La sociedad se ha desarrollado desde una perspectiva marcada por la desigualdad, inmersa en reglas hegemónicas de poder masculinizado que han generado violencias en múltiples manifestaciones, la cuales están presentes y latentes en el diario vivir. Las desigualdades absurdas provocadas por la lógica de competencia, enriquecimiento y consumo se han exacerbado, y cada día avanza un poco más la idea de deshumanización en el día a día.
Los espacios públicos en Guatemala están saturados de personas en situación de calle, familias que se encuentran en semáforos pidiendo ayuda para comer, para juntar dinero con el fin de alquilar un cuarto donde pernoctar. Se observan nacionales y extranjeros enfrentando situaciones complejas, junto a grupos vulnerables compuestos por adultos mayores, jóvenes adultos, adolescentes, niñas, niños y bebés sostenidos en brazos, así como muchos otros recostados en el suelo. Este paisaje se ha vuelto parte de la nueva normalidad, indiferente de la ciudad.
¿A dónde lleva esta lógica de desarrollo construida desde un capitalismo anómico? La indiferencia se normalizó, las personas somos objeto y bien de consumo. En las rutas, los autos pasan al lado de quienes buscan sobrevivir vendiendo dulces o pidiendo dinero en las calles y avenidas, los transeúntes siquiera hacen contacto visual con quien pide al menos un poco de empatía a través de una mirada llena de dolor. Las instituciones de gobierno y el Estado saben que todo lo descrito constituye una violación a los derechos humanos, la búsqueda de una vida digna continúa siendo un «ideal» en el sistema de gobierno. Se ha perpetuado la indiferencia y la anomia social.
A toda esta desigualdad e injusticia, se suman factores que recrudecen la mirada desde la interseccionalidad. No basta con ver a las mujeres, a las niñas, a los niños, al adulto mayor, cada persona presenta elementos específicos que determinan su condición de vida: la edad, el grupo étnico al que pertenece, el nivel de formación, la capacidad adquisitiva, acceso y el tipo de alimentación, entre otros.
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El ser humano añora mejores condiciones de vida tanto para el presente como para ese futuro incierto. En Guatemala, un país marcado por injusticias sociales y amplias brechas de género, la sociedad enfrenta altos índices de niñas y adolescentes que son víctimas de violencia sexual, muchas de ellas enfrentando embarazos no deseados. Al investigar los datos, se observa que hasta diciembre de 2023, el Observatorio de las Mujeres del Ministerio Público (MP) informó que se activaban cinco alertas Isabel-Claudina diariamente a nivel nacional. Esta violencia de género se manifiesta en el hecho de que Guatemala ocupa el segundo lugar en América Latina en cuanto a femicidios.
Ante esta experiencia de vida en un país como Guatemala, cada persona merece una vida libre de violencia, sin desigualdades, injusticias o carencias económicas, sociales y afectivas. Una vida que se ajuste a lo que significa en el lenguaje «digna». Pero ¿quiénes la poseen realmente?
El pensar en «la vida que queremos» es una idea muy personal, una construcción imaginaria que se vale del espacio, tiempo y condiciones en las que nos encontremos. Sin embargo, parte de esa vida deseada implica paz, estabilidad económica y emocional, así como tener oportunidades de desarrollo.
Las personas, a través de sus luchas y demandas, buscan la igualdad y la equidad en cualquier espacio e interacción social. Es posible que muchas no se sientan identificadas con algunos conceptos utilizados por grupos feministas; sin embargo, al entablar un diálogo entre pares es probable que se concuerde con el objetivo principal: una vida libre de violencia, instituciones íntegras con un enfoque y sensibilidad de género de manera transversal, acceso a servicios de salud sin prejuicios ni estigmas sociales, las mismas oportunidades de desarrollo en el ámbito económico, político, educativo, el poder decidir sobre el propio cuerpo. Se puede afirmar, que no solo es «querer», sino «merecer».
Parte importante para establecer la igualdad y equidad, es cuestionar y reflexionar de manera individual y colectiva: ¿Qué vida tenemos?
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