El decenio que abarca esta declaración fue el sueño de una mujer rural del Sur, Luz Haro Guanga, ecuatoriana de origen, quien ha dedicado gran parte de su vida a la visibilización, lucha y articulación de las mujeres, en especial de aquellas en entornos rurales de América Latina y el Caribe. Luz dejó un rayo de esperanza en Guatemala, y este grupo focal, integrado por mujeres lideresas de la diversidad guatemalteca y salvadoreña, tiene el compromiso de mantenerlo vivo. Durante las discusiones, quedó claro que este espacio no representa a la totalidad de las mujeres en entornos rurales; sin embargo, es un primer esfuerzo para articular y trazar objetivos que velen por una vida digna para todas, especialmente para las mujeres, niñas y adolescentes que viven en la ruralidad a lo largo de su vida.
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Según datos del XII Censo Nacional de Población y VII de Vivienda 2018 de Guatemala, las mujeres representamos el 51.5 % de la población, y se estima que 3.5 millones son mujeres, niñas y adolescentes que viven en áreas rurales. ¿Cuántas de ellas han tenido acceso a servicios de salud dignos? ¿Cuántas han tenido acceso pleno a la educación? ¿Cuántas viven o han vivido violencia de género? Se necesitan más datos oficiales con enfoque de género para comprender mejor la realidad de esta población y así implementar políticas públicas que aborden las problemáticas reales de las mujeres. Junto con estos datos, es esencial escuchar la voz de esas mujeres.
Durante las conversaciones e intercambios del primer encuentro focal, surgieron palabras que conmueven. Escuchar a las compañeras expresar, a través de la oralidad, sus aportes, presentando frases y palabras como «sobre todo somos mujeres», «porque juntas podemos dar pasos más fuertes, grandes y firmes», y «estos espacios nos y me fortalecen». Cada una de estas expresiones reafirma cómo las mujeres aprendemos a tejer un esfuerzo colectivo partiendo del reconocimiento individual.
Como estrategia de cierre en este primer encuentro focal, cada participante finalizó la actividad con una palabra que transmitiera lo que se llevaba consigo de esta hermosa experiencia. Surgieron palabras como esperanza, fuerza, compromiso, persistencia, lucha, constancia, luz, y muchas otras.
Desde la urbanidad, acompaño sus luchas, porque creo firmemente en que todas merecemos una vida digna, lo que implica el respeto a la diversidad de culturas, el cuidado de los recursos, el derecho a vivir sin violencias y a decidir sobre nuestros cuerpos. Sin duda, tengo presente que juntas podemos «dar pasos más fuertes, grandes y firmes».
En lo personal, me llevo sororidad.
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