Las calles que acogen a la marea humana que las toma para hacerse notar. Para gritar que aquí estamos todos: los ignorados, los privilegiados, los que tienen miedo y los que no, los que saben lo que hay que hacer y los que esperan a ser guiados. Todos.
Hay que reconocer su enorme fuerza social, pero también deben servirnos para una profunda transformación individual. Ayudarnos a admitir que, por ejemplo, por años las protestas han sido la forma en que los absolutamente ignorados del si...
Las calles que acogen a la marea humana que las toma para hacerse notar. Para gritar que aquí estamos todos: los ignorados, los privilegiados, los que tienen miedo y los que no, los que saben lo que hay que hacer y los que esperan a ser guiados. Todos.
Hay que reconocer su enorme fuerza social, pero también deben servirnos para una profunda transformación individual. Ayudarnos a admitir que, por ejemplo, por años las protestas han sido la forma en que los absolutamente ignorados del sistema han intentado detener todo aquello que los vulnera y los lastima. Y en un profundo acto de humildad reconocer que no hemos sido solidarios con sus causas, que deberían ser las nuestras. Porque un país no es de unos sin los otros.
Reconocer que las democracias se construyen a pesar de las diferencias. Aprender a respetar la libertad del otro a elegir una ideología y defenderla. Hacer a un lado de una vez por todas toda argumentación infantil y estúpida que nos aleja de las discusiones realmente importantes. Abandonar la mezquindad y la testarudez y crecer de una vez por todas como ciudadanos.
[frasepzp1]
Para eso sirven las plazas. Para reconocer nuestra fuerza, ver a los ojos a nuestros errores y los vacíos que hemos dejado ahí por indiferencia. Para escuchar un coro de voces distintas que claman por rutas distintas, pero que solo tienen una meta válida: el bien común. Porque, repito, no se puede construir un país con unos ignorando a los otros.
Vaya a las calles, llene las plazas. Hágalo con sus convicciones bajo el brazo, con su indignación sin límites, con sus sueños como bandera. Pero no olvide que el otro, el que está junto a usted, también tiene convicciones, indignación y sueños que pueden no ser idénticos. Lo que no podemos olvidar si de verdad queremos salir de esta crisis que parece eterna es todo aquello que nos une y que no es negociable.
Que las plazas sean —una vez más— un espacio de transformación social, pero sobre todo de crecimiento personal.
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