Claramente, la economía viene en picada. Según la Encuesta Nacional de Empleo e Ingresos (ENEI), la economía guatemalteca perdió 40 000 empleos formales en el último año. A ello se agregan las preocupaciones por la desaceleración del crédito al sector privado, la caída en las exportaciones y, en términos más generales, la desaceleración de la actividad económica. Con estos números es evidente que tenemos que preguntarnos si vamos a esperar a que dichos números empeoren o vamos a tomar cartas en el asunto.
Antes de pensar en propuestas hay que tener claro qué está ocasionando esta situación. Existen distintos factores que están colaborando a esta caída. La economía mundial explica parte de esta preocupación: la desaceleración de muchos socios comerciales o la caída del precio internacional de ciertos productos que exportamos. La economía regional también explica parte de esta preocupación, particularmente con la devaluación mexicana, que le pega a nuestro aparato productivo dos veces: primero, como contrabando e importaciones baratas; y segundo, como competencia barata en los mismos mercados a los que exportamos.
Pero no nos perdamos. La razón por la cual nos están golpeando tan duro estos problemas es la acumulación de decisiones económicas que hemos tomado. Heredamos una estructura económica poco competitiva, demasiado enfocada en productos primarios y en empleos poco productivos, lo cual nos hace poco resilientes. A ello se agrega que hemos tomado decisiones equivocadas de política económica que han desestimulado la inversión, como cuando se excluyeron sectores industriales de exportación de la Ley para la Conservación del Empleo. Y finalmente, en esta administración, la única política económica clara y que efectivamente se está implementando es incrementar la recaudación tributaria.
Hay razones para alinear a los distintos actores alrededor de un rebote económico. Al Gobierno le conviene detener el deterioro de su legitimidad con resultados concretos. Al sector privado le interesa crecer y generar ganancias. A la población le interesa que haya más y mejores empleos. Y al Gobierno estadounidense, que ha logrado incrementar su poder político este último año, también le conviene un rebote económico, pues no le conviene un desastre económico que conlleve un éxodo masivo al norte del río Grande.
¿En qué opciones concretas deberíamos pensar?
Hay que incrementar las posibilidades de empleo en el sector de autopartes y así buscar oportunidades de integrarnos a las cadenas de valor de México y Estados Unidos. Necesitamos ir a identificar actores interesados en venir a Guatemala y comprender qué necesitan para realizar la inversión. Seguramente ello implicará organizar la política alrededor de parques industriales cercanos a puertos más grandes, con jóvenes capacitados.
También hay que incrementar las posibilidades de empleo en el sector del vestuario apoyando la generación de textiles sintéticos en Guatemala y reduciendo así su importación desde Asia. La ventaja es que podríamos aprovechar los beneficios comerciales del DR-Cafta y de los precios más bajos de la electricidad que hoy en día gozamos. Acercarnos a empresas japonesas, coreanas y americanas debería ser el camino en adelante, así como identificar mecanismos de cooperación con universidades locales para generar nuevos textiles invirtiendo en investigación y desarrollo (R&D, por sus siglas en inglés) en productos agrícolas guatemaltecos.
En materia tributaria hay que reconocer que existen múltiples objetivos: no solo recaudar impuestos, sino también generar empleo y crecimiento. Guatemala está viviendo una situación muy similar a la que vivieron España y Corea del Sur hace algunas décadas. ¿Qué reconocieron en su momento los gobiernos de izquierda de ambos países? Que era necesario dejar claras las reglas del juego mostrando que estas se aplicarían al poner empresarios poderosos en prisión por temas de corrupción y evasión de impuestos, pero, al mismo tiempo, que era política y económicamente peligroso aplicar la ley hasta sus últimas consecuencias, pues, al final, lo que los países también requieren es empleo y crecimiento, por lo que lanzarse a una purga de la élite económica del país no era lo que más les convenía a dichos países. Así pues, negociaron. Se promovió entonces un sistema tributario con más sentido (mayor recaudación con impuestos más fáciles de pagar y cuya estructura disminuye la posibilidad de corrupción), al mismo tiempo que se generó un acuerdo sobre las multas a pagar. Pero, más importante, se logró superar la oposición original que las élites económicas de dichos países tenían alrededor de particulares políticas económicas. Para Guatemala pensemos en temas como banca de desarrollo, laboratorios público-privados de R&D en nuevos sectores e institutos de educación técnico-vocacional con becas para parques industriales con el fin de atraer empresas internacionales (y disminuir la influencia del sector empresarial doméstico), etc.
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