Sin duda, Guatemala puede hacerlo mucho mejor. Pero lograrlo requiere cambios profundos y entender que algunos sectores deben renunciar a sus privilegios actuales.
Lograr colocar a Guatemala en una senda efectiva de desarrollo, inclusivo, justo y sostenible, es un desafío complejo. Requiere transformaciones estructurales, como reformar el sistema financiero para que las micro, pequeñas y medianas empresas incrementen su acceso al crédito, a tasas de interés más bajas y otras condiciones más favorables que las que ofrece la banca privada actual. Un gobierno más efectivo y honesto, con capacidad de generar resultados, a la vez que cuenta con más recursos para lograr hacer más y mejores inversiones, económicas y sociales.
Luego, debe lograr atraer inversiones de alta calidad, para con ello, entre otras cosas, generar empleos formales nuevos, bien remunerados, con cobertura de una seguridad social de alta calidad, entre otras características de lo que debiéramos entender por un empleo digno. Durante décadas, la estrategia seguida en Guatemala para alcanzar estos objetivos de atraer inversiones y generar empleos ha sido ofrecer el privilegio de pagar menos impuestos, a manera de incentivo para invertir.
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Los datos evidencian que esta estrategia hoy no funciona y, posiblemente, nunca funcionó como sus ideólogos o ponentes lo ofrecieron. Con un esquema agresivo de incentivos fiscales, con la maquila y la zona franca como los regímenes emblemáticos, vigentes por más de tres décadas, en los últimos 25 años Guatemala logra captar alrededor de solamente el 11% de la inversión extranjera directa que llega a Centroamérica. En contraste, Costa Rica y Panamá durante ese mismo período se han quedado con dos terceras partes de esas inversiones, sin los esquemas de privilegios tan agresivos que países como Guatemala, Honduras y El Salvador han adoptado, y continúan manteniendo como su principal estrategia de atracción de inversiones y generación de empleo.
Además, hoy, por cada US$10.00 de remesas que nuestras hermanas y hermanos migrantes envían, Guatemala recibe solamente 78 centavos de dólar de inversión extranjera directa. Solamente recibe US$6.57 por exportaciones y US$0.57 por turismo. Debe darnos vergüenza que el sector externo de la economía lo sostienen quienes tienen que huir del país por la exclusión y la falta de oportunidades, no los inversionistas, los turistas ni los exportadores.
Sin duda, la cantidad de impuestos que hay que pagar en Guatemala es un factor que los inversionistas consideran al elegir un país para invertir. Sin embargo, ¿qué tan importantes son los impuestos en comparación con otros factores a la hora de decidir dónde hacerlo?
Encuestas como las que realiza el Foro Económico Mundial para elaborar su Reporte Global de Competitividad muestran que, efectivamente, la cantidad de impuestos por pagar en un país es un factor para tomar decisiones de inversión, pero ni siquiera figura entre los 10 más importantes. Más que los impuestos, ¿cuáles son los factores realmente relevantes e importantes para un inversionista?
No debería sorprendernos que, según el Reporte Global de Competitividad de 2018, el crimen y el robo, la corrupción, la ineficiencia gubernamental, la insuficiencia y la mala calidad de la infraestructura, la inestabilidad política y del gobierno, el nivel educativo inadecuado de la fuerza laboral, el acceso al crédito y las regulaciones laborales, son factores y características de Guatemala mucho más importantes para los inversionistas que la cantidad de impuestos por pagar. Estas deberían ser las prioridades para la política económica de los gobiernos.
Sí, es necesaria más inversión, pública y privada, pero no con privilegios fiscales. Debemos entender y reconocer qué es lo que los inversionistas realmente valoran, y que sus prioridades chocarán con los intereses de sectores privilegiados.
Atraer inversiones de calidad requiere ideas nuevas y cambios profundos.
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