La llevamos muy angustiadas porque no lograba retener líquidos en el estómago. Yo, que no soy médico, pero me informo y soy madre de cinco y tutora de más de cien, sé que un niño se descompensa rápidamente. Desde el inicio, el trato inhumano, los prejuicios emitidos sin escucharnos siquiera, hicieron que nos atendieran como «negligentes por llevarla hasta esa hora». Le hicieron exámenes, le pusieron suero. La vía del suero se tapó en unos minutos. Como la niña lloraba, decidieron recetar suero oral. Le recetaron 7 medicamentos bebibles, pero nada para la náusea. Unos minutos después de tomarlos, ya no tenía nada en el estómago. Volvimos a la media noche a nuestra comunidad y tuvimos que tocar puertas para conseguirle medicina para la náusea.
No mejoró y tuvimos que volver. Antes de recurrir a ellos, pensamos ingresarla en algún sanatorio privado. No sé si fue por lo serio del cuadro o por no tener pediatra de planta, que no la recibieron. Llegamos de nuevo al hospital nacional y esta vez nos trataron de «exageradas». Literalemente dijeron que la niña en medio día «había vomitado solo diez veces, o sea, dos veces menos que durante el día anterior». No quisieron ponerle suero. Le dieron un medicamento, aparentemente se estabilizó y le dieron egreso. Veinte minutos después, de regreso a casa, volvió a empeorar.
Cuatro años, con fiebre, sin retener líquidos ni medicamentos por dos días y nadie quiso hacer nada. Tuve que recurrir a amigos influyentes para que fuera ingresada de emergencia hasta el tercer día. Las amenazas a su salud eran serias: deshidratación, daño permanente a sus riñones, sepsis.
Yo tengo un capital social y una red de apoyo de personas muy humanas. Por ello sé que la correcta atención en servicios de salud es posible, sin embargo lo que se encuentra en las instituciones públicas (obviamente con escasas excepciones) es una serie de sujetos desalmados e irresponsables. Lo digo porque he visto la forma prepotente en que violentan a los pacientes, a mujeres embarazadas, a ancianos, a personas de escasos recursos.
Si se atrevieron a hacerlo con nosotras, que tenemos contactos, mediana instrucción y conocimientos de salud y de nuestros derechos, imagine usted la forma en que tratan a quien no tiene ese conocimiento. El problema radica en que nosotras, tuvimos el privilegio de poder llevar a la niña tres veces. ¿Qué pasaría a la mayoría de las madres de niños y niñas a las que atiendo en la comunidad que deben prestar dinero a usureros? Viajan con la pena y la esperanza de que el niño sobreviva y se golpean con matasanos faltos de ética..
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Muchos trabajadores de salud han perdido la imprescindible humanidad y el respeto por la vida. Entre la sobrecarga de trabajo, los trámites innecesarios, problemas personales, mala administración, mala información al usuario, cometen muchas negligencias medicas, de las que no se tiene registro porque la población ni siquiera sabe que están siendo negligentes. Cometen errores que cuestan vidas. Es necesario enfrentar el error fatal; hablar de la importancia de escuchar, ser sensibles sobre la persona que tratan y no sólo ver la enfermedad; aprender a hablar claro, mostrar alternativas, reconocer diferencias individuales, ser cálidos y empáticos. Deben aprender a resolver conflictos de manera restaurativa, a tratar con respeto al paciente y sus familiares, a hablar de forma igualitaria, a reconocer sus errores y a cumplir con su juramento.
Un sistema de salud en desarrollo humano involucra a todos los niveles: personal, administrativos, y directivos involucrados, deben reconocer que el servicio humanizado es beneficio para todos.
«Humanizar es un asunto ético que tiene que ver con los valores que conducen nuestra conducta en el ámbito de la salud. Cuando los valores nos llevan a diseñar políticas, programas, realizar cuidados y velar por las relaciones asociadas con la dignidad de todo ser humano hablamos de humanización, respeto y empatía por el paciente y su familia», doctor José Carlos Bermejo, un humanizador de la salud.
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