Optamos por una educación a distancia en la cual nosotros funcionamos como la casa (es decir, damos el espacio, el internet y el acompañamiento). Nuestros pequeños usuarios generalmente pertenecen a familias que viven en condiciones de pobreza extrema, donde la oportunidad de estudiar ha sido casi nula. Tienen, con suerte, acceso a educación pública y no cuentan con recursos ni material educativo. Afrontan serios problemas de salud y de desnutrición y la falta de empleo de los padres.
Estamos creando las condiciones mínimas para que puedan acceder a una educación integral de calidad, que fortalezca habilidades que les permitan comenzar a romper el círculo de miseria y de desigualdad. Los recursos necesarios son muchos: gastos de inscripción, maestros, materiales, espacio, servicio de internet de banda ancha, equipo, alimentos e insumos de bioseguridad para todos. Para esto contamos con diversos donantes que becan a un estudiante, incluida una profesional amiga de mi mamá que patrocina el grado completo de primero primaria.
Como era primera experiencia, teníamos pocos padres que confiaban en lo que queríamos hacer y no conseguíamos estudiantes. Cuando al fin llenamos el cupo máximo (10), llegó una señora a pedir espacio para su hija, Ester, pero ya estábamos llenos. Por la tarde, otra señora a quien al inicio habíamos invitado llegó feliz a avisarnos que había convencido a su esposo. Con cara dura le hablé a la amiga de mi mamá para preguntarle si podría por favor patrocinar a una niña más. Ella sin dudar respondió que les diéramos oportunidad a 12. Por eso, con mucha alegría, finalmente inscribimos a Ester.
Esta escuela representa para las familias una oportunidad maravillosa de educación de calidad, de alimentación saludable y de atención personalizada con materiales de primer nivel. Recibimos acompañamiento y material educativo de una organización internacional porque formamos parte de un grupo piloto en un nuevo modelo de enseñanza.
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A principios de mayo, Ester ya no llegó. Esperamos unos días y mandamos a llamar a la mamá. Tampoco llegó. A mí me fastidió que ni siquiera avisaran cuando desde el inicio habíamos buscado un espacio para ella. Esa oportunidad seguramente la habría aprovechado alguien más.
Con la excusa de entregar unos vestidos preguntamos hasta encontrar su casita. Yo iba molesta, pero lo olvidé todo cuando Ester corrió a abrazarme sonriendo. Encontramos a un grupo de niños bien bañados a cargo de uno de 11 años. Parecía que estaban solos y les pregunté por su mamá. Dijeron que estaba trabajando. Era casi mediodía. Pregunté si habían comido y respondieron que desayunaron frijol. Me permitieron ingresar para que Ester se probara el vestido. Adentro había un fogón apagado, unas tortillas tiesas y una ollita tiznada con un poco de frijol. No había más. Como ese día no hubo clases, traíamos la refacción que no comimos: avena con mantequilla de maní. La repartimos. Ellos estaban felices y nosotros con el corazón partido por la mitad.
En la noche me llamó el papá. Se escuchaba sumamente molesto y preocupado:
—Seño, alguien sin permiso y sin avisar entró a mi casa y les dio comida a mis hijos.
Con toda la vergüenza del mundo reconocí mi impertinencia. Me disculpé mil veces.
Don José siguió diciendo:
—Seguramente usted cree que nosotros dejamos a los niños solos y sin comida. Por educación voy a contarle: desde marzo del año pasado no habíamos conseguido trabajo y tampoco dinero para comer. Mi señora y yo conseguimos un par de días de trabajo en Salamá [a 60 kilómetros]. Nos vamos diariamente a las cuatro y regresamos a las nueve. Ganamos Q60 al día. Gastamos Q40 de pasaje. Pareciera que nos queda poco, pero ya es algo para comer aunque sea frijoles. A los niños los cuida mi mamá. Cuando ustedes llegaron, ella había ido a traer agua. No piense mal. Hacemos por ellos todo lo que podemos. A la Ester no la podemos llevar a la escuela porque no confiamos en cualquiera.
Con este chitón la vida me enseña a romper los prejuicios sociales que la supremacía racista y clasista me ha otorgado por el simple hecho de haber nacido con mejores oportunidades.
¿Y a ti?
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