Como suele sucederles a los que dan por cierto que el covid lo inventó Gates para vendernos la vacuna, no me queda ni medio milímetro de duda de que las mujeres denuncian porque no hay nada más excitante que ser llamadas mentirosas, putas, manipuladoras y toda clase de apelativos que se gana la que tiene el valor de cuestionar. Nos enciende que nos marquen y nos degraden, se sabe.
Y no digamos la adrenalina de saber que, después de denunciar, quizá se pase la voz y nunca más vuelvan a contratarnos en otro sitio. Por problemáticas, por llenemierdas, por chillonas. Por no jugar a la jauría que se da con los cuernos para ver quién es más fuerte.
¿Saben qué? Ya basta.
Estamos enojadas y con razón.
El acoso en la publicidad existe.
El machismo es un maldito animal suelto rompiéndolo todo.
Mientras todos observamos silenciosos y nos conformamos con ser políticamente correctos.
El mundo de la publicidad está lleno de historias que nos anulan por ser mujeres. Por estos días, después de la denuncia de Astrid, mis chats de amigas del gremio se han llenado de historias de miedo, tristeza y rabia.
Lo hemos vivido. Y muchas lo callamos.
Hemos creído en algún punto que esto era normal.
No es normal despedir a una mujer porque quedó embarazada.
No es normal ver para otro lado cuando se denuncia acoso.
No es normal creer que la mujer que habla es problemática.
No es normal incomodar a las mujeres hasta que tengan que renunciar.
No es normal que la gran mayoría de los directores creativos en este país sean hombres.
No es normal que los hombres ganen más.
[frasepzp1]
No es normal que copiar actitudes masculinas nos haga ganar respeto y que lo femenino sea considerado debilidad.
No es normal creer que las mujeres somos tontas.
No es normal leer una denuncia y etiquetar sin hacer una reflexión genuina.
No es normal que para hacernos escuchar tengamos que elevar la voz.
No es normal que nos interrumpan cuando exponemos una idea.
No es normal juzgar por la apariencia.
No es normal confundir confianza con deseo.
No es normal pasarnos la mano por la espalda y dar abrazos que incomodan.
No es normal aguantar insinuaciones sexuales.
No es normal que envíen fotos de sus penes.
No es normal obviar los límites del consenso.
No es normal que por secretar estrógeno nos tachen de locas.
No es normal calzarnos estereotipos.
No es normal tratarnos como objetos.
No es normal creer que valemos menos.
Hay que encontrar salidas al machismo.
Denunciar no se trata de atacarte a vos, que con tu inmenso ego aún creés que sos el centro del mundo. Se trata de evidenciar situaciones que mutilan carreras y destruyen el espíritu de las mujeres que pasan por ellas. De crear espacios de igualdad.
Esto es más que pelear por el uso del lenguaje inclusivo, que si se pinta un monumento o se usa un pañuelo verde. Estamos hablando de la vida que merecemos: de exponer ideas sin represalias, de buscar soluciones a problemas que existen aunque vos decidás que no es así.
Hablamos de la responsabilidad profesional de quien crea campañas que llegan a una sociedad que asesina mujeres y sigue como si nada, y en buena parte porque parece natural creer que valemos menos. Estereotipos dañinos que la publicidad perpetúa.
Hablamos de nosotras, las que pasamos media vida creyendo que esto era así y que no había más que hacer. Hablamos de nuestras hijas, que no merecen vivir en una sociedad que las degrada.
Es urgente detenernos ahora y reflexionar.
No se vale seguir en el inútil ping-pong de la defensa.
Más de este autor