Luis Manuel Rubiales Béjar mide un metro con 80 centímetros, tiene 46 años de edad y desde mayo de 2018 maneja los hilos de la Real Federación Española de Futbol (RFEF); además, desde el mismo mes, pero de 2019, es vicepresidente de la Unión de Asociaciones Europeas de Futbol (UEFA, por sus siglas en francés). Como jugador profesional pasó tres años sin pena ni gloria en la liga mayor con el Levante Unión Deportiva, y entre 2010 y 2017 lideró a la Asociación de Futbolistas de su país.
Hoy está en el banquillo –no de suplentes, sino de los acusados– y temporalmente desligado del alto cargo, pues la Comisión Disciplinaria de la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA) abrió una investigación que durará tres meses. Vale apuntar que, en medios periodísticos de distintas zonas del orbe, así como en redes sociales, ya fue goleado desde todos los ángulos.
El máximo rector del balompié intervino como consecuencia del revuelo causado en la entrega de medallas y trofeo a la formación española que ganó la Copa Mundial celebrada en Australia y Nueva Zelanda, al dominar 1-0 en el duelo decisivo a Inglaterra. Ese domingo 20 de agosto, Rubiales se prendió de la volante Jennifer Hermoso y le estampó un beso en los labios.
Como antecedentes del personaje es oportuno indicar que la Fiscalía Anticorrupción de España ha conocido denuncias por presuntos abusos con fondos de la RFEF, entre ellos la organización de fiestas privadas y orgías, y el viaje a Nueva York acompañado por una pintora. Más recientemente, el medio digital El Confidencial divulgó audios y documentos que involucran a Rubiales en negociaciones turbias para promover su deporte en Arabia Saudita.
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Dadas las referencias del directivo, quien cuando encabezó a los futbolistas se caracterizó por incendiario y promotor de huelgas, el señalamiento de agresión sexual es la guinda del pastel. En ese sentido, lo único a su nivel en cuanto a sentir vergüenza ajena es la ovación que recibió de una parte de la concurrencia que lo escuchó justificarse y cual alfombra patentizó su vocación lambiscona, tan común en esferas de relación subordinada.
Rubiales tiene los días contados al frente de la RFEF y, por consiguiente, de la UEFA. Lo más seguro es que en unos cuantos años reaparecerá en uno de los reality shows que cautivan a seguidores de la «caja boba» o «televisión basura». Sin duda, su brinco sobre Hermoso, pues no se ve que ella lo alzara a la hora del festejo, su arrebato machista y arrogante con el «No renunciaré», y sus manifestaciones de quien se siente poderoso, abonan a la sentencia condenatoria.
Ahora bien, lo que nadie sabe es qué ocurrió el domingo de la polémica y en anteriores momentos en el entorno de la selección femenina. La actitud inicial de Hermoso y su lenguaje corporal no expresaron disgusto ni sorpresa. Tampoco puede afirmarse que hubo consentimiento. Lo cierto es que a Rubiales lo hunden sus prácticas y de estas se han aprovechado sus rivales políticos que tomaron el centro tendido que, sin querer, les envió.
Lástima que Hermoso no pudo decir «no» ni reaccionó como tendría que haber hecho sobre la tarima de la premiación. Afortunadamente, las circunstancias se encargaron de evidenciar uno de los tantos vejámenes que sufre la mujer en centros de trabajo, de estudios y demás espacios de interacción entre seres humanos.
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