Cosas de barrio

En ese espacio jugamos a tocar timbres y salir corriendo, conocí a una de mis mejores amigas y también viví un intenso romance adolescente con mi vecino de enfrente. La bici era mi medio de transporte principal, porque los patines nunca fueron mi fuerte. La tienda del barrio, que es casi un supermercado, fue donde compré mis primeros dulces y también mis primeros cigarros sueltos.

Relatar ese estilo de vida parece contar una historia romántica y lejana. Los niños y jóvenes que viven ahora en la ciudad no siempre gozan de esas experiencias. Esto, debido al miedo paranoico en que vivimos debido a la violencia y a la percepción que tenemos de esta, que resulta en el diseño estilo fuerte, rodeado de muros y garitas, de las colonias y los condominios cerrados.

Como la mayoría de países en el mundo, Guatemala, aunque de forma más retrasada, se ha ido urbanizando. Pero estos procesos de urbanización han generado un caos que, lejos de hacer la vida en la ciudad agradable, la ha convertido en espacios de sobrevivencia, no de convivencia. El reto para quienes vivimos en la ciudad (funcionarios, empresarios y ciudadanos) es hacer de la vida en ciudad algo deseable, ya que la urbanización no solo es una situación orgánica y natural, sino que también centraliza servicios y debería brindar mejor calidad de vida.

El barrio es, a mi parecer, una institución que debemos retomar. Y esto no quiere decir que las cosas deban ser como antes. Eso es imposible. Pero sí podemos tomar del concepto de barrio valores intrínsecos como la vida en comunidad, la seguridad que brindan los edificios multiusos y la libre circulación, entre otros.

Esta semana, con tristeza me enteré de que el establecimiento de alquiler de películas de Vista Hermosa estaba liquidando todas sus películas. El videoshop donde trabajaron mis amigas, el que logró competir contra el gigante Blockbuster y todos los vendedores de pelis piratas, está cerrando. Pero al mismo tiempo han abierto El Mercadito de Lola, un restaurante pequeño que sabe a hogar, donde venden comida orgánica y te atiende el dueño, que busca posicionarse como el restaurante del barrio.

Así es como se va reinventando el barrio, adaptándose a los tiempos y a las necesidades del mercado, pero manteniendo esos valores que brindan mejor calidad de vida. Es por eso que las ciudades no deberían crecer sin un plan de ordenamiento territorial que tenga en mente estos valores.