La violencia es una realidad cotidiana en la sociedad, sin importar el estrato social; esta no discrimina y se refleja ampliamente en los medios. Un caso impactante es el del niño de tres años rescatado por agentes de la Policía Nacional Civil (PNC) en Chimaltenango a principios de junio. Según un video publicado y la descripción de las autoridades, el niño estaba amarrado y mostraba signos severos de desnutrición y maltrato. Todas las noticias dejaron la pregunta en el aire: ¿Quién podría cometer semejante atrocidad contra un inocente? ¿Dónde está la madre?
Según fuentes oficiales, la madre de ese menor tiene cuatro hijos. El mayor tiene diez años, el segundo nueve, el tercer hijo (el menor rescatado) tiene tres, y un bebé de seis meses. Después del rescate y las investigaciones, las autoridades capturaron a la madre de los niños. Cabe destacar que la mujer tiene 25 años de edad.
Analicemos con enfoque de género e interseccionalidad el caso. Lo cual aclaro, no justifica en absoluto la violencia ejercida y reproducida hacia la niñez.
Hace diez años, esa mujer tenía entre 14 y 15 años, lo que significa que su primer embarazo tuvo lugar aproximadamente en 2013 o 2014. A partir de 2009, el tener relaciones sexuales con niñas, niños y adolescentes menores de 14 años es un delito considerado violación sexual, lo cual se establece en el Código Penal en su artículo 173 «Siempre se comete este delito cuando la víctima sea una persona menor de catorce años de edad».
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Sería importante conocer las condiciones de vida y desarrollo de esta mujer para entender los ciclos de violencia en una sociedad como la guatemalteca. Es evidente que ha sido víctima de diversas formas de violencia, hay una que podemos asegurar según este análisis, y es la violencia sexual a sus 13/14 años de edad, la cual se confirmó con un embarazo. Según datos del Observatorio en Salud Sexual y Reproductiva en 2013 se registraron 4,354 partos en menores de 14 años y en 2014 se registraron 5,119 embarazos —probablemente, la madre de estos niños pueda ser parte de uno de esos datos—.
Ahora bien, los medios de comunicación no hablan de la violencia de género presentada a lo largo de la vida de la madre de los menores. Tampoco invitan a reflexionar a través de sus publicaciones ¿quién es el padre o los padres de esos cuatro niños? Por lo que les invito a cuestionarse ¿Por qué la sociedad y los medios —reflejo de ella— abordan la noticia con información solo de la madre? ¿Por qué no se aborda un análisis general de las violencias que construyen sociedades dañadas?
En Guatemala, de enero a mayo de 2024, se registraron 856 embarazos en niñas menores de 14 años según el Observatorio de Salud Sexual y Reproductiva. ¿Cuáles son las historias de vida de esas menores? ¿Cómo serán sus vidas de acá a 10 años? ¿Qué oportunidades han tenido y cuales se les han negado?
Muchas de estas niñas han tenido que enfrentar circunstancias que las exponen a vulnerabilidades, privándolas de oportunidades básicas como una educación completa y acceso a una vida digna. En un contexto tan injusto, es posible que se desencadene una dualidad latente en una sociedad que sin duda alguna solo refleja en los embarazos de niñas y adolescentes las profundas divisiones y desigualdades persistentes.
Es fundamental la implementación de Educación Integral en Sexualidad (EIS), garantizar el acceso a servicios de salud mental, mejorar las condiciones para una vida digna y un sistema de justicia eficiente.
Ante esta situación, enfatizo en las palabras de Freud: «Si entendemos las razones del comportamiento de otras personas, todo cobra sentido»
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