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Desovar (y morir) en las costas del Pacífico

Aunque los barcos cuenten con Dispositivo Excluidor de Tortugas, es un secreto a voces que muchos de ellos lo mantienen cerrado ya que al abrirlo pierden un porcentaje de lo pescado. La pesca de arrastre la realizan únicamente los barcos grandes y es considerada por los ambientalistas como el crimen perfecto.
“A los parlameros los mueve la necesidad y el hambre. No hay presencia de autoridad, la primera vez que son agarrados con huevos y sin el certificado de que donaron el 20 %, deben pagar una multa de Q5 mil”, comenta un ambientalista.
Mapa geográfico del área protegida Hawaii.
El Pacífico.
Las diferentes especies de tortugas que llegan a la zona.
La caparazón de una tortuga Baule. La tortuga fue encontrada muerta a la orilla del mar.
Una tortuga de Parlama salió del mar a poner sus huevos. Varias personas esperan para desenterrarlos.
A lo largo de la playa varias personas esperan a que salgan las tortugas, quien la ve primero toma sus huevos cuando ella vuelve a entrar al mar.
Comunitarios sacan los huevos de una de las tortugas que salió esa noche del mar a desovar, para venderlos.
Vender huevos de Parlama es un ingreso con el que se ayudan varias personas que viven en la zona.
Los tortugarios pagan entre Q25 y Q30 la docena de huevos de tortuga de Parlama.
El encargado del tortugario cuenta los huevos que pagará a Q25 la docena.
Un huevo de tortuga de Parlama.
El encargado del tortugario mete los huevos de los huevos comprados en el banco.
El listado de un tortugario. Ellos pagan Q25 por docena de huevos de Parlama.
Los tortugarios vuelven a meter los huevos en la arena, y semanas después liberan a las tortugas bebés que buscan el mar.
El banco de uno de los tortugarios. De ahí saldrán varias tortugas que serán liberadas y que buscarán el mar.
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Desovar (y morir) en las costas del Pacífico

Historia completa Temas clave

Todas las culturas antiguas cuentan con su propia mitología quelonia. Las tortugas marinas son criaturas milenarias que existen desde hace cien millones de años, viven en el mar y nacen en la tierra. Su instinto les hace regresar a desovar a la misma playa donde nacieron, diez o quince años después. Las costas del Pacífico de Guatemala son de sus favoritas. A ellas llegan seis de las siete especies existentes en la Tierra, dos de ellas en “grave peligro de extinción”. Pero cumplir con su naturaleza les puede significar la muerte debido a los diversos peligros que enfrentan en las playas guatemaltecas. Si un día desaparecen, aquel mito maya descrito en el Popol Vuh que cuenta que la Luna y el Sol huyeron en la caparazón de una tortuga para escapar de la destrucción, ya no tendría sentido.

¿Muertas o asesinadas?

A principios de agosto del año pasado, un comunicado de los participantes del taller “Actualización de la Estrategia de Tortugas Marinas en Guatemala” organizado por el Consejo Nacional de Áreas Protegidas (CONAP) y financiado por el Programa Regional para Recurso Marinos de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo (USAID), advertía de la aparición de 80 tortugas muertas en las playas del suroriente del país en tan solo un mes. De ellas 72 eran Parlamas (Lepidochelys olivácea), siete tortugas negras (Chelonia myda sagazzisi), y una Baule (Dermochelys coriácea). Estas últimas dos especies se encuentran en grave peligro de extinción.

Según el boletín de prensa “esta aparición de tortugas muertas coincide con la presencia de barcos camaroneros en aguas frente a las playas. Y está plenamente documentado que la práctica de pesca con redes de arrastre es un amenaza para las diferentes especies de tortugas marinas”.

Con esa información, la fotógrafa Sandra Sebastián y yo realizamos un viaje a la costa del Pacífico a ver con nuestros propios ojos la situación de las tortugas del área de Santa Rosa. Nuestro primer contacto fue la bióloga Lucía García, directora de la Asociación de Rescate y Conservación de la Vida Silvestre (Arcas), un parque natural en ubicado en Hawai, en el departamento de Santa Rosa, de tres hectáreas de extensión que funciona con la ayuda de voluntarios extranjeros y nacionales. Casualmente ese día Arcas y Protortugas Guatemala realizaban un monitoreo a mar abierto. Manejando la lancha iba Leonel Ávila, presidente de la cooperativa de pescadores del área. No era el mejor día para viajar en barco, el cielo estaba nublado y el mar picado. Apenas vimos media aleta de tortuga y mucha agua.

En un momento en que la lancha se detuvo entre las olas, el pescador nos contó que desde hace cinco años dejaron de verse tortugas Baule en la costa. Hasta que en julio del año pasado apareció muerta una Baule macho de dos metros de largo, que tenía cortada la aleta, un corte en la pata y un golpe en la cabeza del lado izquierdo. En el Pacífico Oriental se ha perdido hasta el 95 % de la población de Baule. Estas enormes tortugas que llegan a ser más grandes que los humanos pueden viajar hasta Japón desde las costas de Guatemala y comen solo medusas (a menudo las confunden con bolsas plásticas). Los restos en descomposición de esta tortuga se encuentran en Arcas, pero no servirán como evidencia para un caso judicial de medio ambiente ya que no se realizó la autopsia legal correspondiente.

La experiencia y los años de pescador de Ávila, le dicen que la mayoría de las muertes de estas tortugas se deben a que quedan atrapadas en las redes de la pesca de arrastre, mueren de ahogamiento porque sobre ellas pueden caer hasta 50 quintales de peso y pasan hasta una hora y media sin respirar.  Ya muertas, algunos pescadores les abren el abdomen para sacarles los huevos; en el proceso se enteran si son machos o hembras.

En teoría, esta situación ya no debería de pasar, ya que desde hace varios años por convenios internacionales de protección ambiental se ha establecido que todo barco que utilice técnica de arrastre debe tener un TED’S (Dispositivo excluidor de tortugas), una especie de compuerta que permite escapar de las redes a las especies grandes, para garantizar la vida de las tortugas marinas durante la pesca.

Pero en la práctica, aunque los barcos cuenten con este dispositivo, es un secreto a voces que muchos de ellos lo mantienen cerrado ya que al abrirlo pierden un porcentaje de lo pescado. La pesca de arrastre la realizan únicamente los barcos grandes y es considerada por los ambientalistas como el crimen perfecto. 

En Costa Rica, el país más avanzado de Centro América en términos de legislación ambiental, la Sala Constitucional, máximo órgano judicial del país, prohibió las licencias para pesca de camarón con redes de arrastre debido a los serios daños al ambiente marino que genera por la excesiva cantidad de fauna que incidentalmente también es capturada. El Programa Restauración de Tiburones y Tortugas Marinas (Pretoma), estima que la flota camaronera costarricense descarta entre 4 mil y 6 mil toneladas métricas de fauna acompañante como pulpos, manta rayas, anguilas y otras especies. En ese país, anualmente cerca de 15 mil tortugas marinas quedan atrapadas en las redes mientras se realiza la pesca. En Guatemala, según Muccio Colum de Arcas Guatemala, en 2013 se reportaron 128 tortugas marinas muertas en la costa sur. En todo el mundo la cifra de tortugas enredadas y muertas en las redes de los grandes barcos pesqueros asciende a 100 mil al año, según datos de Arcas.

El año pasado en El Salvador se registraron 154 tortugas muertas, casi todas en el departamento de la Libertad. Ambientalistas salvadoreños afirman que la mayoría de tortugas aparecieron precisamente en la temporada de la pesca de arrastre. El mismo caso que en Guatemala, pero el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN) de El Salvador, por medio de la viceministra Lina Pohl (ahora nombrada ministra) justificó en su momento que la aparición de tortugas marinas muertas en playas salvadoreñas está relacionada con el incremento de floraciones de algas tóxicas.  Rafael Vela, especialista en biodiversidad del Centro de Estudios de Tecnología Apropiada (CESTA) de El Salvador, consideró que es “ilógico que digan que se debe a marea roja cuando las tortugas aparecen dos o tres días después de que los barcos camaroneros entran al mar y estos se ubican a tan sólo 200 metros del rompimiento de las olas, donde pueden ser claramente capturadas (las tortugas) por las redes”.

Según Ávila, la pesca de arrastre ya no es rentable porque ya no produce las ganancias de antaño, daña al ambiente y es una competencia desigual para los pescadores artesanales que necesitan del mar para vivir y no para producir excedente.

Regresamos a la sede de ARCAS para conocer el recinto que cuida y vela por los reptiles del área. Uno de los voluntarios nos enseña el caparazón de la tortuga Baule encontrada recientemente. Todavía huele fuerte. Su tamaño es impresionante. No dejo de pensar en todo lo que viajó esa tortuga hoy muerta. Por el tamaño le calcularon diez años de vida, le quedaban al menos 60 más. Las Baule llegan a vivir hasta 70 años.

En el recinto se puede leer información sobre la vida de las tortugas marinas, sus ciclos, el recorrido que hacen en el mar para sobrevivir, los peligros que las acechan y la importancia que tienen en la conservación de ecosistemas. Vemos como un grupo de voluntarios extranjeros escucha las pláticas ambientales. Ellos son los responsables de cuidar este espacio, pintar los carteles explicativos, medir la temperatura de los tortugarios o alimentar a los caimanes y otros animales que están en proceso de recuperación o de pronta liberación.

Los tortugarios o la cesárea necesaria

Ahora nos dirigimos a otro de los 22 tortugarios autorizados a lo largo del Pacífico de Guatemala. Los tortugarios funcionan como incubadoras gigantes que mantendrán protegidos los huevos de las amenazas externas mientras sucede la eclosión o nacimiento. Son una solución artificial para evitar la extinción de estos animales del orden de los Testudines.

Nos recibe Roberto Aceituno, quién colabora con Juan Hidalgo, encargado del tortugario “El Banco” ubicado en la aldea del mismo nombre en Taxisco, Santa Rosa. Nos cuentan que el tortugario comenzó entre 1990 y 1991 como una iniciativa del Ministerio de Agricultura y de la Base Naval del Pacífico. En aquella época la flota de la naval hacía patrullajes en la costa para interceptar barcos pesqueros que no contaran con autorización para navegar. En el 2000 la municipalidad de Taxisco se hizo cargo de los tortugarios. Aceituno e Hidalgo apoyaron para lograr comprar nidos (así se llaman a los grupos de huevos de Parlama encontrados). Al respecto Hidalgo confiesa orgulloso que fue el tortugario “más pobre pero con más liberaciones exitosas”. Con el tiempo consiguieron varios patrocinadores anónimos, el primer año rescataron 900 huevos y ahora van por 42 mil huevos “sembrados” durante el año. Se le llama sembrar a la reubicación de los huevos dentro de un lugar seguro.

Para Juan es posible tener financiamiento, voluntarios, estudios y divulgación, pero si no hay control todo se viene abajo. Él considera que ayudaría mucho que todas las organizaciones que trabajan en conservación ambiental unificaran su base de datos que registran en general la vida de las tortugas en costas guatemaltecas. También opina que se debería prohibir el uso de pesca de arrastre ya que no hay control de parte del Estado sobre el buen uso del dispositivo TED’s. “Antes había camarón pero ya todo se está acabando. Guatemala es el único país de la región donde no es prohibido el consumo de huevos de Parlama”. Aquí la ley dice que mientras se entregue el 20 % para conservación, el resto sí se puede comercializar. En realidad no es una ley si no la Resolución 1-21-2012 emitida por el CONAP.

“A los parlameros  los mueve la necesidad y el hambre. No hay presencia de autoridad, la primera vez que son agarrados con huevos y sin el certificado de que donaron el 20 %, deben pagar una multa de Q5 mil”, comenta el ambientalista.

Solo en el Tortugario del Banco, 42 mil huevos fueron sembrados en 2013 provienen de 468 nidos puestos en playa. En 2012 en la misma fecha se tenían 40,831 huevos de 462 nidos. Para noviembre del año pasado habían liberado 24,486 tortugas. Entre las buenas noticias del año pasado es que encontraron dos nidos de tortuga Verde (Cheloniamydas) con 10 y 11 docenas respectivamente. “Es un espectáculo ver esas tortuguitas, de mayor tamaño que las Parlamas, avanzado a grandes zancadas hacia el mar”, escribe Aceituno en un comunicado.

Se acabó el día y  salimos a caminar. Al contrario del paseo en lancha de la mañana, cuando no vimos nada interesante, la noche  nos deparará sorpresas. El viento sopla fuerte y en la playa se siente el ambiente de fiesta. Hay muchísimas personas afuera, hay jóvenes, señoras y niños. Pareciera que todos saben ya que las noches de mucho viento son las favoritas de las tortugas para salir del mar a poner sus huevos.

Nuestro primer encuentro es con un señor que viene de la capital a pasar el día. No se identifica como parlamero, ya que es la primera vez que va a esa playa y que busca huevos de Parlama. En ese momento vemos una sombra grande que se acerca lentamente a donde estamos, sube un poco por la playa y cuando se encuentra en el lugar apropiado abre un hoyo con forma de cántaro con sus aletas, deja caer suavemente los huevos, lo tapa y regresa al mar. Aún no ha entrado al mar cuando sus huevos ya están siendo desenterrados por el hombre que antes pescaba. Le preguntamos si va a donar una parte, si se va a quedar con todos o si los va a vender. Dice que no sabía que se donan unos, pero que ahora que lo sabe, lo hará. Le presentamos a Juan Hidalgo. Le contamos que es un mito que los huevos de Parlama dan virilidad y que tiene mucho más colesterol que los de gallina. Nos ve con incredulidad.

Juan Hidalgo va de un lado al otro sin parar, sembrando huevos en el Tortugario del Banco y pagando a quienes se los ofrecen. En toda la noche no tiene descanso, lo llegan a buscar desde las aldeas cercanas porque su tortugario es de los que mejor paga la docena: Q25 contra los Q20 del mercado. En algunas ocasiones lo ayuda su esposa; recogen de las cubetas o de la mochilas los huevos, los revisa que no tengan sombra (esto significa que no estén arruinados) los cuenta y paga en efectivo. Inmediatamente debe ir al tortugario a sembrar de nuevo el nido. Este nido va numerado y por el número se sabe cuándo se sembraron y la fecha probable de eclosión. Al parlamero se le extiende un recibo que certifica la donación para que no les decomisen los demás huevos, esto por si los llegara a detener algún policía en el camino.

Las luces de las linternas se ven a lo largo de toda la playa, moviéndose en distintas direcciones. Hay fogatas y gente paseando. Por todos lados vemos aparecer personas con cubetas y mochilas llenas de huevos. En un momento un perro comienza fuerte a ladrar y la tortuga aparece. Alrededor de ella hay tres o cuatro señores, saboreándose de antemano el dinero de los huevos. La tortuga se toma su tiempo para buscar el lugar donde anidará. La fotógrafa me pide que alumbre con la linterna para tomarles una foto (no quiere usar flash). Tiene el caparazón lleno de algas, por lo tanto tiene muchos años de vida. Los pescadores nos regañan y nos piden que apaguemos la luz pues podemos confundir a la tortuga que sigue el brillo del mar para encontrar el camino. Apagamos la luz, pero eso no ayuda a la tortuga pues de todos modos, es acosada por alguien más. Vemos que uno de los pescadores se desespera por el tiempo de espera y decide cargar a la tortuga y darle vueltas y vueltas y vueltas y vueltas como queriendo marearla. Dice que así se estimula a desovar. Nos escandalizamos y le pedimos que se detenga. Todos se ríen. Vuelve a dejar la tortuga en el suelo y la vemos medio desorientada. Parece que prefiere regresar al mar y quizá probar en otro lugar más privado. Otro de los pescadores la carga de nuevo y le da vueltas. Todos vuelven a reír. Al bajar la tortuga decide mejor regresar al mar. Los pescadores pican la arena buscando si al fin puso o no la tortuga, pero no encuentran nada. Recuerdo uno de los carteles que vi en la sede de Arcas, que decía que las tortugas tardan entre una hora y dos horas en poner su nido y regresar al mar. Por lo visto  los  pescadores no cuentan con esa información y les parece demasiado tiempo esperar el ritmo de las tortugas.

Seguimos viendo personas llegar a dejar huevos. Juan Hidalgo tiene un gran manojo de billetes de Q100 que van menguando durante la noche. Aparte de la donación, los parlameros tienen la opción de vender ahí mismo todos los huevos y evitarse el trabajo de hacerlo al día siguiente. Esa noche, el tortugario de Hidalgo rompió record de siembra, lograron comprar 107 nidos durante una sola noche. Al día siguiente contó que tuvo que rechazar los últimos nidos porque se le acabó el dinero destinado para comprar huevos.

Dos meses después: la liberación

Durante los próximos meses, los huevos estarán protegidos en los tortugarios.  Algunos de estos, como el de Arcas, cuentan con un monitoreo constante de la temperatura que debe estar en 30°C para obtener el mayor número de nacimientos exitosos.

Según las investigaciones, las tortugas prefieren las noches y los días nublados para nacer. Tardan dos días en romper el cascarón y subir a la superficie.

En el tortugario de El Banco para liberar a una tortuguita, los voluntarios pagan Q5. Los fondos ayudan a la compra de más nidos y al sostenimiento del recinto. A diferencia de otros tortugarios, aquí no esperan a los turistas del fin de semana para que patrocinen la liberación, pues éstas deben ser soltadas al mar inmediatamente, ya que al nacer cuentan con la suficiente fuerza para nadar durante dos días y dos noches seguidas hasta llegar a la Corriente del Golfo, una especie de gran carretera interoceánica donde ya podrán descansar en una isla de algas. La mitad morirá durante las primeras horas del viaje.

Meses después de aquella noche de viento, recibo una carta de mi hermana contándome su experiencia de liberación de tortugas en Hawaii, Santa Rosa. Me cuenta que pagaron Q120 por liberar dos nidos de tortugas. Lo hacen de noche. Antes de soltarlas al mar, les explicaron los cuidados que deben tener para ayudarlas y les enseñaron a medirles el largo desde la cabeza hasta la cola, el largo y ancho de la caparazón y a pesarlas en una balanza. Luego de haber medido al 10 % del nido, están listas para soltarlas. Le ponen un papel celofán de color rojo a las linternas para no lastimarles los ojos.

Las tortugas se dejan a 30 o 40 metros de distancia del mar para que caminen. Se hacen dos filas de cuidadores voluntarios, dejándolas en medio para que caminen hacia el mar. Si este nacimiento fuera natural, las tortuguitas podrían encontrarse en su corto camino hacia el océano con varios depredadores como tacuazines, cangrejos, perros o pájaros.  “Unas salen corriendo, otras están como perdidas y desorientadas, no saben para donde caminar. Nos piden que apaguemos nuestras linternas para no confundirlas. Si encendemos un montón de luces, se pierden. Dicen que no las dejan más cerca de las olas o directamente en las olas, porque esos metros en la arena fortalecen sus piernas y además les sirven para grabar en su memoria el lugar en el mapa en el que un día, 10 años más tarde, regresarán a poner sus huevos. “¿Cómo queda registrado ese lugar en su memoria solo con caminar por él? es una de las preguntas que le haré a Dios cuando lo mire cara a cara”, confiesa mi hermana en su carta. Y prosigue: “Tenemos que quedarnos quietos, sin movernos en la oscuridad  para no aplastarlas. Al cabo de un rato encendemos una linterna para ver cómo van, encontramos algunas muy perdidas caminando para otro lado, otras medio enterradas en la arena pues en la carrera sus hermanitas más pilas, más fuertes o más grandes, las dejaron enterradas y les cuesta salir. Otras van al lado contrario. Las ayudamos, las volteamos y las ponemos en la dirección correcta, pero debemos apagar nuevamente las linternas para que sigan al mar”.

Ven varias motos que se acercan. Los voluntarios corren y hacen señas con las linternas para que paren, les piden que se alejen de la playa y que pasen lo más lejos posible para no aplastarlas. Todos obedecen. Cuando todo parecía que acabaría bien, ven que un perro tiene algo en la boca. El mejor amigo de una de las voluntarias alemanas del tortugario no se aguantó y decidió atrapar a una de ellas, trataron en vano de que aflojará el hocico y la soltara pero la masticó y se la comió. Solo una de cada mil tortugas sobrevivirá para regresar 10 años después a desovar ahí.

Ya de regreso en la ciudad, lejos del mar, me las imagino en el vasto océano y me pregunto qué tan difícil será sobrevivir para ellas.

Una investigación que no avanza

Hago una cita en la Fiscalía de Delitos contra el Ambiente y me atiende Francisco López, auxiliar fiscal a cargo de investigar la denuncia interpuesta por el Centro de Acción Legal y Ambiental de Guatemala (CALAS) por el caso de la muerte de las ochenta tortugas. “Realizamos la investigación correspondiente en el lugar donde se encontraron esas tortugas,  entrevistamos pesqueros, alcaldes auxiliares y comunitarios. Aunque no hay personas señaladas directamente, todos coinciden que se atribuye a barcos pesqueros pero no indica qué tipo de empresa causó la muerte de estas tortugas”.

El fiscal asegura que tienen problemas para conservar la evidencia porque cuando sube la marea se las lleva el mar, se la comen los animales, se descompone o la gente del lugar lo entierra en forma inmediata. No hay un centro de conservación de evidencia en estos delitos. En el Instituto Nacional de Ciencias Forenses (INACIF) no hay técnicos que pudieran hacer autopsias de animales. Eso sucedió con la tortuga Baule, no conservaron la evidencia. No se pudo establecer cuál fue el motivo de la muerte por el estado de putrefacción y descomposición en que se encontró.

López pidió un informe a Unipesca, la Unidad de Manejo de la Pesca y Acuicultura (Unipesca) del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación (MAGA), el ente encargado de registrar los barcos que entran a Guatemala, así obtuvieron ya el nombre de los 26 propietarios que realizaron faenas de pesca del 1 junio al 15 de agosto del año pasado. Los barcos pesqueros están obligados a someter su embarcación a una inspección, previo de pedir autorización de zarpa, pero no dan información exacta del área en que realizan faenas. López también ha intentado coordinar con la Base Naval para realizar un cateo a los barcos pesqueros en busca de evidencia pero no lo ha logrado. Teme fuga de información. “Podemos planear un operativo pero tiene que hacerse desde aquí. Y con la tecnología que existe, los barcos pesqueros se enteran muy rápido y les da tiempo de abrir la compuerta y evitar la penalización”. Otro de los problemas que tiene dicha fiscalía es que no existen juzgados específicos de la materia, por lo tanto los jueces no están empapados de la legislación ambiental ni del tema.

En un artículo de prensa publicado en el 2011, CALAS propone la creación de Juzgados Ambientales ya que los expedientes y los casos se acumulen sin que lleguen a juicio. Solo en 2010 se acumularon 910 denuncias que fueron asignadas al Juzgado de Primera Instancia de Delitos Penales, Narcoactividad y Ambiente, pero por el volumen de casos penales que manejan no dan prioridad a los casos ambientales.

La legislación actual establece que recolectar huevos de animales en peligro de extinción es un atentado contra el Patrimonio natural y cultural. Según la Ley de Áreas Protegidas, quien recolecte, corte o utilice parte de especies de flora y fauna silvestre tendrá entre cinco a diez años de prisión o multa de Q10 mil o Q20  mil, pero que alguien cause la muerte de una tortuga no está legalmente establecido.

La conservación de la biodiversidad y de la pesca responsable es un tema que ha estado en la agenda internacional de los ambientalistas. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, aprobó el 31 de octubre de 1995 en Roma, el Código de Conducta para la Pesca Responsable, un instrumento útil de prácticas responsables con el objetivo de asegurar la conservación, gestión y desarrollo eficaz de los recursos acuáticos vivos.

En Centroamérica se firmó el Convenio para la Conservación de la Biodiversidad y la Protección de Áreas Silvestres Prioritarias en América Central durante la Cumbre de Presidentes celebrada el 5 de junio de 1992 con la misión de conservar y utilizar en formar sostenible los recursos biológicos y la diversidad biológica. En 1990 los países de la región adoptaron el Protocolo 948  o Protocolo SPAW y en 1991 alcanzaron un acuerdo que incluye una lista de flora marina y costera protegida y otra lista de especies que deberán ser mantenidas a un nivel sostenible.

En la ciudad de Antigua Guatemala, el 18 de febrero del 2002 se firmó el Convenio de Cooperación para la Protección y Desarrollo Sostenible de las Zonas Marinas y Costeras del Pacífico Nordeste (Convenio de Antigua) constituyendo el primer tratado regional vinculado a la protección y el desarrollo sostenible del medio marino.

El CONAP publicó en el 2011 la Estrategia Nacional de manejo de Tortugas Marinas para difundir el trabajo que hacen y las leyes que los sustentan. El año pasado, una coalición de conservacionistas de la tortugas marinas en Guatemala, en que se incluyen ARCAS, ABIMA, Akazul, Protortugas, Asociación de Pescadores de Las Mañanitas y la Federación Nacional de Pescadores Artesanales, realizó una petición al Gobierno para prohibir la pesca de arrastre. Solo 728 personas firmaron la propuesta.

Existen instrumentos jurídicos nacionales e internacionales que podrían servir para respaldar acciones más eficaces que protejan a estos increíbles animales ancestrales. Lo que falta es voluntad  de las autoridades para hacerlo. Mientras tanto, las tortugas marinas seguirán muriendo a su paso por las costas guatemaltecas.

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