Durante esa gesta cívica, Pacheco fue una de las voces más autorizadas y reconocidas, y muchos analistas consideran hoy en día que, sin la participación de estructuras políticas tradicionales indígenas como los 48 Cantones, las alcaldías indígenas de Sololá y el parlamento del pueblo Xinka, por mencionar tan solo algunas, la resistencia ciudadana que frustró el intento de fraude y permitió la asunción del binomio Arévalo-Herrera, no habría sido posible. De ahí que la incorporación de Pacheco al gabinete de Bernardo Arévalo es una buena noticia, ya que demuestra gratitud hacia el pueblo que hizo posible la derrota de la intentona golpista, y una conexión clara con las bases populares que auparon a Arévalo hacia la presidencia.
Ahora bien, la designación de Pacheco no ha estado exenta de voces críticas. Algunos comentan, sin disimular el veneno, que la designación deja en claro que el apoyo de Pacheco y los 48 cantones, si no es que de toda la comunidad indígena, no fue por un genuino afán de defender el sistema democrático, sino por la ambición de obtener un puesto en el gobierno. A esta gente habría que recordarle que durante las primeras semanas de su gobierno, Arévalo fue acremente criticado por no haberle otorgado puestos del gobierno a los principales líderes de las protestas, lo cual quería decir, argumentaban los críticos del momento, que el presidente se había olvidado de quienes lo respaldaron en su hora más crítica y le permitieron asumir el poder. Así que es difícil no levantar las cejas con incredulidad cuando, ahora que el mandatario otorga un puesto de gobierno a un líder indígena reconocido, se acusa a ambos de participar en un burdo juego de intereses políticos. Es decir, mal si no otorga cargos y mal si los otorga. Es una prueba más del desmedido afán de criticar de maneras poco constructivas, y de buscar hasta el último fallo en las actuaciones de las recién asumidas autoridades que impera entre ciertos sectores sociales.
Por otro lado, hay personas que señalan que Pacheco no está preparado para el cargo, ya que académicamente solo cuenta con el pensum cerrado de la carrera de Derecho. A este otro grupo habría que contarle que desde hace muchas décadas, los 48 cantones están a cargo de la administración de los bosques comunitarios de Totonicapán, una iniciativa forestal tremendamente exitosa que ha sido objeto de múltiples estudios, por lo que cualquier persona que haya sido dirigente de los 48 cantones ostenta un conocimiento profundo en manejo de recursos naturales. A ello hay que sumarle el hecho de que el viceministerio, ahora dirigido por Pacheco, tiene entre sus funciones precisamente el servir como enlace entre los habitantes de las distintas comunidades del país y las empresas que pretenden realizar actividades extractivas que puedan poner en riesgo los recursos naturales. Esto con la finalidad de que dichas empresas cumplan con todos los estándares internacionales de respeto a los derechos humanos y a las disposiciones comunitarias, o que sean detenidos de no cumplir adecuadamente con estos parámetros. De lo anterior, se desprende que las credenciales de Pacheco lo convierten en una persona más que adecuada para el cargo para el que ha sido nombrado.
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Las agrias críticas vertidas por algunos sectores alrededor de este nombramiento dejan ver dos fenómenos que es importante analizar y discutir. En primer lugar, la dificultad que enfrentan ciertos sectores de la población para entender la importancia de que cualquier ciudadano se involucre en política y llegue a hacer gobierno. Se tiene profundamente interiorizada la idea de que la política es esencialmente sucia, y que un ciudadano probo, eficiente y capaz debe mantenerse lo más alejado posible de ella. Esto plantea el grave dilema de que entonces nunca habrá personas probas, eficientes y capaces ocupando cargos públicos, por lo que serán ocupados por gente corrupta y motivada por intereses oscuros, ya que la naturaleza y la política aborrecen el vacío. Esta idea de que los buenos ciudadanos conscientes deben dedicarse exclusivamente a ser y hacer oposición desde trincheras de la sociedad civil puede llegar a ser perniciosa, ya que evita que en ciertas coyunturas elementos destacados de la sociedad ocupen cargos en la administración pública, lo que termina convirtiendo a las personas en gente que critica lo que sea, mecánicamente y por costumbre.
Por otro lado, los anticuerpos levantados por Pacheco evidencian que algunos sectores de la sociedad ven con desconfianza la participación de personas provenientes de sectores indígenas en altos puestos de gobierno. Esto apunta directamente al solapado racismo que, aunque algunos se nieguen en redondo a aceptarlo, permea todos los niveles de nuestra sociedad. Es un hecho que, desde la llegada de la era democrática a Guatemala, la participación en los distintos gobiernos de personajes provenientes de los pueblos originarios se ha limitado a cargos que pueden considerarse como simbólicos, como ha sido el caso del Ministerio de Cultura y Deportes (MICUDE), o relacionados directamente con asuntos de su agenda, como en el caso de la Comisión contra la Discriminación y el Racismo (CODISRA).
En el caso del MICUDE, los personajes que han ocupado la cartera ministerial han variado en sus capacidades, desde la distinguida Otilia Lux de Cotí, que realizó una excelente gestión, hasta personajes acusados de corrupción como Jerónimo Lancerio y Elder Vargas Suchité. Sin embargo, la participación de representantes de los pueblos indígenas en el gobierno no ha pasado de esas instancias, por lo que la llegada de Pacheco a un ministerio de gran importancia estratégica como el MEM debe celebrarse como un logro de la inclusión de líderes de todos los sectores del país a las altas esferas de gobierno, y un paso correcto en el esfuerzo por sacar a Guatemala del atolladero en el que las administraciones anteriores la han dejado.
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