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Una de la tantas tiendas de zapatos de la "doña Chonita" evocada por el presidente Giammattei, en la plaza del parque central de la ciudad, a la par de otra tienda cerrada, el día 19 de marzo. Simone Dalmasso

¿Abrimos ya la economía? Lo que nos enseña la paradoja de la prevención

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¿Abrimos ya la economía? Lo que nos enseña la paradoja de la prevención

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Si la prevención tiene éxito, el contagio es tan bajo que nos lleva a creer que las medidas fueron exageradas y se pueden eliminar para hacerle frente a la doble crisis de la economía: la importada y la interna. Nos movemos en un equilibrio muy difícil e inseguro.

Hablar de economía sin ser economista es un fetiche peligroso. Pero vale la pena el riesgo cuando el ingenuo debate entre la salud y el mercado depende de una decisión política.

Si bien esa decisión política está naufragando en una tormenta de intereses que chocan con violencia, no necesariamente se encuadra en el espectro ideológico tradicional. Otras decisiones, como la procedencia de los recursos (públicos) para los planes de rescate, encajan mejor en la rivalidad de las izquierdas y las derechas académicas. 

Abrir o cerrar el país es un debate de miedos, aunque estén perfectamente justificados. En todo caso, la democracia representativa permite administrar esos miedos, o bien, distribuir los afectos. Hoy frente a la ampliación del espectro de afecciones sin salvoconducto público o privado, el miedo saca sus uñas. 

Mientras el debate entre liberar las restricciones sea de miedos -y no de ideologías- es más fácil hablar en absolutos y resguardar el argumento en defensa propia. Y es ahora cuando los políticos deben construir y acumular toda la evidencia científica posible y ser cautelosos con la desagregación de las discusiones, particularmente al pronosticar los efectos de sus decisiones.

El debate entre abrir el país o no hacerlo es debate estéril, por su complejidad e imprevisibilidad. O al menos lo será hasta desagregar líneas objetivas de análisis o se respondan algunas preguntas básicas.

La paradoja de la prevención 

En una entrevista para The Guardian el principal experto en coronavirus de Alemania, Christian Drosten confesaba: 

En Alemania, la gente ve que los hospitales no están abrumados y no entienden por qué sus tiendas tienen que cerrar. Solo miran lo que está sucediendo aquí, no la situación en, por ejemplo, Nueva York o España. Esta es la paradoja de la prevención, y para muchos alemanes soy el tipo malvado que está paralizando la economía. Esto se debe a que comenzamos el diagnóstico temprano y a gran escala, y detuvimos la epidemia, es decir, llevamos el número de reproducción [una medida clave de la propagación del virus] por debajo de 1. Ahora, lo que yo llamo la "paradoja de la prevención" se ha instalado. 

La gente dice que reaccionamos de forma exagerada, que existe presión política y económica para volver a la normalidad. El plan federal es levantar un poco el bloqueo, pero como los estados alemanes, o los Länder, establecen sus propias reglas, me temo que veremos mucha creatividad en la interpretación de ese plan. Me preocupa que el número de reproducción comience a subir nuevamente, y tendremos una segunda ola.

La paradoja de la prevención obliga a pensar que, si se actúa eficazmente para prevenir una catástrofe, difícilmente se podrá demostrar que sin esas acciones la catástrofe o la crisis se hubiera producido o lo hubiera hecho en menor medida.

La paradoja de la prevención es un dilema global en materia de salud pública, que atañe a las contracciones de los servicios públicos de salud en España, Italia, Estados Unidos y desde luego Guatemala. Sin embargo, la paradoja hoy se no constituye un dilema de largo plazo, sino un conjunto de decisiones diarias que se deben tomar con información limitada y sin certeza alguna de éxito.

¿Qué crisis evitamos y cómo están interconectadas? 

La crisis económica derivada de la prevención

“Aquí no se trata de ser exagerados, se trata de estar prevenidos”, declaraba el presidente Giammattei el 25 de febrero tras declarar alerta máxima. Antes había prohibido el ingreso de personas provenientes de China y algunos días después, el 9 de marzo, decretaba el primer estado de calamidad como medida para limitar las concentraciones masivas, mítines o reuniones de más de 150 personas. Estas medidas de restricción, sumadas al toque de queda impuesto el 23 de marzo, fueron oportunas como estrategias de prevención.

En Guatemala, por el momento, la crisis de salud no está provocando una crisis económica. La crisis económica es producto de la estrategia de prevención y de la crisis global. 

Más o menos un mes después de la alerta máxima el informe de movilidad de Google mostraba que lugares de venta al retail, como restaurantes, cafeterías, centros comerciales, parques temáticos, museos, bibliotecas y cines habría caído un 59%, mientras que en tiendas de abarrotes y farmacias un 35%; también reportaba que en lugares de trabajo la movilidad había caído en un 48%. Al mismo tiempo la circulación en lugares de empleo se redujo en casi un 50%, afectando los negocios dependientes del tránsito de personas y sin duda la productividad.

El comercio interno representaba el 18.18% del PIB en 2019. Si cayera en proporciones parecidas a la movilidad pérdida inicial sería de al menos el 9% del PIB. La crisis de oferta abriría espacio a una crisis de demanda sin precedentes, el desempleo, el temor al desempleo y la contracción del consumo no esencial afectarían irremediablemente el resto de actividades que componen el PIB hasta afectar de nuevo la oferta y entrar en un ciclo recesivo.

Según el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE), para Guatemala, el total de actividades afectadas involucran al menos el 35% de PIB: 

El BCIE construyó diferentes escenarios. El 1 recoge el impacto en el crecimiento del PIB derivado de un paro absoluto en la producción durante dos meses; o su equivalente proporcional dividido en varios meses (por ejemplo, un paro parcial a un 50 % en cuatro meses). El paro del 50 % de la producción coincide con lo reportado por Google en cuanto a movilidad y es quizá el escenario más parecido a la política implementada por el Gobierno. Los más afectados son el comercio, los hoteles y restaurantes y la construcción.

En contraste con Centroamérica -y con otros países del mundo- las limitaciones de movilidad implementadas por Guatemala son menores, con la diferencia sustancial de la temporalidad: Guatemala implementó sus medidas antes. Parece entonces que la decisión de política pública, intencionada o no, fue aplanar la curva desde temprano, asumiendo sus implicaciones económicas: mantener un cierre parcial por más tiempo.

La crisis económica producto de la crisis global

Será inevitable una crisis en el ingreso de remesas en parte producto a la crisis de empleo en Estados Unidos, donde se estima que para abril la tasa de desempleo ascenderá a un 23%. El Banco de Guatemala proyecta una caída del 9 % de las remesas. Esta merma tendrá un efecto inmediato en el consumo interno. Las exportaciones también se contraerán al menos el 8.0 %, y ya vemos una crisis generalizada del sector turismo.

La crisis económica producto del miedo y de la crisis de salud internacional

Trump ha sido el principal promotor de la frase “El remedio no puede ser peor que la enfermedad”. Hemos escuchado y leído reiteradamente el argumento de que la crisis económica puede tener peores consecuencias sociales que la crisis sanitaria. Ese argumento solo es útil si decidimos qué crisis queremos enfrentar: la crisis económica producto de la estrategia de prevención es una crisis diferente a la crisis económica producto de una crisis de salud. 

La primera puede manipularse gradualmente mediante estímulos fiscales, programas sociales y control de las medidas de prevención. La crisis ha golpeado a países donde el virus se ha propagado sin control y la certeza es aún menor producto del miedo, que en Guatemala aún no se respira de la misma manera en el ambiente.

En Nueva York, Ciudad de Panamá y Madrid, si bien no ha sido prohibido la entrega de comida a domicilio, el sector ha caído conforme aumentaban los contagios: la gente tiene miedo a pedir y a comprar. El miedo es el asesino silencioso del retail y del restante 50 % del mercado, que Guatemala se mantiene activo. 

Reabrir el país de golpe seguramente minimizaría en alguna medida la crisis económica derivada de las medidas de prevención, pero cuánto pueda prevenir la crisis económica producto de la crisis de salud, no lo sabemos.

Lo que sí sabemos es que reabrir el país mitigará poco los efectos de la crisis global. 

¿Hacia dónde ir?

Ya sea producto de una estrategia activa y coordinada del gobierno o de un golpe de suerte, el equipo de Giammattei ha balanceado los grados de apertura comercial al retail para contener el virus sin generar un escenario económico irreversible en términos de consumo en el mediano plazo. Parece que la decisión fue afrontar la crisis global más la crisis económica derivada de las estrategias de prevención, y contener la crisis de salud y su correspondiente crisis económica producto del miedo. 

El modelo implementado por Guatemala parece ser entonces un modelo atrapado en medio del cierre total y las estrategias de inmunidad de grupo. Sobre ese tipo de estrategia, investigadores de la Universidad de Harvard citados en Plaza Pública concluyen que “si las medidas de distanciamiento social no son estrictas (confinamiento absoluto en casas y suspensión de labores y de clases) serán insuficientes para suprimir el virus. Restricciones leves solo aplazarían la curva y trasladarían al futuro cercano la crisis en los sistemas de salud, que de todas maneras se verían desbordados.”

Las estimaciones temporales del Data-Driven Innovation Lab parecen confirmar el modelo. Los investigadores aducen que la evolución del virus no es totalmente aleatoria y que como para otras pandemias el ciclo de vida es el resultado de la adaptación y del comportamiento de los agentes, incluidos los individuos (evitando el contacto físico) y los gobiernos (restricciones de movilidad), así como las limitaciones naturales del virus y nuestro ecosistema.

Sin embargo, los ciclos de vida de la pandemia varían según los países, y los diferentes países pueden estar en diferentes fases en un mismo momento.

Estas estimaciones prevén el fin de la pandemia en un a mediados del mes de julio, considerando que Guatemala no ha visto aún su pico de contagios, en contraste con otros países como Costa Rica que vería el final a mediados de mayo. 

Si bien, estas son proyecciones basadas en modelos matemáticos y podrían fallar, son útiles para evaluar diferencias entre países. 

La paradoja de la prevención hará difícil saber qué impacto económico tendría abrir pronto. Pero es un error asegurar que mantener prudentemente el cierre no será útil para proteger la economía de una segunda crisis provocada por la crisis de salud. Además, salvará vidas. 

La información apunta a que Guatemala, para casarse con su modelo, debería mantener el cierre al menos hasta ver que la gráfica de contagios haya pasado el pico. La estrategia de “salvar las dos vidas” podría ser una bomba de tiempo, tal como afirman los investigadores de Harvard, o una estrategia efectiva de cara a una potencial vacuna. 

Debemos tener en cuenta también las dudas razonables sobre la exactitud de los datos, pues contrastan con el número de pruebas realizadas. Si el gobierno quiere que la estrategia de reapertura resulte creíble, debe hacer pública una estrategia de testeo y aumentar el volumen de pruebas realizadas.

El subregistro es una variable peligrosa cara una posible crisis de salud. En todo caso, si el modelo está más cerca de ser un modelo de inmunidad de grupo, debería haber más contagios a estas alturas que no es sinónimo de pruebas positivas.

Cada quien su parte

Una vez la curva haya llegado a un punto en el que tenga más sentido discutir si abrimos el país, habrá que afinar cómo hacerlo de forma gradual: relaciones de costo beneficio entre las industrias, un plan de inversión pública para reactivar la economía....

Pero más allá del modelo de reapertura, que economistas y expertos en el comportamiento de los mercados tendrán que construir, vamos en camino de un modelo de repartición de responsabilidades, donde el gobierno cederá a los ciudadanos y particularmente a los empresarios las decisiones de contención.

Hoy la actividad en el país se percibe navegando entre la ingenuidad, muchas personas, incluyendo el gobierno mismo, no han asumido con responsabilidad el distanciamiento social, y algunos empresarios y otros sectores siguen sin considerar el teletrabajo en puestos que lo permiten.

La mitigación del contacto y el distanciamiento social llegaron para quedarse aún pasada la reapertura. Si los empresarios no fomentan el teletrabajo y los ciudadanos no asumen el nuevo normal de distanciamiento y suspensión de las reuniones innecesarias, la recaída es inminente y lo que un segundo brote pueda hacer a la economía será entonces una responsabilidad compartida. 

Como temía Christian Drosten, refiriéndose a la autonomía de los Länder en Alemania de decidir y aplicar sus propias reglas, “me temo que la tasa de reproducción aumentará de nuevo y seremos testigos de una segunda ola de contagios”.

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