarrollo», sin cambiar las condiciones laborales en el campo ni aumentar los míseros salarios en ningún nivel. Para ellos, eliminar el monopolio ni siquiera es una alternativa ¿Quién estaría dispuesto a renunciar a sus privilegios?
La degradación ambiental y social es una constante: la tierra se desgasta, el agua se consume y contamina, la biodiversidad se altera, y tanto la fauna como la flora se ven afectadas. Como consecuencia, la calidad de vida de las personas que viven y transitan por este país, en lugar de mejorar, decae con el pasar del tiempo. Las noticias reportan focos de incendios constantes, mientras el Estado es incapaz de contrarrestar su avance y el daño consiguiente; los gobiernos municipales carecen de la voluntad y la visión necesarias respecto al manejo adecuado de los residuos, mientras que la población parece hacer oídos sordos y muestra profunda ceguera ante la crisis actual y la venidera. Esta sordera y ceguera indignan.
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Pareciera que no basta con observar la basura que se acumula cada vez más en todos los espacios: calles, parques, terrenos y banquetas. En los denominados «basureros», los desechos pasan de colinas a montañas altas, si es que llegan a esas áreas destinadas para ello; de lo contrario, se puede observar cómo la quema de basura sigue siendo una práctica común tanto en lo urbano como en lo rural. También, al dirigirse hacia el Pacífico, se puede percibir el olor al llegar al kilómetro 22 de la ruta, así como al salir de la hermosa ciudad colonial, la querida Antigua Guatemala. El último adiós a tan bello paisaje por la ruta nacional 10, a la altura del kilómetro 37.5, es un respiro profundo y fétido.
Han pasado semanas con la calidad del aire clasificada como: «extremadamente mala», con temperaturas que superan los 30º en pleno mes de mayo en la capital. Esta situación agudiza otras problemáticas que aquejan a la sociedad en todo el país, tales como la desnutrición, la pobreza, pobreza extrema, la migración, la desigualdad, las violencias, el desempleo y muchos otros.
Las distintas problemáticas sociales y la incapacidad de acción desde las instituciones tienen una razón de ser. Algo va mal en el modelo de desarrollo del país. La visión colonialista del sector privado es insostenible, la corrupción y la cooptación de las instituciones públicas ha hecho ineficiente el funcionamiento de las mismas y la falta de visión de país desde los órganos del Estado nos pasa la cuenta. Desempolvar, reorganizar y echar a andar llevará tiempo, no será cuestión de cuatro años. Como diría Gramsci «Mi mente es pesimista, pero mi voluntad es optimista», algún cambio debe comenzar.
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