El tejido es un proceso de transformación que parte desde el trabajo con los hilos que serán madeja, que se bañarán con masa para evitar la fricción y luego, unidos, conformarán un lienzo en el que a su vez se verán transformadas las ideas y emociones de quien teje, de quien las interpreta a través de las formas y el color. Una buena tejedora, un buen tejedor, sabe que le llegará el momento de enfrentarse a los inexplicables enredos de los hilos y que deberá probar su calidad de artista con l...
El tejido es un proceso de transformación que parte desde el trabajo con los hilos que serán madeja, que se bañarán con masa para evitar la fricción y luego, unidos, conformarán un lienzo en el que a su vez se verán transformadas las ideas y emociones de quien teje, de quien las interpreta a través de las formas y el color. Una buena tejedora, un buen tejedor, sabe que le llegará el momento de enfrentarse a los inexplicables enredos de los hilos y que deberá probar su calidad de artista con la paciencia para desenredarlos, porque las buenas tejedoras nunca los cortan: las buenas tejedoras encuentran la manera de preservar el material y se esfuerzan hasta lograrlo.
Conforme el tiempo fue pasando, Carmen Ajcuc Tepeu se dio cuenta de que ya no era la tejedora que se había empezado a formar cuando tenía cinco años. Viajaba todos los días desde San Pedro Sacatepéquez hacia el centro de la ciudad capital, estudiaba administración pública y pasaba sus horas trabajando detrás de una computadora en el área administrativa y financiera del Departamento de Apoyo a la Creación Artística. Sin embargo, le tomó poco tiempo descubrir que en realidad nunca había dejado de lado las lecciones alrededor del tejido. Y que, así como las tejedoras de este tiempo están manifestando su sentir a través de una evolución en su arte, que apuesta por la libertad en el uso de los colores, a ella, su tiempo la había llevado a unir otros mundos, otra ciencia y otros sentires: los del arte de los otros y los de los estatutos legales del servicio público. Esa unión, propiciada por su esfuerzo, su mente, su interpretación y su paciencia para desenredar los hilos, daba como resultado que el apoyo financiero gubernamental presupuestado llegara a sus destinatarios, cumpliera su objetivo.
A mediados del año pasado, el Ministerio de Cultura decidió no renovar su contrato. Mucho se perdió con esa decisión arbitraria. Ojalá hubieran existido más funcionarios públicos conscientes de su labor y de la importancia de su gestión y su servicio como Carmen. Ojalá que, entre los que ahora asumen, haya muchos con el arte y compromiso de trabajo colectivo que ella me enseñó, porque sin duda harán falta ahora que llega el momento de empezar la reconstrucción, de retomar lo que deshicieron y trabajar en conjunto para volverlo a armar.
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