Llegó el 14 a las 14:00 y podemos darnos por satisfechos en haber ganado este primer pulso, el primero de tantos forcejeos por mantener un mínimo democrático, a las fuerzas serviles del pasado que con la transición pierden una parte sustancial de su influencia nociva sobre el Estado.
Ha surgido mucha desinformación y bombardeo mediático, sin embargo, la ciudadanía consciente ya no presta atención a esa trampa, la idea de manipular a las personas a través de los medios y las redes sociales ha fallado. La ciudadanía guatemalteca comprende perfectamente a quien debe acuerpar y, por ello, Bernardo Arévalo de León asumirá este 14 de enero la responsabilidad de guiar los destinos del país por cuatro años.
Con este cambio de mando presidencial, se abre la siguiente etapa para la participación ciudadana: acompañar al gobierno de turno durante su gestión, tener presente que es un gobierno de «transición» y no de «cambios» profundos y radicales, como esperamos tener con el transcurso del tiempo para cambiar las condiciones indignas en las cuales está la mayor parte de la población. En vista de nuestra historia política reciente, esta transición se hace necesaria, y nuestra constante fiscalización ciudadana también.
Es posible que los cambios que tanto anhela la ciudadanía guatemalteca lleven más tiempo del que se desearía, a pesar de que en favor de esta transformación se contará desde ahora con un Presidente que equilibrará la voluntad de cambio con un realismo prudente hacia la problemática guatemalteca. A su favor juega su amplio conocimiento de las necesidades fundamentales del país y su población. Es por ello que su papel de liderazgo de un gobierno de transición será necesario, tal cual lo fue el de su padre en 1944.
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En época de democracia cooptaron al Estado y por ello aún existe polarización social y una persecución política desde el sector justicia. La situación de las piezas en el tablero actual hace visible la necesidad de llamar al trabajo en conjunto con distintos sectores sociales y políticos, y para ello debe reconocerse que en un país como Guatemala, donde el poder económico tradicional mantiene tantos privilegios y concentración de poder real, esto debe ser incluido de alguna manera en un plan de gobierno (obviamente coartando su capacidad de coaccionar y ordenar) para que trabaje de la mano una alianza público-privada. Eso sí, entendiendo este grupo privilegiado que Guatemala ya no puede seguir manteniéndose como su feudo a través de condiciones e intereses particulares y personalistas.
Modernizar al Estado es hacer entender al CACIF que la forma en cómo han orientado el desarrollo económico no ha sido acompañado, hasta ahora, con un verdadero desarrollo industrial y un sentido social y de bienestar para las y los guatemaltecos.
Si acuerpamos esta gestión hasta su toma de posesión fue porque entendemos que los cambios son para todas y todos, y en la medida en que la nueva administración siga por esta senda transformadora deberíamos continuar acuerpándola. Con la esperanza puesta en tierra, no dejemos de tener presente que merecemos condiciones dignas en todos los ámbitos y aspectos de nuestro desarrollo. Claro está, no queremos más de lo mismo.
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