El panel contó con la participación de profesionales, docentes universitarios y economistas, casi todos ellos hombres ladinos y urbanos, de clase media alta para arriba, cuyos posicionamientos denotaron la profunda crisis ideológica que prevalece en el país, pues están marcados por desencuentros y discursos aparentemente de altura académica, pero que al final de cuentas no aterrizan en la realidad profunda, que demuestran desconocer y que menos aún podrán cambiar.
«La desigualdad no es dañina. Es natural». «Igualdad absoluta no existe». «La ambición de ser rico es la causa del desarrollo». «La pobreza es el estado natural del ser humano». «La desigualdad no es causa de pobreza. Al revés, tampoco». «Los países con altos niveles de igualdad son extremadamente pobres, y los países altamente desiguales son menos pobres». «No se puede pretender repartir hoy la riqueza dentro de todos para que no haya desigualdad y para que mañana, cuando se rompa esa igualdad, se deba hacer lo mismo reiteradamente». Esas fueron algunas de las frases utilizadas. Al final, nada de nada. Más confusión, sí. Solo faltó culpar a los indígenas por ser pobres y vivir en desigualdad, especialmente a las mujeres. Pero eso con optimismo se puede cambiar, dijeron unos.
Salvo dos participantes, el resto dejó entrever que el problema se diluye en lo estadístico y que no es tan grave la relación entre desigualdad y pobreza. Las estadísticas macabras, otra vez, sirviendo de argumento inmoral para retardar, desconocer, sesgar y obviar la realidad de la otra Guatemala: la de una profunda desigualdad y una pobreza digna de algún país africano.
Hice un ejercicio estadístico al modo de la clase dominante cuando esta justifica su posición e ideología: un catedrático universitario, de una universidad de ellos y como algunos de los participantes en dicho panel, puede tener ingresos de Q30 000 mensuales, ir a un restaurante de los que acostumbran, en la zona 10 o en la 14, y servirse una cena de alrededor de Q300, o sea, el 1 % de su ingreso mensual. Por otro lado, una persona que llega a la capital en busca de algún servicio de salud, por ejemplo, almuerza en un comedor sencillo de la zona 1 por Q15 y gana (el equivalente a la propuesta de salario mínimo diferenciado, si es que le va bien) Q1 500 al mes. Es decir, también gasta por comer afuera el 1 % de su ingreso. Con base en las estadísticas, nuestros flamantes economistas dirán que ambos están iguales y que, por lo tanto, la desigualdad no es tanta.
Más o menos así se desarrolla el monopolio de la discusión en el país entre las élites académicas de determinada clase y cultura mientras este se derrumba económica, política y culturalmente. Paralelamente, el alto comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, durante su visita a Guatemala, dijo tajantemente: «Esta tragedia también resume lo que muchas personas me han dicho durante esta visita: que hay dos realidades en Guatemala. Para una pequeña minoría, Guatemala es un país moderno y funcional donde se concentra el poder económico y político; para el resto de la población, en particular para las mujeres, los pueblos indígenas, los afrodescendientes, los migrantes y las personas con discapacidad, es un país donde han enfrentado toda una vida de discriminación, marginación y los efectos perniciosos de la corrupción y la impunidad». En resumen, desigualdad y pobreza.
Y la población de la otra Guatemala, que no tiene cabida en las discusiones sobre su realidad, ¿qué hace?
La prensa capitalina, en su portada principal, documentó con grandes titulares la inauguración del árbol cervecero. Miles de padres de familia y sus hijos se embelesaron con las luces, la música y los colores. Fantasía y entretenimiento, dicen los medios —¡cabal!—, y al mismo tiempo la publicidad adoctrina a los asistentes, menores de edad especialmente, en el consumo de dichas bebidas, que dicen dar la oportunidad de seguir fantaseando. Nuestros imaginarios son distintos a la realidad. La otra Guatemala, que no sale en los medios, al mismo tiempo realizaba en Sololá el festival R’uk’ux, dedicado a la mujer, a la vida, a la naturaleza y al buen vivir. Jóvenes artistas sin espacio ni en los grandes medios ni en la capital llevaron a la juventud un mensaje alentador, sostenible, revolucionario y responsable en medio de la desigualdad y la pobreza para cambiar la Guatemala que los poderosos nos han impuesto. ¿Serán la reserva moral para refundar el Estado? ¡Sí!
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