La reserva natural del biotopo Punta de Manabique abarca más de 50 000 hectáreas y es un paraíso para realizar actividades ilícitas. Las reservas y áreas protegidas se han convertido en zonas ajenas al control estatal, que permiten que el narcotráfico se establezca en su territorio, construya sus fábricas, tale árboles, se alimente de la fauna del lugar, construya pistas de aterrizaje e incluso establezca pueblos privados.
Esa vez viajamos en un yate de pesca desde Puerto Barrios hasta la desembocadura del río Motagua. A la mitad del recorrido avistamos dos motos de agua, con dos hombres armados en cada una, que se acercaron a babor y estribor. En el yate nos acompañaba un directivo de la reserva, que nos pidió mantener la calma y nos explicó que el narcotráfico controlaba el territorio. El directivo nos dijo también que los sujetos en las motos no nos harían daño, pero que lo mejor era seguir nuestro recorrido alejándonos un poco de la orilla. Unos 15 kilómetros más adelante regresamos cerca de la costa para estudiar el manglar y ver el estatus de la contaminación que había salido de la desembocadura del Motagua. En el lugar nos recibió un pescador artesanal que vivía (ilegalmente) dentro de la reserva. El pescador fue nuestro guía a través del manglar, nos confirmó la historia de los narcos y nos mostró la contaminación del área.
Siguiendo el viaje, llegamos a la desembocadura del Motagua, donde nos recibió una costa cubierta de residuos y desechos hasta donde alcanzaba la vista. En ese lugar está ubicado un destacamento militar con cuatro o cinco soldados que nos recibieron en un rancho de reciente construcción. Mientras almorzábamos nos explicaron cuál era la situación de la contaminación durante las épocas de lluvia y después de estas. Entre plática y plática aprovechamos para preguntarles por las motos de agua que habíamos visto en el camino. De forma no oficial nos explicaron que sabían de la existencia de estos grupos ilegales que habitaban en la zona, pero que ellos no se metían con los narcos para que los narcos no se metieran con ellos. Su trabajo era vigilar que no pasaran botes ilegales de Honduras a Guatemala. También nos dijeron que, siempre y cuando no los vieran (en otras palabras, nos dijeron que veían para el otro lado), los narcos pasaban en sus botes o avionetas y dejaban los paquetes dentro del territorio de la reserva de Manabique o seguían hacia el Petén o Belice.
Los incendios ocurridos en el territorio del Petén desde la semana antepasada nos confirman ahora que el caso que yo conocí en el biotopo de Manabique es más común de lo que pensábamos. No solo el narcotráfico podría estar detrás de los incendios que amenazan con destruir la vida silvestre de la reserva de la biósfera maya, sino que estas prácticas se unen a la negligencia de campesinos locales.
Noticias de incendios provocados por narcos hemos escuchado desde hace muchos años, y una vez más el Gobierno brilla por su ausencia. Se requieren acciones de largo plazo, como un efectivo sistema de vigilancia y de preservación de las reservas naturales que impida las invasiones de narcoganaderos, así como de sus fábricas y bodegas de drogas, la actividad agrícola de los campesinos y la tala ilegal de las maderas.
El trabajo de Jimmy Morales debería estar enfocado a devolver a los guatemaltecos el control de su territorio. El presidente debería empezar la extinción de los incendios en el Ejército, en el Consejo Nacional de Áreas Protegidas, en las alcaldías, en las gobernaciones y en los ministerios, donde siempre se ha sabido que el narcotráfico es el rey de esos territorios y que, a cambio de dinero o por temor, deciden hacerse de la vista gorda y mantenerse callados. Trabajo difícil el que les queda al presidente y a su equipo. Bien les vendría dejar de llorar y empoderarse porque, si no hacen algo ahora, el país se quemará y se quedarán sin territorio que gobernar.
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