Días antes de la ejecución, Oliverio apareció encabezando la lista de personas amenazadas de muerte, difundida por el llamado Ejército Secreto Anticomunista (ESA). Un cuerpo paramilitar que sentenció a muerte a varias personas dirigentes del movimiento social y popular. Pretendían con la amenaza inhibir a dichos liderazgos de continuar su lucha.
Como forma de prevención ante lo que la amenaza representaba, el secretariado de AEU sugirió a Oliverio asistir al Congreso de Estudiantes Universitarios Centro Americanos (CEUCA), que habría de celebrarse en Panamá. Su negativa fue rotunda. Temía que, al volver, le impidieran el ingreso y no quería estar en el exilio. Se mantuvo al frente de la AEU, bajo resguardo, y participó en el mitin de la marcha del 20 de octubre. Al finalizar, tras emitir su discurso, el cual cerró con las palabras ya emblemáticas: «Podrán masacrar a los dirigentes, pero mientras haya pueblo, habrá revolución», Oliverio fue acribillado.
Menos de dos semanas después, Antonio Ciani García, Secretario de Organización de la AEU, quien le sucediera en el cargo, fue detenido y desaparecido. Hasta el día de hoy su paradero es desconocido y sus restos tampoco han sido entregados. Esas fechas fatídicas marcaron una secuencia de tragedia y dolor para el movimiento estudiantil universitario y de secundaria que no cejó en la lucha por sus derechos y los derechos del pueblo.
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Quisieron silenciar la voz de un hombre joven, un talento social y político que se perfilaba como un líder indiscutible. Sin embargo, lejos de lograrlo, la imagen de Oliverio, eternamente joven, así como sus palabras, son parte integral de toda expresión de lucha en Guatemala. Cada marcha que por alguna u otra razón transita por la sexta avenida y octava calle de la zona uno, se detiene frente al Pasaje Rubio, donde se encuentra la segunda placa en su memoria. La primera, colocada a finales de octubre de 1978 fue arrancada el mismo día que se colocó. Al detenerse en el sitio donde Oliverio fue ejecutado, cada bloque corea su nombre y grita PRESENTE y repite sus palabras simbólicas. En la Universidad de San Carlos (USAC), su casa de estudios, también hay espacios de memoria que informan a las nuevas generaciones sobre su legado. De igual forma se le ve observando desde las paredes en casi todos los centros universitarios a lo largo y ancho del país.
Oliverio fue arrancado brutalmente de su entorno familiar, social y político. Como lo hacía el terrorismo de Estado durante la contrainsurgencia, a balazos, cazando a las personas y arrebatándoles la vida, aniquiló a una joven promesa para Guatemala. Y pese a la despiadada violencia que pretendía aterrorizar, la AEU se mantuvo firme, reclamando justicia por Oliverio primero y por Ciani después.
Sacando fuerzas y valor de la tragedia y el dolor, el secretariado de la AEU que había asumido apenas cinco meses antes, mantuvo viva la llama de la presencia estudiantil. La AEU realizó elecciones en mayo de 1979, el Secretariado fue de nuevo agredido al ser capturado en el Cementerio General cuando intentaba llevar flores a la tumba de Oliverio. Las nuevas directivas de AEU, que también pagaron con vidas su osadía de dirigir al estudiantado universitario, mantuvieron dignamente la presencia de AEU y de la propia USAC.
Hoy día, cuando la universidad está violentada por un usurpador criminal y su pandilla, las voces del estudiantado han de resurgir y en honor a la vida y al sacrificio de los Oliverios, los Ciani y tantas y tantos universitarios martirizados, recuperarán la USAC y la devolverán al pueblo de Guatemala. Así, entonces, en esas calles donde la consigna grita que Oliverio está exigiendo libertad, renovarán los pasos de las y los desaparecidos y ejecutados, de quienes lucharon por un mejor destino para Guatemala.
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